Race Report 25º Maratón de Porto Alegre 2008

por Daniel Cuervo

Se acercaban las 5:00 y ya habían comenzando a sonar nuestras alarmas y despertadores, en el preciso orden establecido. Sin embargo, los 3 habitantes de la habitación 303 permanecían casi inmóviles, simplemente estrangulando al tanteo los sonoros dispositivos para minimizar sus efectos antes sus invisibles vecinos. Pero ya nadie dormiría.

Ya bien despiertos, en plena oscuridad, nadie quería dar el primer paso, pues todos sabíamos que luego todo resultaría irreversible e inexorable. Uno tenía la rara expectativa de que si nos quedábamos así, el mundo dejaría de girar y la hora de la largada quedaría congelada en el futuro cercano para la eternidad.

Improvisamos un desayuno en la propia cama, casi sin levantarnos. Algunos cereales, pasas de uva y ciruela, agua sin gas, galletitas Club Social. Un desastre.

Sobre las 05:50, algún amigo nos avisaría por teléfono: "¡¡¡ Ta pronto el desayuno !!!"

Nadie reaccionó ante este aviso, todos seguimos en lo que estábamos, baño, vestimenta, ingesta improvisada.

Una ducha posterior nos permitiría lavar nuestras culpas y remordimientos, semanas de entrenamiento no completadas, por gripe o directamente por falta de motivación. Peligrosamente, cualquier excusa sirvió, esta vez más que nunca, para no salir a chupar frío o perderse algo interesante en la TV.

Luego vendría el segundo baño, el más exterior, el envaselinado de diversas porciones anatómicas, protegerse el roce en el pecho con pequeños leucos. Lo de siempre. Ya es algo mecánico y metódico. Un poco de vaselina sobre las uñas y dedos de los pies, combinado con otro poco de talco dentro del calzado. Una curiosa combinación que luego de las carreras requeriría ir a una estación de servicio con hidrolavadora para poder retirar todo aquello de los pies.

Lo positivo de esta oportunidad era la ausencia total de dolores en las piernas, a diferencia de Buenos Aires 2007. Esta vez no habría improvisados vendajes en ellas, bajados de Internet, ni tampoco Algi Flex Gel y más vendajes de repuesto en la riñonera.

Esta vez solamente transportaríamos la cámara, 4 Geles, el celular apagado (ya con poca batería) y 70 Reales para un imprevisto retorno en un vehículo de alquiler, léase taxímetro o para una eventual "Gran Capoeira", pero sin fines de lucro.

Una vez ataviados para la guerra, ya con todos los pertrechos encima, visitamos el salón del desayuno simplemente para medir el nerviosismo del ambiente con nuestros sensores, para tomar contacto con aquellos extraños madrugadores de poca ropa.

Un simple vaso de jugo ofició de cierre para el desayuno, como para acompañar un poco los sólidos ingeridos improvisadamente en la habitación.

Dejamos unas pocas líneas testimoniales en la página Cuerva, anunciando nuestra partida.

Una visita técnica retornando a la solitaria habitación, pondría un poco más al día un metabolismo alarmantemente perezoso en los últimos días, quién sabe alterado por qué cambio, si fue por la latitud, la temperatura o la marca de la cerveza.


HAY QUE PARTIR...¿ POR ACÁ ? ¿ ESTÁS SEGURO ?

A último momento, decidimos no llegar ningún abrigo adicional. Gran error el nuestro, que ya lo comprobamos apenas salimos al exterior del hotel.

Ya quedábamos pocos allí, al menos como parte del contingente dispuesto a correr ese día, la gran mayoría ya había partido a la cercana largada, ubicada a tan solo 6 ó 7 cuadras.

Nos encontramos con Carlos Serellanes al salir, quien iba por la Rústica, acompañado de su esposa. Tomamos a la derecha, por la "principal", luego giramos a la izquierda en la primer calle y allí nos encontramos con un repecho increíble.

Como nos aseguraron que ése era el camino más corto y no daba como para perder mucho más tiempo, decidimos enfrentarlo. Era imposible hacerlo corriendo, al menos si uno pretendía luego terminar una Maratón. Todos nos asombrábamos de lo empinado que era, solamente llegaba hasta la siguiente bocacalle, pero era como subir al piso 6 en una sola cuadra.

El repecho de Viacaba, el de la subida a nuestro ahora lejano Cerro de Montevideo, se nos vino de inmediato a la mente, pero éste parecía muchísimo peor, cansaba simplemente al caminarlo. Por lo menos ayudó a levantar un poco la temperatura de la maquinaria que, al inicio del camino, aún moderaba muy mal, incluso amenazó con apagarse varias veces por el frío reinante.

Luego de zigzaguear varias calles, tal cual nos indicaron los más conocedores de los alrededores y luego bajar de una escalera que nos devolvía al nivel de piso normal, al estilo de Durazno y Bulevar, llegamos por fin a acercarnos a la zona de largada.

Era un oasis cada vez más cercano de luces, sonidos y gente, en medio de esa oscuridad generalizada y tan inhóspita hora. Como hormigas hacia el hormiguero, los atletas ya había comenzado a aparecer desde todas las bocacalles, muy decididos, en dirección a la largada.


A ESCASOS MINUTOS DE LARGAR

Las voces de los altoparlantes, las luces, el propio arco, los puestos de "extraños" espónsors alrededor, el vallado cada vez más estrecho, la multitud que se iba concentrando, la tribuna de invitados (aún vacía) ya nos ponía de una sola y fría bofetada en el rostro, en la realidad que nos tocaría vivir. Esos nervios previos que le dan a todo esto un condimento especial, perfectamente entendible por cualquiera de nosotros que lo haya vivido, aunque sea por única vez, como previa de una mísera carrera de 5k.

Y el lógico nerviosismo previo se vivió solamente hasta el preciso momento que comenzamos a hacer lo que específicamente vinimos todos a hacer: Correr.

Hicimos algunas idas y vueltas a lo largo del tubo de largada, más para recorrer y mirar, sacar alguna foto apurada, grabar todo éso lo mejor posible en nuestra memoria, antes que propiamente calentar.

Prácticamente se puede decir que no calentamos ni un solo metro en la previa. Era la hora de las últimas escalas técnicas antes de partir, hora de ir a visitar lejanos y sombríos yuyos, que poco a poco comenzaban a iluminarse por el resplandor del inminente amanecer, que pintaba totalmente gris, postergando un sol de presencia totalmente dudosa. ¿Acaso la Tierra se saldría justo hoy de su órbita ?

Ya las mujeres se iban posicionando todas para su anticipada largada, ellas tendrían 20 minutos menos de agonía que nosotros. Los espectadores se volvieron predominantemente masculinos, pues los atletas remanentes superábamos con creces a los acompañantes que se dieron cita a esa hora y en ese lugar.

Sin embargo, a la hora de superar el arco al momento de largar, la presencia de toda esa gente se hizo notar bastante.

Ya prácticamente nos tocaba el turno a nosotros, aprovechamos para ir a curiosear el "corral de elite" allí adelante, donde entraban los atletas casi individualmente ovacionados, era obvio que entre ellos estaba el ganador y así fue en definitiva, recordamos perfectamente su entrada, seguro que "no pagó nada", era favorito por lejos y los aplausos así lo indicaron de antemano.

Uno de los atletas que ingresaron al pequeño y selecto grupo fue nuestro compatriota Luis Coyote Nogués, quien luciendo su dorsal 9 y mostrando el nerviosismo lógico de estar allí en ese preciso lugar y momento, iba tomando posición entre tanta estrella local.

El helicóptero que hacía la cobertura periodística de la prueba ya hacía varios minutos que nos sobrevolaba lentamente o se mantenía totalmente estático sobre nuestras cabezas, buscando el mejor ángulo, desde un cielo que cada vez se iluminaba más.

Su presencia cercana no hizo más que darle una vuelta de tuerca adicional a nuestro espiral de nerviosismo creciente.

Llegó el momento, largamos al fin, saltaron todas las térmicas, pero la presión previa se disipó completamente.


LARGAMOS !!!

Caminando sin remedio por lo menos hasta el arco, pues estábamos bastante atrás en el pelotón, logramos superar las alfombras en algo más de 35 segundos.

Ahora sí se terminó todo el nerviosismo, ahora comienza lo harto conocido, el desplazamiento casi involuntario de las piernas, esa monotonía interminable de movimientos coordinados de tantas carreras y otros tantos días de entrenamiento previos. Desde allí tan solo nos separarían unos 50.000 pasos para volver al mismo sitio de partida. Pero no era momento aún para pensar en eso, sería de locos.

Luego de una recta bastante corta, por la cual nos habíamos aproximado desde el hotel hasta la meta, doblamos a la izquierda en dirección a la costa del lago Guaíba. Lago, estuario o río, sea lo que sea, nos estaba esperando con un lindo vientito frío que lo atravesaba desde quién sabe dónde.

La trayectoria que elegimos inconscientemente con respecto a la calzada, acompañando a Fernando Cuervo mano a mano, nos llevaba a comernos una interminable fila de "conitos" que delimitaban quién sabe qué cosa, era una locura esa fila interminable en medio de todos nosotros, realmente se tornaba peligroso si ya comenzábamos así, en cualquier momento la M se terminaría para nosotros.

Luego giramos lentamente a la derecha, superando la zona cercana a nuestro hotel, pero recorriéndola ahora más cerca de la costa, en dirección al acceso que tomamos cuando entramos a la ciudad por primera vez, ese clásico tramo largo que acompaña las vías centrales del tren eléctrico.

Por suerte los conitos se habían "corrido" hacia un costado, para que no tuviéramos que ir tan pendientes de su presencia. ¿Qué querían lograr con esa división tan inverosímil, ubicándolos en medio del torrente de atletas?

¿Acaso teníamos que circular pares por un lado e impares por otro? "Vamos, muchachos, ¡¡¡ Agrupación por la derecha !!!"


¿OTRA VEZ VOÇÉ?

Por allí fue que reencontramos a nuestro amigo brasileño de otras tantas batallas, las luces del nublado alba nos ayudaron a reconocer un veterano atleta que conocimos en Colonia 2007 y luego al poco tiempo volvimos a verlo en Buenos Aires 2007, compartiendo en ambas un montón de kilómetros juntos.

Lo más llamativo de su encuentro, después de analizarnos mutuamente las espaldas con nuestros nombres y señas para confirmar el conocimiento previo que evidentemente teníamos, fue conocer sus deseos de participar en la Maratón de San Pablo al domingo siguiente, luego Río el 29 del mes siguiente y por supuesto, por si fuera poco, las intenciones de ir también a Punta del Este. Insano total.

Un fenómeno el veterano, con decenas de maratones sobre sus hombros y piernas. No recordamos el número exacto, pero creemos que él aseguraba superar las 40, seguramente debe ser cierto. Fernando recordaba perfectamente su procedencia y nombre, se trataba de Eduardo de Almeida Junior, luciendo una melena totalmente blanca que lo caracteriza a lo lejos y su clásica casaquilla del equipo "Amar", significado que él aclararía en alguna oportunidad anterior. Procedente de Ribeirao Preto, estado de San Pablo, luego Fernando aportaría más datos desde Internet, como por ejemplo el mote de "Eduardo, o Sr. Maratona" en alguna nota que le hiciera un diario local.

Toda una figura el veterano con sus 61 años, recordamos que en nuestro encuentro en Colonia con él y ya luego de corrida la Maratón 2007, estaba muy pancho, solo, almorzando en uno de los tantos bares de la Av. Gral. Flores, acompañado de su cervecita. Aún recordamos perfectamente ese momento, a pesar de lo mal que nos sentíamos, aún a casi dos horas de haber terminado la carrera.

Una de las primeras cosas que nos dijo, en un portugués bastante entendible, cuando le recordamos Colonia, fue: "Y... 'Shirola'...está también por acá?", refiriéndose a nuestro Pacer de lujo del 2006, Rafael "Chirola" Mernis, del Villa, guía reincidente de otro grupo de damas en la edición siguiente.


RAMBLA PORTUARIA

Volviendo a POA, nos aproximamos ahora a una zona más abierta, muy similar a nuestra Rambla portuaria, cercana al Club Neptuno, por decir algo. El viento hacía más similar aún esa situación. Nos viene un vago recuerdo del viento recibido al costado de todo el interminable Aeroparque, durante la M de BAires 2007.

Fue un llamado de atención, para especular sobre cuánto duraría, desde qué dirección soplaría durante el resto del recorrido, etc, etc.

Por allí intercambiamos saludos con Verónica Coyote Bugna, a la distancia. Ver un rostro y/o una casaquilla conocida -que sería seguramente compatriota- aunque sea de lejos, en medio de toda esa masa de atletas brasileños, motivaba a ensayar todo tipo de señas y gritos para dar aliento a cada uno de nuestros casi solitarios compatriotas.

Qué adelante que iba Verónica, pensábamos, realmente anda volando esta vez, ya está volviendo del primer "ida y vuelta" del circuito. Pero claro, a su indiscutible buena performance se le sumaban también los 20 minutos de ventaja que nos sacaron al largar.

Allí nos encontramos con un par de uruguayos que viajaron con nosotros en el bus, los 4 intercambiamos los ritmos previstos y coincidían perfectamente.

Nuestra idea era hacer todo lo que se pudiera a 05:40/km. Si era posible toda la carrera, lo que nos llevaría, así como quien no quiere la cosa y como al descuido, a bajar la tan ansiada frontera de la 4 horas. Este ritmo fue motivo de discusión y análisis en días previos con Fernando y llegamos a establecer ese valor, el cual seteamos en el GPS para arrancar la Maratón con un tercer compañero, el Pacer Virtual, siempre corriendo parejito a 05:40/km y llegando a la meta exactamente en 03:59:06, en forma imaginaria. Pasara lo que pasara, el amigo virtual iba a llegar en ese tiempo.


NUESTRO "COMPAÑERO" DICE BASTA

Lamentablemente, el Pacer Virtual se fue desdibujando rápidamente, se acalambró enseguida, ja, ja, ja, pues el GPS perdía constantemente la señal, debido a las construcciones cercanas y relativamente altas, o bien el aparatito se despertó esa mañana particularmente estúpido y caprichoso, como nunca antes.

Lo cierto es que ya transcurridos unos 4 ó 5 kilómetros, se vislumbraba que sus valores y advertencias no iban a servir prácticamente de nada, su uso se iba a limitar al de un simple cronómetro. Era un lastre de casi 100 gramos que deberíamos llevar por no tirarlo lejos a un costado de la rúa.

Los parciales de la primer media de la M fue enteramente cronometrada por el Polar de Fernando. Nosotros podríamos también haber marcado y registrado los parciales al transitarlos, pero francamente no nos animamos a introducir una nueva incertidumbre, pues alguna vez podría pasar que el instrumento marcara el parcial antes que uno mismo. Esto se hubiera podido evitar (el marcado automático programado cada 1000 mt), pero no era momento de andar cambiando la configuración, lleva tiempo y requiere una atención que no estábamos dispuestos a gastar en ello.

A todo esto, los "mojones" eran pequeñísimos, sobre todo resultaron así los iniciales, los cuales uno siempre mira con algo de desatención y hasta desprecio.

Se trataba de unos cartelitos enanos, rectangulares, digamos al estilo de nuestras maratones de Colonia (recordar aquellas pequeñas pirámides al costado de la desafiante Ruta 21).

Poco a poco nos adentrábamos nuevamente en el corazón de la ciudad, luego de haber vuelto de aquella ida larga por el acceso citado, volviendo a pasar por un camino ya conocido.

Precisamente en la curva que nos llevaba de vuelta para "adentro", hacia la izquierda, Fernando hace su primer escala técnica, fue al encuentro de una palmera que, curiosamente, "tenía pies" al decir de él. O mejor dicho, tenía todo un humano entero casi adentro, aferrado a ella, abrigándose aún del frío de la noche anterior.

Volvemos a pasar por las cercanías de la largada/llegada, por la avenida que posee una larga, angosta y curiosa construcción sobre su cantero central, parece un viaducto elevado para bicicletas, pues es muy estrecho. Los pilares que lo sostienen son lo suficientemente altos como para que los vehículos pasen debajo de él.

Alguien previamente comentaría en el bus que todo éso se trataría de un malogrado proyecto de un tren elevado, algo que para nosotros, uruguayos ya algo veteranos, nos trae a la memoria el ya desaparecido proyecto inconcluso aerocarril de la playa Malvín y la Isla de las Gaviotas, ahora muda testigo del inicio de la mayoría de nuestros longs, con Carlos, Susana y Fernando, desde el Mojón 14. Y también el famoso Tren de la Costa por Av. Italia, que nunca existió más que en nuestra imaginación.


YA VEMOS A LAS DAMAS

Estaríamos en el km 5 cuando vemos la primer deserción, o amague a ello al menos. Se trataba de un atleta joven vestido de celeste, que había parado a caminar, pero no parecía lesionado, simplemente lucía cansado. Corroboramos que tenía dorsal de maratón, increíble que sucediera ya a esa altura.

Luego, sobre una calle muy similar a Yatay, al menos de acuerdo a nuestra percepción del momento, nos llama la atención el clásico ruido de una descarga eléctrica, se trataba de un árbol que tocaba uno de los cruces del tendido eléctrico aéreo, con visibles chisporroteos. ¿Lindo arbolito para apoyarse a estirar los cuádriceps, no?

Después de algún kilómetro más aparece el primer repecho, justo donde observamos por primera vez uno de los fotógrafos que seguía la prueba, desde una moto. Iba de acompañante, pero desafiaba el equilibrio y las fuerzas de gravedad sentado al revés, mirando para atrás, hacia nosotros. Especialmente los corredores locales le gritaban para que obtuviera alguna memorable instantánea de ellos.

El repecho a superar se trataba de un paso elevado sobre otra calle, un puentecito tipo Galicia y Fernández Crespo, bastante corto pero empinado donde, luego de superarlo, Fernando logra tomar nuevamente contacto con nosotros, afortunadamente, luego de su escala de la palmera.

A partir de allí, Fernando vuelve a cantar nuestros parciales: "¡¡05:40!!"......"¡¡05:42!!"....."¡¡ 05:40!!"...Según los mojones y su Polar, la verdad que veníamos como un relojito, a 05:40 casi constantes, según lo pactado de antemano. Y todo hecho sin el más mínimo esfuerzo aún, disfrutando de los nuevos escenarios y calles que dejábamos atrás. ¿Estamos en Pocitos? ¿Estamos en Capurro? ¿Estamos en la Aguada? ¿Acaso esto es un barrio de Buenos Aires? ¿Es Avellaneda?

Negativo. Estamos muy lejos de allí, pero lo cierto es que se vuelve a repetir la sensación de transitar por lugares conocidos, la misma percepción de cuando caminábamos por las plazas céntricas, era inevitable hacer paralelismos con todos esos barrios tan ajenos y lejanos a Río Grande, pero eran tan similares, ¿no?

A ésa altura, de a poco ya habíamos alcanzado a las damas más rezagadas, las cuales venían obviamente a un ritmo muchísimo más bajo que el nuestro, no en vano les habíamos desquitado los 20 minutos de ventaja que tenían como crédito desde el arranque.

Por eso las pasábamos "como postes", lo que no dejaba de ser un excelente e inesperado ingrediente adicional para seguir firmes en nuestro paso.

Era un hecho que prácticamente nunca se da en una carrera "normal", la posibilidad de pasar, ya bastante iniciada la misma, a otros competidores con tanta facilidad. Los 20 minutos de desfasaje entre largadas por sexo, eran obviamente el motivo de este nuevo y extraño escenario.

A partir de allí fue constante, hasta el final de la Maratón, el sobrepaso de damas, e incluso el de algún caballero que se comenzaba a rezagar.

Quedaban aún un par de kilómetros para entrar a la segunda porción de ida y vuelta del circuito. Era el mayor de los 3 que estaban previstos, el cual se hacía sobre la pintoresca Av. Ipiranga.

En un estrecho giro en "U" alrededor de una plazoleta o algo parecido, logramos ver y saludar, gritos mediante, a Carlos Rutero Krul, que venía allí atrás, muy cerca nuestro y del cual no teníamos ni noticias desde la noche anterior en el propio hotel, cuando le arrimamos un poco de vaselina a la habitación.

Tampoco habíamos visto largar a Susana, su esposa. Su performance seguramente no nos iba a permitir verla, al menos por ahora. Su crédito de 20 minutos seguramente permanecía y posiblemente permanecería hasta el final casi intacto, si nos basábamos en entrenamientos previos compartidos con ambos.

Ante otro paso elevado, una especie de mini-viaducto del Paso Molino, una leve llovizna comenzó a hacerse sentir, luego de confundirla por algunos minutos con sudor o quién sabe que otra alucinación. "Llueve de frío" dirían las viejas, era el aporte adicional que necesitábamos para no extrañar en absoluto el clima ramblero predominante de esta época en nuestro Paisito.

Ése fue el momento preciso que vimos, por primera vez, a la Pantera. En toda Maratón hay alguien disfrazado, casi siempre, y POA no podía ser la excepción. Se trataba de un veterano, de pelo bastante largo, con una malla entera al estilo "luchadores de Martín Karadajián". Su diseño era de leopardo, o algo así. Una malla ajustada con tiradores arriba y colita apretada abajo. Digno de una foto que lamentablemente nunca llegamos a obtener. La verdad, no nos dio...

Al efusivo aliento de Fernando: "Arriba, Panteira do Amazonas", el vete-felino saludó con bastante seriedad. Lo más gracioso, es que en realidad no estaba disfrazado, él no parecía considerarse así, ésa era su vestimenta normal de competición, la que consideró apropiada para correr esta prueba. Fue de lo más llamativo que vimos por allí.

Frío constante, varios tramos de viento, y ahora la lluviecita. Está todo. Pero tampoco podíamos quejarnos, ¿qué preferíamos a cambio de ese clima invernal? ¿Acaso el calor y la humedad de los días anteriores? Negativo, Central...

La insólita transformación del clima el sábado previo fue una bendición para los corredores, otra hubiera sido la historia seguramente si todo continuaba como el jueves o el viernes previos, con temperaturas y sensaciones totalmente estivales para nosotros, donde no daban ganas de entrar al Hotel. Estábamos permanentemente vistiendo una simple remerita y bermudas.

El improvisado fondo que realizábamos en la noche del viernes, por la Costanera, encendería múltiples alarmas y preocupaciones, era impresionante la forma de transpirar, por un simple trote de algunos kilómetros por una zona harto abierta y ventilada. Se sentía como correr por el Parque Rodó en una de esas nochecitas del verano, en que el calor explota e invita a algunos o directamente fuerza a otros a sentarse en los muros de la Rambla, esperando a que la temperatura baje un poco como para poder entrar a dormir de una vez. Fue tal cual.


COMIENZA LO INTERMINABLE

Volviendo al recorrido de la Maratón, tomamos una curva a la izquierda y allí nos encontramos con la interminable y a la postre abominable Av. Ipiranga, con el hediondo Arroyo Miguelete entre sus dos vías, una curiosa y ancha avenida de dos vías, bien separadas por ese arroyo en el medio, con márgenes verdes y diversos puentes sobre calles y peatonales que lo cruzan.

Era tal la separación de ese larguísimo ida y vuelta de nuestro recorrido, que aún con buena vista costaba, en gran parte del trazado, reconocer a los corredores que allá a lo lejos volvían de ese monótono castigo.

Tal como lo narramos desde allá en nuestra página Web, parecía que llegaríamos al límite con Perú en cualquier momento, no se vislumbraba el retorno por ningún lado. Bastante exagerada la percepción, ¿no?

Pero lo cierto es que al menos estaríamos acercándonos rápidamente al Paraguay y a Bolivia. Fue como salir a Av. Italia a la altura de Tres Cruces y tener que ir hasta el Parque Rivera y luego volver por el mismo camino.

Vimos pasar los punteros de la prueba, de aquél lado, ya retornando. Repasándolo nuevamente ahora, no quedaba claro si los punteros hombres habrían ya superado a las mejores damas, seguramente no las vimos a ellas, pues esos 20 minutos deberían ser imbatibles aún para los mejores hombres, a esa altura de la carrera.

Ya era momento de estar atentos al pasaje de Luis Coyote Nogués, quien de no mediar ningún inconveniente, seguramente vendría por allí, entre los 10 ó 15 primeros.

No tuvimos la certeza de su posición relativa a los punteros en ese momento, no daba para llevar una cuenta detallada, pero lo cierto es que pasó al fin y lo vimos, le gritamos varias veces, a la distancia, al final levantó un brazo como acuse de recibo de nuestros desorbitados saludos: "Ta, ya está, ¡ya los escuché!"

El próximo objetivo a detectar, por supuesto entre tanta dama rezagada que seguíamos pasando en nuestra ida y la metódica corroboración de nuestros parciales, era ver retornar a Susana. Ya era hora para verla volver.

Efectivamente, Susana ya regresaba de ese aburrido recorrido, a nuestros desaforados gritos de aliento, ella responde a lo lejos con un gesto de saludo. A la distancia nos imaginábamos su clásico "¡¡¡Fuerzzzzaaaaaaaa!!!", de tantas batallas AAUenses.

El monótono tramo sobre la Av. Ipiranga produce confusiones ahora en la recopilación ordenada de los recuerdos. El regreso por ella, si bien retornamos algo más cansados que a la ida, pareció resultar algo más corto. ¿Habremos cortado camino, Doctor?

Tal vez la incertidumbre a la ida, el hecho de no saber exactamente dónde girábamos en "U", o bien al retornar, el incentivo de dejar esa Avenida para siempre, con el agregado de poder ver y constatar hacia el otro lado que evidentemente no éramos los últimos de la prueba, constituyeron un paliativo a la tan desgastante experiencia.

Podemos citar algunos puntos que recordamos a la ida, aunque tal vez el orden real no se refleje fielmente en el relato. Por ejemplo, vimos una de las damas rezagadas quitándose todas las prendas inferiores a la vista de todos, ensayando infructuosamente una pose escondida junto a un arbusto, para una escala técnica ya obviamente impostergable. Era como orinar en Av. Italia y Veracierto, un domingo, a las 8 de la mañana.

Recordamos también numerosos policías, de ambos sexos, cortando el tránsito en las bocas de los puentecitos que cruzan la avenida. De fondo, se percibía el mayor de los alientos de la desierta Porto Alegre, en lo que refiere a espectadores específicamente, al menos a esa hora y en ese lugar.

Una multitud de bocinazos nos daban aliento a nuestro paso....¿o acaso era una señal de desaprobación por haber partido la ciudad en 8 porciones, por veinticinco tarados que iban corriendo?

Efectivamente era lo segundo. Al igual que Buenos Aires, la ciudad "soportaba" la Maratón casi a disgusto, era inverosímil que cortaran 8 de Octubre a la altura de Propios y todo por culpa del pasaje de unos pocos lunáticos chupando frío con esa poca ropa. "Sáquenlos de la calle de una buena vez, ¿por qué no los paran a ellos ? Déjennos pasar!!!" parecía leerse en el bullicioso "aliento" de los impacientes automovilistas.

Un hecho curioso que notamos, fue que ninguno de los agentes que controlaban el tránsito era adicto a los SMS, un mal ya tan clásico en nuestras latitudes. Lo mismo habíamos notado con la multitud de transeúntes que invadía las calles peatonales y semi-peatonales (buses y gente compartiendo el asfalto) del centro en días anteriores. La gente hacía buen uso de los celulares, pero nunca escribiendo, siempre con el terminal pegado a la oreja. Seguramente lo accesible respecto a nuestras tarifas hace la diferencia en esta costumbre tan criolla.

En ese largo tramo también dejamos atrás diversos "superhéroes", de ambos sexos, la mayoría seguramente eran locales, impecablemente ataviados, luciendo sus bati-cinturones con un sinfín de adminículos, bati-granadas, morteros, pociones mágicas en llamativos recipientes y quién sabe qué otra cosa más portaban en la cintura.

El posterior seguimiento meticuloso de estos personajes, incluso alguna Chica Super-poderosa, nos confirmaría que ya estaban dejando y descartando algunas de sus armas por el camino.

Esto también nos sirvió de recordatorio para echar mano a nuestra añeja riñonera, para ingerir el primer Gel sabor "Morango-Guaraná", en oportunidad de interceptar el puesto de agua más cercano al km 15. La cámara permanecía también allí dentro, inmóvil por decisión propia, para no gastar energías adicionales en banalidades.

Con respecto a la hidratación, la misma se llevaba a cabo mediante unos cómodos vasos de agua con tapa de papel aluminio, al estilo Nativa, un poco más angostos y más altos. La mayoría de ellos estaban a una temperatura prácticamente natural. Eran extraídos casi tibios desde las cajas de cartón. Casi no daban abasto a nuestro paso los numerosos voluntarios encargados de esta importante tarea.

El agua estaba presente cada 3km y el Gatorade se intercalaba aproximadamente cada 3 ó 4, a partir del km 12, que habíamos dejado atrás ya hacía un buen rato.

Inauguramos entonces esa ingesta con un Gatorade frío sabor pomelo, limón o similar, contenidos en vasos de papel encerado a medio llenar, como es de costumbre. Los 2 primeros puestos parecían suministrar esta sustancia bastante adulterada con agua. Luego el sabor se normalizaría, ya parecía puro a partir del tercero y hasta el final, incluso en otras variantes de sabor más apetecibles.

En algún tramo de la ida, superamos a Mabel del Villa Española, esposa y compañera de equipo de Víctor Amarillo, del cual tampoco teníamos noticias desde que habíamos conversado con él al final de la cena de pastas, donde nos contó de su accidente en oportunidad de la Etapa del Villa. Un anécdota increíble, del cual aún arrastraba notorias secuelas en una mano, entre otras.

Nuestro ritmo seguía siendo totalmente constante. Para alegría y satisfacción nuestra, los parciales que cantaba Fernando encajaban exactamente en lo previsto. No recordamos ahora un parcial que superara los 10 segundos con respecto al ritmo previsto.

Seguía siendo constante también el regreso de atletas por la otra senda, pero ni miras de alcanzar aún el punto de retorno. Superamos también por allí, en algún momento, las extensas instalaciones de una Universidad (lo siento, les debemos el nombre), con un grupo de jóvenes sobre la entrada que nos miraban con un dejo de asombro y algo de indiferencia, todo muy lejano a un aliento o algo parecido.

A esa altura ya habíamos tenido nuestros primeros sobrepasos alternados con otro personaje que se introduce en esta historia, que venía muy parecido a nuestro ritmo. Se trataba de "el loco de la vincha".

Era un brasileño vestido de remera negra que venía, a esa altura, acompañado de algún pacer también local, nada que llamara la atención mayormente salvo por....su corte de pelo.

A la altura de donde cualquiera usaría una vincha para detener el sudor, este hombre tenía el pelo cortito, un perfecto anillo de pulgada y media de ancho, con el pelo bastante raleado, casi cortado a cero.

Bromeábamos con la comparación, como bien acotó Fernando, de las piedras que no dejan crecer el césped en un jardín. La cabeza de ese bayano era tal cual, como que le habían retirado algo de allí, dejando a la vista el pelo que no pudo crecer en la penumbra.

Por allí también divisamos y alentamos a 2 ó 3 uruguayos al pasarlos, identificados con una Estación de Servicio de Capurro (¿?), los cuales veríamos nuevamente luego al terminar.

De la pareja de veteranos uruguayos, compañeros de bus, que vimos en los primeros 2 ó 3 km ni había ni noticias, seguramente habrían aumentado el ritmo e irían ya bastante adelante nuestro como para identificarlos a la distancia.

¡Al fin se observa sorpresivamente el retorno de la interminable Avenida! Retornamos por uno de esos puentes, doblando en "U" a la derecha. Ahora veríamos nuevamente todo ese entorno, pero desde el otro lado, el más glorioso y disfrutable, el de la esperada vuelta.

Desde allí comenzamos a divisar toda la gente que venía detrás, que no era poca, damas muy rezagadas y hombres que poco a poco también comenzaban a padecer el mismo mal.

Al poco rato de haber dado la vuelta, divisamos a Víctor que se puso a la par de su esforzada esposa Mabel. La verdad que nos dio una alegría por ambos, por el hecho que pudieran terminar ese martirio de la Ipiranga juntos.

Fernando se apartaba de la calzada por una segunda escala técnica, la responsabilidad de marcar y mantener el ritmo recaía nuevamente en solitario, con el nuevo temor de tener que seguir solo el resto de la prueba.

Nuevamente la energía eléctrica nos llama la atención, encima nuestro, las columnas de alta tensión emitían unos zumbidos y chasquidos muy llamativos, indicaban una segura descarga por alguna parte, debido a la humedad reinante. No invitaban para nada a correr debajo de ellas. Era curioso ver líneas de quizás 150 ó 500 mil voltios tendidas en medio de la ciudad. Bien de brasileños.

Continuaban los encuentros con el portador de la vincha, con quién hablamos y confirmamos que teníamos las mismas expectativas de tiempo total, por lo que continuamos juntos el trayecto. Resultó ser un corredor local de la propia ciudad.

A nuestro improvisado pelotón, se sumaba ocasionalmente algunos otros corredores, siempre locales. Se trataba de atletas que lográbamos alcanzar y superar, o bien gente que venía incrementando su ritmo, desde el fondo. Como siempre sucede en este tipo de carreras, hay gente que viene, se queda un rato, se va de a poco o se vuelve a retrasar, para luego aparecer nuevamente en los kilómetros siguientes.

Ya a esa altura de la carrera la irregularidad de algunos ritmos llevaban a esas situaciones, aunque llamativamente no era el caso nuestro, pues seguíamos con una curiosa regularidad, si se quiere como nunca antes, sin ninguna ayuda externa, como la de un pacer. Nada de nada, todo salía en forma natural, prácticamente al ritmo de nuestros últimos longs.

Irreversiblemente nos acercábamos ya a la primer media, Fernando ya se había conectado nuevamente con nuestro pelotón de invitados variables, luego de su escala.

Ya el pasaje de atletas por la vía de ida se limitaba a algún caso muy rezagado, o directamente ya no pasaba nadie por allí.

El clima se mantenía constante, cielo totalmente encapotado como para llover, frío y viento desde direcciones totalmente desconocidas para nosotros, ¿sería Pampero? ¿sería Sudestada?. La llovizna había desaparecido, pero siguió latente casi hasta el final. Recordamos unos tímidos amagues de salir el sol, pero no antes del km 32~34.


TERMINAMOS LA MEDIA, MALOS RECUERDOS

Alcanzamos el Mojón 21, y luego la posterior marca especial de haber ya cumplido la primer Media, con el respectivo control de alfombras, más el posterior y cercano puesto de agua del 22. Ya a esa altura habíamos echado mano a la riñonera, en busca del segundo "Morango-Guaraná", que fue consumido por el km 20.

Nuestro pasaje por la media se registraría oficialmente en 01:59:22, lo que llevado a 21097 metros representa que aún teníamos 10 segundos de "crédito" con respecto al pace de 05:40/km pactado, sin olvidar los casi 50 segundos que perdimos al largar. A esa altura éramos unos relojitos y los registros no hacían otra cosa que confirmarlo.

Y ahora..¿ya está? ¿Nos mandamos ahora la "Gran Capo" ya con un bus desde la Ipiranga, o tenemos que seguir corriendo todo el resto?

No pudimos evitar pensar lo que allí comenzaba: la otra mitad. Era perturbador hacer paralelismos con la aún reciente Media de Punta del Este y su magro desempeño, saliendo de una gripe. Era comenzar otra vez esa experiencia, pero con unas piernas ya con un "pre-fondito" realizado de 21k.

En realidad, no comenzaba la segunda parte. Personalmente una vez más pudimos comprobar, al menos así la percibimos nosotros, que la Maratón en realidad se compone de "3 mitades", de distancia diversa.

Estábamos ahora comenzando el segundo tercio, no representa ni el más ameno ni el peor, pero sí el que llamaba casi por primera vez a tomar un poco de conciencia. Ya la primer etapa, el primer tercio "el de correr en piloto automático" había concluido con la derrota del mojón 21.

Estábamos comenzando a recibir señales (simples y débiles por ahora) desde allí abajo, denunciando la presencia de ambas piernas. Nada parecido a amague de calambre ni molestia notoria, pero si obligaba a correr un poco más pendiente de lo que pudiera aparecer.

Digamos correr un poco más expectantes, estábamos ya comenzando el segundo tercio, el de "correr con las piernas, con el piloto en modo manual".

En varias ocasiones tuvimos que blanquear la mente para evitar recordar esa magra experiencia cercana de Punta del Este.

En definitiva, una Maratón no era la suma de 2 Medias, una a continuación de la otra, ni nada parecido. Ya lo habíamos comprobado sobradamente.

Aquella conclusión nuestra en abril de 2005 al concluir nuestra primer Media, precisamente en Punta, llegando a esa cuenta equivocada, ya estaba muy sepultada en el pasado, con varias lápidas de 42km arrojadas encima en forma categórica.

Pero aquel recorrido de Punta del Este 2008, ya de vuelta por la Av. Francia, paralela a la Rambla de la Mansa, hacia la Parada 5 y luego hacia la Brava, todo hecho por dentro, nos venía constantemente a la mente.

Un poco por eso, otro poco por las reiteradas faltas al entrenamiento planificado y quién sabe que otro componente, de a poco fuimos decayendo personalmente en el ritmo durante los kilómetros sucesivos.

Aún no llegábamos al mojón 23-24 cuando en algún tramo logramos interceptar y sobrepasar a Julio C. Barreto, de Nacional. Con su clásico y sonoro paso, el roce de la suela contra el asfalto, la profunda respiración.

Con respecto a su figura, surgió la comparación con una gran maquinaria de vapor, con la sala de máquinas del Titanic y sus calderas trabajando a pleno, bielas subiendo y bajando, el cigüeñal gigantesco girando y vibrando, gente paleando carbón a full.

Nuestro aliento al alcanzarlo, hizo referencia a que él conocía cada cuadra recorrida, cada piedra que pudiera aparecer, a través de las múltiples ediciones que ya había corrido en Porto Alegre. La ciudad ya no podría presentarle ninguna sorpresa a esta altura.

En algún momento no muy claro en los recuerdos, suponemos que fue a partir del km 25-27, Fernando se comenzó a alejar lenta pero irreversiblemente, lo que indicó a las claras que nos estábamos quedando, muy de a poco al principio. El amigo de la vincha, por allí adelante, estaba cada vez más lejos también, era otra prueba innegable de nuestro quede.

En esos kilómetros tomaríamos por algunas calles mas estrechas, más cerradas al menos que la Av. Ipiranga, eran "más barrio" lo que ahora estábamos cruzando.

En alguna parte de ese tramo, alcanzamos a Karina Coyote, compatriota que apareció de entre un mar de brasileños que sufrimos durante unos cuantos kilómetros monótonos y constantes en ese sentido.

La ausencia total de extranjeros a esta carrera fue penosamente notoria. Los uruguayos que fuimos allá no representábamos más del 10% del total, pero parecíamos ser los únicos extranjeros de la prueba, generalmente nos identificábamos claramente en esos diversos idas y vueltas del recorrido, aunque fuera a la distancia.

El aliento a Karina fue inicialmente en vano, pues ella venía con auriculares. Hasta que no la superamos, no se enteró de nada, luego devolvió el saludo amistosamente.

"Arriba, arriba que esto es como correr por la Rambla", le dijimos, ensayando un aliento, diciéndole algo que ni nosotros mismos nos creíamos a esa altura.


¿ QUÉ ES LO QUE QUERÉS ?

Casi coincidentemente con este sobrepaso, un atleta local nos pregunta algo, luego prácticamente nos increpa en busca de una supuesta respuesta. Vaya a saber qué quería saber, haciendo aparatosos ademanes, en un portugués totalmente inentendible.

No nos queda claro si el veterano olvidó su dentadura para correr y por eso no se le entendía nada, o bien si su estado mental ya estaba bastante alterado. Tal vez nuestra mente ya se comenzaba a nublar un poco también. Seguramente fue una combinación de todo ello.

Faltó poco para que nos tomara de nuestra gloriosa casaquilla, a falta de solapas para sacudirnos, para que le contestáramos lo que él quería de una buena vez. Todo un misterio que corchos quería saber. "¡¿¿¡Vocé nao entende!??!" repetía gritándonos a escasos centímetros, casi se frente, como asombrado e implorando al cielo por una respuesta. De terror. "No, hermano, no te entiendo, soy 'estrangeiro'", le llegamos a decir.

No conforme con eso el brasileño, en definitiva apuramos un poco el paso, le dijimos: "No me jodas, no te entiendo un carajo, chau!!!" y nos alejamos de él for ever.

Transitamos ahora por calles que reflotaban quién sabe qué recuerdo sepultado de otras ciudades, por similitudes todas muy subjetivas, obviamente. Estábamos ahora corriendo por la paralela a Gorlero, hacia el Faro, y luego por el centro de Atlántida, en dirección a la Rambla. Un colage de estupideces mentales. Lo cierto es que llegamos a una avenida cercana a un Shopping que nunca visitamos, esa zona tenía un aire -también subjetivamente- bonaerense.

Comenzaban algunas zonas verdes que, a pesar de no haber sido conocidas de día, sino durante la noche (por la Pasta Party), ya nos daba la clara certeza de estar cerca del Patio Gaúcho.

Por lo tanto, nuevamente y de a poquito estábamos quedando cerca de todo, de la largada, llegada, nuestro hotel, otra vez los conitos, todo aquello. Era como completar una vuelta más de un circuito de la AAU, donde a los organizadores se les había ido obviamente la mano con el metraje. Terrible vueltita era la nuestra.

Fernando y el "vincheiro da rúa" -suponemos un poco más adelante-, ya se habían alejado bastante. Aún se divisaba claramente, pero la distancia ya resultaba mental y físicamente indescontable.

Corría, posiblemente, el km 30, donde echamos mano al tercer sachet de Gel. Ahora quedaría en nuestro poder solamente uno, previsto para el km 36-38, de otra marca. Este último era Power-Gel, "Frutos Tropicais", mientras que los anteriores eran marca Excel. Brasileños todos, pero adquiridos en Montevideo.

Transitamos ahora por algunas "calles de Pocitos" y volvemos a pasar por el corte con la avenida que inició la largada, que era por lejos el lugar donde había más espectadores, incluso muchísimos uruguayos. Todo por no decir que era casi el único sitio que demostraba interés por la Maratón de todo el territorio brasileño.

Volvemos a la zona de conitos, el conocido aerocarril, luego de haber pasado por debajo de algún puente o viaducto, en algún momento, suponemos que un poco antes.

Los recuerdos por momentos se fragmentan, es difícil, a unos cuántos días de haber vivido todo ésto y tal vez en un estado físico-mental del momento no ideal para retenerlos, realizar una narración en el perfecto orden en que sucedió.


¿Y ESTA GENTE DE DÓNDE SALIÓ?

Imprevistamente comenzamos a ver gente corriendo muy fuerte, casi al lado nuestro. Nos pasaban como postes, iban muertos de la risa. Los ritmos eran notoriamente más altos, miramos incrédulos sus dorsales, para constatar si era gente de la Maratón o una competencia paralela de 100 metros llanos y notamos que eran muy raros, pues poseían una barra y un dígito agregado al final.

Ellos transitaban a la izquierda de los famosos conitos y nosotros a la derecha, como quien dice entramos en esa trayectoria en forma totalmente involuntaria.

Seguramente todo se había armado así para que se pudiera llevar a cabo la Maratón por postas simultánea, en ese tramo preciso del circuito, había incluso otros mojoncitos pero ahora a nuestra izquierda, que despistaban bastante al principio, pues iban del 1 al 9. Para éso eran los famosos conitos y recién ahora lo acabábamos de descubrir.

La "3ª Maratona Revezamento" suponemos que se realizaba en un circuito de 10km, hecho que luego por supuesto ni intentamos confirmar. Pero era claro que esos atletas voladores estaban en otra cosa y ahora nos sucedía al revés que con las damas rezagadas que lográbamos pasar, esto nos dejaba la moral a la altura del asfalto.

La diferencia de ritmos era notoria y para colmo, corrían paralelo a nosotros, a escasos metros. Analizarles detenidamente el dorsal era el único elemento que nos permitía separar una realidad de otra, en definitiva no podíamos estar tan muertos para que nos pasen o nos crucen así, al menos a ese momento de la carrera.

Nuevamente recorríamos el primer tramo de aquel ida y vuelta inicial, que nos llevaba nuevamente hacia el acceso de entrada a la ciudad. Allí logramos divisar a Gustavo "Veloz" Martínez de UF, quien a nuestra invocación de aliento, nos contestó: "¡¡No tan 'Veloz'!!"

Por suerte, en esta segunda ida hacia allá doblamos bastante antes que la primera vez. A la vuelta, en definitiva ya era la cuarta vez que pasábamos por allí, pudimos divisar nuevamente a Carlos Rutero Krul, al amigo de Ribeirao Preto, a JC Barreto, etc, todas las caras y camisetas que lográbamos identificar entre tanto desconocido local.

Como variante, ahora este regreso no nos conduciría otra vez a las inmediaciones de la largada/llegada, doblando a nuestra izquierda. Ya nuevamente estábamos allí cerca de la "palmera con pies", que visitó Fernando en la primera vuelta por allí.

Esta vez seguiríamos derecho, directo hacia la Costanera, pasando nuevamente por las inmediaciones de la llegada, pero desde el otro lado, por atrás.


INDEFECTIBLEMENTE SOLOS

En ese momento transitábamos por el km 32 ó 33. Fernando ya nos había tomado una ventaja considerable, que impedía verlo con claridad a la distancia, mucho menos en medio de esto recorridos para nada rectos.

La última vez que lo habíamos visto fue en el ida y vuelta -ahora más corto- que habíamos repetido. Como teníamos claro que nos dirigíamos al último ida y vuelta, estábamos seguros que lo volveríamos a ver. De esta forma, más o menos podríamos calcular cuánto nos habíamos rezagado al momento, al menos con respecto a él, que parecía aún mantener el ritmo original pactado.

En esos momentos, el sol insistía en asomar entre las abundantes nubes, pero esto fue un simple amague y solo duró un rato, pues ya al culminar la carrera el cielo volvió a quedar cerradamentre gris hasta la noche.

Lo que no teníamos muy claro a ese momento era cuántos km de ida constituían ese largo -e interminable, a esa altura de carrera- desplazamiento hacia el encuentro con el Beira-Río, el emblemático estadio del Inter de Porto Alegre.

Lo único claro era cuántos kilómetros faltaban en total. Se realizaba el cruce por la zona cercana a la meta, ahora por el otro lado, por la propia parte de llegada y no de largada como las veces anteriores.


¿OTRA VEZ NOS ALEJAMOS?

En definitiva, transitábamos ahora cerca del ansiado asfalto final que nos llevaría al maldito arco. Éso no hacía otra cosa que incrementar aún más la ansiedad por saber cuándo daríamos la vuelta en forma definitiva hacia el verdadero y definitivo final de la carrera.

La mayor concentración de espectadores se encontraba allí, sobre el nacimiento de esa avenida desde la Costanera, con la pequeña rotonda posterior previa a la llegada.

Divisamos allí un sinfín de uruguayos alentando, con banderas, a viva voz, incluyendo también el aliento de aquellos atletas que ya habían finalizado, como PS Coyote, como Andrés "La Bestia" Romero. Hacía "años" que ya habían llegado.

Nos brindaron su aliento, fue un último empuje anímico para poder terminar un nuevo y ridículo alejamiento con respecto a la meta. No nos pueden hacer eso al final, hasta llegábamos a ver el arco y aún faltaban 8 km !!!.

"Qué hacemos, Doctor, seguimos por esos 8, tomando a la derecha con la gilada, o....giramos ahora a la izquierda, en la rotondita y ya estamos prontos?"

Pensándolo más fríamente ahora, tal vez tenía algo en común con la primer Maratón de Colonia, la del 2006, donde ya todo parecía conducirnos hacia la meta, dentro del centro de la ciudad, luego del Supici, pero sin embargo teníamos que girar en sentido contrario a la llegada, para seguir recorriendo algunos kilómetros que aún estábamos debíendo.

Pero este caso resultaba ser peor, pues los mojones superados a ese momento indicaban que aún quedaban esos 8 km para recorrer. Distancia que una vez que hicimos cuentas y tomamos plena conciencia, la comenzamos a comparar con trayectos harto conocidos de nuestros entrenamientos cotidianos, como hacemos siempre a esta altura de cada M.

Al poco rato de iniciar la búsqueda del retorno que no aparecería nunca, ya veíamos venir a Fabiana Coyote Bugna, obviamente con un tiempo excelente. Aún descontándole los 20 minutos de ventaja iniciales que la organización le otorgó, a nosotros nos quedaría "toda una vida" para llegar a ese punto.

A los pocos minutos pasó también Gonzalito Coyote, quién también estaba confirmando un tiempo excelente, ya sin portar esos 20 minutos de ventaja.


EN ALGÚN MOMENTO HABRÁ QUE RETORNAR

Continuábamos buscando el puesto de hidratación propicio para ingerir el último Gel, intentando calcular constantemente cuántos kilómetros de ida restarían, pero todo basado en las caras que volvían.

Nuestra turbiedad mental no nos permitió, a esa altura, intentar mirar los mojones de la vía de regreso. Era "la justa" para obtener un saldo exacto de ida que restaba por recorrer.

En todo momento teníamos la ilusión de ver a la distancia la gorrita amarilla de Fernando, ya volviendo, señal indefectible de que ya no nos faltaría una eternidad para volver.

Este tramo de ida, en lo personal, fue por lejos la peor parte de la carrera, especialmente en lo anímico. En vez de acercarnos, nos estábamos alejando cada vez más de la llegada, hacia un indefinido punto de retorno, al menos dentro de los parámetros mentales que podíamos manejar.

Algún puesto de agua y Gatorade mitigó ese penoso recorrido, en uno de los cuales aprovechamos para ingerir el último Gel sabor "Frutos Tropicais", que estaba exquisito. Tal vez nuestro esófago y estómago, ávidos desde hace rato por algo un poco más sólido, se quedaron con todo ese sabor, pues a las piernas no llegó prácticamente nada. Casi ni una mísera señal.

Vemos retornar también a Ramón "X" Parodi, nuestro coyuntural compañero de habitación, quien parecía volver a un ritmo algo inferior al que él hubiera deseado. Esa aparición nos descolocó un poco. No estábamos para nada seguros si era que él venía bien y a nosotros nos faltaba aún un montón, o habría caído en su ritmo vertiginosamente y nosotros estábamos ya por dar la famosa vueltita para regresar.

¡¡Qué va, nada que ver!! Recién aparecería el majestuoso Beira-Río con una imponente bandera roji-blanca flameante. La cara más visible del estadio luciría orgullosamente la leyenda "Campeao do Mundo".

Con respecto a nuestras suertes, el coloso de cemento acrecentó aún más las expectativas de ver el retorno por fin, presuntamente cercano, pero no fue así.

Este tramo es obviamente el que más nos cuesta narrar ahora, pues también es el que más quisimos olvidar en aquél momento. Nos resulta imposible ahora evaluar por qué mojones íbamos transitando, sin hacer un pormenorizado e infructuoso estudio sobre el mapita que nos fue entregado conjuntamente con el kit.

Por alguna parte del final de esa ida, recordamos haber alentado a algún uruguayo que otro, como lo hicimos con todos los que vimos y durante toda la prueba. Inclusive con uno que lucía la clásica Nike amarilla con el mudo cartelito blanco atrás. Ese clásico estigma que nos identifica universalmente, un espacio previsto para la frase con la que nunca se llenó. Nos quedó mirando, ni siquiera fue capaz de levantar un dedo ante el aliento. Y bueno, allá él, suerte en pila. ¿Acaso era argentino? Supongo que lo hubiera dicho...


AL FIN, ¡¡¡ VOLVEMOS !!!

Atención, ya se divisa el retorno, es una experiencia increíblemente reconfortante, como el mágico aerosol luego de una terrible patada, al borde de la cancha. Aparece una extensísima rotonda con un plano algo inclinado hacia la izquierda.

Es decir, bajaríamos a circunvalarla en sentido anti-horario y luego la dejaríamos atrás, trepando nuevamente en repecho hacia la senda contraria a la que veníamos. Ojo, cualquier repechito de un simple grado se haría sentir a esa altura, pero la alegría de estar volviendo del Mato Grosso a la propia ciudad superaba cualquier recorrido. Y el repecho no era la gran cosa tampoco, para nada, simplemente que se recuerda porque nuestro último tramo era costero y por consiguiente totalmente plano.

Por allí superamos, antes de circunvalar, un último e inesperadísimo puesto de control. Era una alfombra celosamente custodiada por una única persona. Más que una alfombra, parecía un felpudito, pero en definitiva a esa altura de carrera la fila de atletas estaba tan diluida que alcanzaba perfectamente para controlarnos a todos.

Por allí estaba el mojoncito del km 38. Este control podría llegar a resultar la frutilla para la torta de la decepción que posiblemente vivió un atleta brasileño que conocimos en el hotel. No nos estamos refiriendo al "doble veterano del Gusano Alain", sino al otro atleta que coincidió con nuestra estadía en el hotel.

Nos referinos al super atleta de elite que nos contó a todos sobre sus aventuras maratonísticas en Boston, Nueva York, etc. Lo detonante del relato lo constituiría un testimonio posterior de Ramón "X", nuestro compañero de cuarto, quien aseguraba haber visto a este prestigioso atleta internacional in fraganti, cortando camino a través de uno de los puentecitos de la Av.Ipiranga, ahorrándose así una cantidad impresionante de kilómetros!!! Lamentable, ya ni en eso somos los campeones...

Volviendo al relato de los últimos kilómetros, lo amplio y despejado de la rotonda nos permitió volver a divisar a lo lejos a Fernando, antes de tomar la senda de regreso. Detrás de él, un veterano parecía ir envuelto en nuestro pabellón. No recordamos exactamente si se trataba de una bandera, o una remera que se asemejaba a ésta, pero de una forma o de otra era el más uruguayo de todos, identificable ya desde muy lejos.

Ese encuentro a la distancia nos dio nuevos bríos, pues si bien la rotonda era bastante grande, Fernando venía aún a muy buen paso, por lo tanto nosotros no habíamos decaído tanto como pensábamos.

Pero ya en ningún momento se nos pasó por la cabeza poder batir las 4 horas, a esa altura el sentimiento era LLEGAR y nada más. Pero en algún lugar del corazoncito, latía íntimamente la esperanza de por lo menos no hacerlo en peor forma que en Buenos Aires, es decir, no superar las 4 horas 15 minutos.

Cualquier puesto de hidratación sirvió de excusa creciente para parar a caminar, al menos estrictamente mientras bebíamos. Una vez que dejábamos de beber volvíamos a trotar, pero entonces los sorbos eran cada vez más largos, lentos y espaciados, ja, ja, ja...lo que le dicen "trampas al solitario".

En todo momento pensábamos que vendríamos a casi 07:00min/km, por lo que parar a caminar no significaría empeorar mucho nuestro ritmo. Pero en definitiva no fue así. Si bien perdimos totalmente la regularidad de los primeros 28-30km, hechos a 05:40, por allí vendríamos en el entorno de los 06:00~06:15/km, pero no lo sabíamos ni siquiera lo imaginábamos, pues hacía rato que estábamos ignorando el GPS por las constantes pérdidas de señal que habíamos tenido en las zonas menos abiertas del circuito.

La única referencia era buscar esos pequeños mojones al costado del camino, los cuales inexorablemente nos llevarían por ese -ahora un poco menos interminable- retorno, hacia la meta final.

Si bien ahora sabíamos exactamente cuántos eran y por dónde íbamos a recorrer nuestros metros finales y esto no es anímicamente un hecho menor, la falta de piernas cada vez mas creciente, por insuficiente entrenamiento, convicción previa, etc, etc, vaya a saber uno qué factores intervinieron en ello, hicieron bastante penoso también el regreso.

Volvimos por supuesto a encontrarnos, como en todo ida y vuelta anterior, con los uruguayos que venían un poco detrás nuestro, Carlos, JC Barreto y algún otro conocido "de vista".

Pero ahora también lográbamos visualizar toda esa gente que venía bastante más atrás, dado lo largo de este retorno final. Estábamos yendo desde la Escollera Sarandí hasta el Parque Rodó y ahora retornando a ella nuevamente, donde estaba la meta.

Se veía muchísima gente que caminaba y trotaba intermitentemente. Algunos ya ni siquiera alternarían, era solo caminar lo de ellos a esa altura, y en algunos casos lo hacían hasta charlando animadamente entre ellos.

Realmente debe ser muy penoso tener que terminar la M así todo caminando, de corrido, les faltaba toda una vida para alcanzar aquella maldita rotonda, ubicada cerca del límite con la República Bolivariana de Venezuela !!!

ESTAMOS AHÍ, A UN PASO

Ya nos quedan tan solo un par de kilómetros, es como ir desde el Puente Carrasco a casa, pensábamos, "¡¡¡estamos ahí al toque!!!". Los cada vez más abundantes espectadores nos hacen saber, a nuestro paso, la inminente cercanía de la llegada, también lo hacen los atletas que vuelven atrás a buscar a sus amigos.

Por allí vino el aliento de los Coyotes, de Leonardo, de Andrés, quién incluso nos acompañó unos metros e improvisó una foto del cadáver antes de cerrar el cajón.
Fue un nuevo ingrediente para sustituir la falta de glucógeno muscular y glucosa hepática, cuyos indicadores estaban ya ambos en cero, con sus sonidos intermitentes de alarma. El motor ya fallaba constantemente, como si quedara poca nafta en el tanque y las sacudidas del recorrido provocaban la entrada de aire a la manguera de salida, arrastrando toda la basura del fondo.

Por lo menos pudimos evitar o al menos controlar, ya desde el km 32~33 y hasta el final, algunos amagues de calambres, alterando un poco el paso, la pisada, el desplazamiento de la pierna afectada, levantando más, levantando menos, qué se yo, algo que uno tiene que ir aprendiendo si se mete en ésto y en definitiva no se preparó como corresponde.

La única molestia irreversible, hace varios kilómetros, era sobre la uña del dedo gordo derecho. Estaba seguramente ya herida de muerte, no había forma de acomodar la media sin detenerse, solamente flexionando los dedos repetidamente como nos ha alcanzado en otros casos similares.

Pero esto tampoco impediría seguir, no era nada del otro mundo. En definitiva, en la actualidad sigue tan ennegrecida como luego de esa carrera. Sin llegar a estar negra-negra, ni se cayó, ni se mejoró, solamente quedó ahí, como recuerdo de la batalla librada, pasando a hacer juego con algunas otras compañeras dañadas en los longs de preparación.

Nos acercamos a la pequeña rotonda que nos conduce a la meta, ya casi se percibe, se adivina el arco luego de la curvita a la derecha, la multitud alentando. Con muchos uruguayos allí presentes, hace que uno no sienta nada, NO PAIN, es el memorable momento del arribo, todo pasará y pero éso quedará, ese sentimiento de alivio y emoción, el de la tarea cumplida.


¿MI TIEMPO? YO QUÉ SÉ, QUIERO COMERRRRRR

Resultaron ser 4 horas, 4 minutos y monedas de una mezcla total de sensaciones, como siempre. Trotar por nuevos escenarios, acompañados de gente que quizás nunca volveremos a ver y ni siquiera recordar.

Luego vendría el cambio gradual de "city tour" a "trote conciente" y por último, la abrupta conexión directa entre la mente, el corazón y el asfalto, ya las piernas no cuentan. Las "3 mitades" de siempre de una maratón.

Como jamás nos sucedió en otras batallas similares, nuestros ojos se hidrataron abruptamente, seguramente con un fluído más salado que nunca, or la falta de glucosa. Pero esas lágrimas no se debieron para nada a la emoción de arribar por sí, tampoco por estrecharse en posteriores abrazos con los amigos que ya llegaron o llegarían, ni tampoco por el tiempo impuesto, pues no teníamos una idea clara, a pesar de haber detenido apropiadamente el GPS, pero ni haberlo mirado. Los 2 relojes del arco (tiempos de hombres y mujeres), no hacían otra cosa que provocar vómitos ante cualquier intento de calcular cuál era en definitiva nuestro tiempo.

Tampoco era una conmoción por la tarea cumplida, por haber sumado un nuevo gran mojón, como todo haría pensar. Tampoco por formar parte humildemente del mosaico de atletas que representó al paisito allá tan lejos. No, nada que ver.

La gran emoción, el estado de euforia descontrolada que nos embaucó en gran forma y que a la postre tambaleó nuestra voz al teléfono, en comunicación con nuestra familia desde la propia largada recientemente alcanzada, se debió a un motivo con muchísima menos trascendencia de lo esperado.

FUE LA EMOCIÓN POR SIMPLEMENTE TERMINAR AQUÉL SUFRIMIENTO DE UNA BUENA VEZ, DE NO TENER QUE CORRER NI TROTAR NI UN SOLO METRO MÁS !!!

El solo hecho de pensarlo nos llenaba de satisfacción, casi hasta las lágrimas, nuestra única o máxima preocupación ahora solo sería comer todo aquello que nos habían obsequiado al llegar, salvo la medalla, obviamente.

Una ingesta tardía que sustituiría la tan esperada fruta que de antemano se sabía que no iba a haber y que nosotros a pesar de ello esperamos insólita y estúpidamente durante toda la carrera, no habiéndola procurado de antemano y transportado por nuestra cuenta en la riñonera. En esa memorable y arbolada avenida, comimos las bananas, cereales, una exquisita magdalena con bastante miga y hasta un juguito. ES-PEC-TA-CU-LAR.

Pero en definitiva, una parte del botín que acumulamos en forma tan angurrienta, lo donamos a algunas "crianças" que demandaban alimento por allí, "aprovechándose" de la turbiedad mental de muchos de nosotros.

Sin embargo si ahora miráramos en retrospectiva, el "sufrimiento" fue mucho más leve que para las anteriores maratones. Ya en Buenos Aires habíamos terminado realmente bien, bastante mejor que en las anteriores, incluso sin luego haber podido descansar ni una sola hora de esa tarde.

Y en POA por suerte terminamos muy bien también, a pesar del pesado viaje posterior de 11-12 horas, al otro día estábamos trabajando como si se tratara de un lunes posterior a una etapa de la AAU, no fue mucho más que eso.

Es mucho más seguro que la primer carrera de 10km que corrimos allá en el 2004 nos melló mucho más que cualquiera de estas 4 maratones, resultando cada vez más "inocuas" para nuestro desgastado chasis. Y eso nos lleva a pensar, que "nada se pierde, que todo se acumula", aunque de a poquito, cada metro entrenado sirve y no se pierde así nomás si uno luego no se hace el loco por demasiado tiempo.

Pero también nos viene siempre a la mente la idea de que no nos hemos aún esforzado lo suficiente, como le debe pasar a unos cuantos, siempre nos queda la idea que aún no alcanzamos nuestro tope físico ni mental, que debemos no ser tan vagos al respecto.

Ni hacer grandes pausas de descanso total luego de una M o durante el propio inicio del año, ni tampoco deberíamos saltearnos tantos días de salida como hicimos para POA.

Hasta nos cuestionamos esa misma tarde seguir repitiendo este plan casi para primerizos que ya repetimos 4 veces. Ya queremos, ya estamos para "algo más".

Volviendo al momento de la llegada, luego de los saludos y fotos de rigor, siempre esperando atentamente por algún amigo más que estaría ya al llegar, como Carlos Rutero Krul, JC Barreto, etc, retornamos caminando al hotel, por el mismo camino que al llegar, sin pena ni gloria, pero ahora con cierto peso en el pescuezo, nos traíamos la medallota.


LA HISTORIA VUELVE A REPETIRSE....Y VAN...

Y también tendríamos el resto del día totalmente libre, especialmente desde el punto de vista mental. Ahora nuestra mayor preocupación era hacer las valijas.

Esta M ya pasó, en el horizonte ya se comienza a vislumbrar la próxima, este año hay unas cuántas al alcance de las piernas, ya comenzaría nuevamente la ansiedad por ver cuándo comenzar específicamente a entrenar para ellas, con qué plan, cuáles serían los cómplices para hacer los longs, etc, etc.

Ese fue el pensamiento predominante durante la reparadora ducha posterior en el hotel. Hacía una hora y media festejábamos con gran emoción el esperado final de todo ese sufrimiento y ahora, ya estábamos nuevamente con la cabeza metida en determinar cuándo sería la próxima dosis.

Si esto no se trata de una poderosa droga, que alguien nos lo aclare y explique. A veces llegamos sinceramente a pensar si esto no resultará realmente perjudicial mental y físicamente, esto va en serio.

Pero al tratarse de un ejercicio físico, por más mal que lo estemos llevando adelante, no podría ser tan dañino, verdad ?

A veces, al analizar lo monotemático de nuestras charlas, al intentar "oírse desde afuera", hablando con otros pares cercanos, nos hace pensar totalmente lo contrario. Vienen a nuestra cabeza las palabras tan acertadas del Marciano Durán, todo lo que expresa sobre "Esos locos que corren", con total conocimiento aparente del tema. Cualquiera que se encuentra sumergido en estas tinieblas, se debe sentir plenamente identificado con esas líneas.

Y ya no se encuentra consuelo en drogas más suaves. Ni por asomo, como bien podría ser el Campeonato de 10k de la A.A.U. Ya nada sería igual al regresar de una M, una vez más. Es lo mismo de siempre, pero cada vez es peor, más penosamente adictivo y de efectos crecientemente pasajeros.

¿ Cuándo es la próxima ?, ya no soporto más y al escribir y revivir todo ésto, mucho menos !!!

19/01/2008 - Circuito Nike Cono Sur 08 - José Ignacio

por Fernando Cuervo

La idea de correr esta carrera nació cuando recibí el mail de Nike anunciando la prueba y fuí "picado" por las ganas de correrla.

Una vez infectado con el virus de querer correr esta carrera, entré en la fase de latencia de la enfermedad, la portaba pero no la contagiaba, donde me dediqué a la búsqueda de información de la edición del año anterior.

Parece ser una rara enfermedad, porque no encontré absolutamente nada pero íntimamente yo ya sabía que el proceso era irreversible y solo culminaría el 19 de Enero en José Ignacio.


A todo ésto, comenzaba la fase de contagio del virus, intentando entusiasmar gente para que se sumaran a la aventura.

Dada la beningnidad del virus, solo contagié a Rosario Cuervo que como no podía ser de otra forma se interesó inmediatamente, pero no por la carrera sino por el color que tendría la camiseta, si habrían modelos diferentes para hombres y mujeres, color de los chips, etc, etc..


El día de la carrera, a las 16:00 ya estabamos en la línea de largada con la indumentaria y el chip colocado prontos para largar. A esa hora estaba todo armado en la playa al este del Faro, con dos arcos inflables amarillos, reloj, escenario con música, la animación de Alejandro Figueredo, promotoras de las marcas auspiciantes, etc., pero habían pocos corredores a esa hora, supongo que porque la carrera estaba anunciada a las 17:00.

Sin otra cosa que hacer hasta la hora de largar, nos pusimos a buscar caras conocidas. Sobre un costado vemos que están calentando Ernesto Zamora y Martín Cuestas, después vemos a José Amaral y Valeria Juárez, corredores de la Agrupación X.

Estuvimos conversando un rato con ellos para tratar de averiguar algo sobre la carrera, como el recorrido, hidratación, distancia, etc, pero estaban como nosotros, desconociendo prácticamente todos los detalles.

Al final José salió 10º en la general y Valeria 2ª en la categoría damas.

El único dato que yo tenía, era el comentario que me había hecho una chica que corrió el año anterior y me había dicho "ojo que la carrera es durísima". Lamentablemente, en ningún momento me pude olvidar de esas palabras.

Quince minutos antes de largar sube alguien al escenario a explicar cómo sería el recorrido, dónde estarían los dos puestos de hidratación (aaahhh...menos mal...no tendría que correr con esas 2 botellitas en la mano), cómo estaría señalizado el camino, etc.

A las 17:15 largamos unos 300 corredores luego de una ruidosa y festejada cuenta regresiva. Salimos rumbo al este por la playa, el cielo estaba bastante nublado y había un muy agradable viento fresco.

Había además, en la arena de la playa, una franja de arena de varios metros de ancho que permitía correr con mucha comodidad. A esta altura yo pensaba "ojalá sea toda la carrera así, ésto es una papita..", pero por otro lado recordaba
"ojo que la carrera es durísima".

Corrimos aproximadamente 1,5 km por la playa a 6'/km. A esa altura de la playa, había unos banderines y unas cintas azules que nos indicaban que debíamos internarnos en los médanos. El efecto de meternos en los médanos fué increiblemente "shockeante", ya que la transición de correr por arena dura con una brisa fresca a meterse en la arena blanda y nada de viento fue desanimante, ahi por lo menos la sensación termica era de unos 10 grados más que en la playa, nuevamente me sonaba en la cabeza "ojo que la carrera es durísima".

Por lo que supe, nos estabamos metiendo en un campo privado, que tenía caminería de balastro y en otras partes de adoquines. En este punto la sensación era neutra, no estaba cansado, no tenía sed, podía ir más rápido pero preferí cuidar energías porque seguía escuchando las palabras... sí, esas.

Escucho a un corredor, supongo que era un entrenador, el cual le iba dando constantes instrucciones a una chica, supongo su entrenada, que debía mantenerse a 6'/km. Confirmé con él si intentarían hacer toda la carrera a ese ritmo y me dijo que sí. Baahhh no me dijo nada...movió la cabeza en forma afirmativa.

Intenté quedarme con ellos para desentenderme de mantener yo el ritmo, pero un par de kms más adelante, se empezaron a quedar demasiado, por lo que decidí dejarlos y hacer "la mía".

Aprovecho para comentar que en esta carrera a diferencia de las de la AAU nadie hablaba, es más, todo intento de conversar fueron respondidos con la más absoluta indiferencia. Te miraban, confirmaban mentalmente que no te conocían y daban vuelta la cara y ni bola.

Llegamos al km 6 donde estaba el primer puesto de hidratación y no estaba ni siquiera agitado, aproveché a tomar una botellita de agua para más adelante, por si la necesitaba.

Después nos metimos en un monte de pinos, donde abundaban los árboles caídos, ramas, subidas y bajadas, varios alambrados (5 ó 6, mas o menos), lugares con bastante barro, bordeamos una laguna donde había que meter completamente los dos pies al agua.


Hasta aquí iba entero, ya que las propias dificultades del terreno servían para descansar, porque había momentos que debíamos detener completamente la marcha para sortear los obstáculos.

Mas de una vez me vi tentado de apurar la marcha cosa que hubiera podido hacer sin problemas pero recordaba "ojo que la carrera es durísima"...

Salimos del monte de pinos y entramos a un terreno de bañados donde se podía correr con bastante comodidad, a esta altura los corredores iban en fila india, era algo muy pintorezco mirar para adelante y para atrás y ver esa fila de camisetas amarillas destacándose en el verde del campo.

La salida de este bañado fue en la Ruta 10 a la altura del puente sobre la laguna José Ignacio, pasamos por debajo y salimos en la playa del otro lado donde estaba el segundo puesto de hidratación.

Pregunté a uno de los muchachos de la organización cuánto faltaba para llegar y me dijo "poco más de 4.5 Km".

Así que "solo" quedaba recorrer toda esa playa que moría en el faro y listo. Tomo 2 vasos de agua y corriendo me empiezo a arrimar a la orilla para ir por la arena mojada que seguramente sería como una veredita hasta la llegada ...pero...pero...pero...¿y la veredita de arena dura?

Pero la pmqlp, no habia un centímetro de arena dura, era todo arena bieeeennnn blanda, de ésa que te enterrás hasta el tobillo y no te permite dar 2 pasos iguales.

Por suerte, enseguida me di cuenta que había que tomarlo con calma y tratar de agarrar un ritmo y no quemarse la cabeza con lo que faltaba. Por suerte me dio resultado y fui así pasando muchos "cadáveres" que seguramente fueron víctimas de la arena blanda, ahi si me acordé de "ojo que la carrera es durísima".

Y en esta parte no hay dudas que tenía razon, posiblemente ella se quedó con la impresión de este último tramo en la mente. Subimos unas rocas, bajamos y volvemos a subir (¿pero dónde está ese faro de mier...?).

Por fin aparece el faro y tomamos una callecita de balastro, la gente nos mira como diciendo ¿y estos locos de amarillo de dónde salieron?

Ya con el faro a la espalda y los arcos de llegada a 300 metros, aparecen Magui y Rosario a buscarme, sacan algunas fotos y cruzamos la meta en 1:43.

Bien ya está, no estoy muy cansado, pensé que iba a ser peor, me pongo otra vez a buscar caras conocidas y no veo ninguna, damos unas vueltas por el sector de llegada sin saber muy bien haciendo qué, hasta que Rosario me dice "vamos si querés llegar a tiempo a la San Antonio", y arrancamos rumbo al auto.


Fotos con las medallas, cambio de ropa y prontos para irnos.
Arrancamos lentamente en el auto tratando de ver la playa el mayor tiempo posible, donde todavía se divisaban grupitos de camisetas amarillas que seguían llegando.

14/12/2007 - Entrega de Premios AAU 2007 (Raviol Report)

por Daniel Cuervo

Fiesta de la AAUUUUUUU (leer simulando ruidos del estómago)
Noche de panzas vacías...y bolsillos también

Desde nuestro punto de vista, no se puede achacar a la AAU y a sus autoridades por lo sucedido...o muy poco...al menos como responsables directos.

Personalmente no nos consideramos con autoridad suficiente para criticar drásticamente a gente que actúa en forma desinteresada, de la cual la mayoría de nosotros exige, reclama y espera, pero para la que generalmente contribuimos con muy poco o directamente con nada.

Tal vez nuestra óptica personal, la de nuestro u otros equipos, no necesariamente tiene que coincidir con la de muchos otros, que posiblemente vivieron de una manera muy distinta esta fiesta.

No se puede opacar el esfuerzo que la Directiva puso en todo ésto, lo hicieron por el bienestar de todos y tenemos que recordar que lo hacen en forma totalmente honoraria, no creemos que se estén enriqueciendo con nuestros 50 pesos mensuales.

Hay que ponerse a organizar algo así, piénsenlo un instante.
Dejen el control remoto, el diario, los championes e intenten pensar en ponerse las pilas para llevar adelante algo así, obviamente en nuestro tiempo libre.

Todo éso como broche final, sumado al esfuerzo realizado durante todo el año.

También es cierto que nadie los obligó, ni los obliga, ni obligará, evidentemente lo hacen con gusto notorio y meritorio por la tarea encomendada y renovada por las urnas.

Ahora es fácil criticar para nosotros, pero siempre pueden aportarse algunas reflexiones para el futuro y aquí modestamente intentaremos hacerlo.

No vamos a negar que nos fuimos con una calentura bárbara, en mesas muy cercanas se vivían angustias similares, acrecentadas por llamativos episodios que ustedes habrán leído en páginas mucho más populares que ésta.

Pero bueno, tal vez fuimos unos pocos los que lo vivimos así, por éso intentaremos controlar toda la negatividad que ahora nos puede llegar a brotar por los poros.

Hay que esforzarse por tratar de recordar y rescatar lo bueno de aquella noche, la entrega de premios en sí, es el recuerdo que la mayoría de nosotros debemos llevarnos, pero tratando de contribuir a evitar cometer ciertos errores nuevamente.

Esperamos horas (algunos más de 5) para que nos nombraran fugazmente por los parlantes, para que luego pudiéramos hacer una veloz carrera al escenario, rescatar nuestro trofeo de aquél entrevero y volver raudamente a la mesa, sin mucha o ninguna gloria. Al menos así lo vivimos los que estamos "de mitad de tabla para abajo".

A alguien se le ocurre cómo mejorar ésto? Lamentablemente no se nos ocurre nada mejor. Es cierto, cada entrega de premios (el acto de entrega en sí) que uno recuerda del pasado es mejor cuanto más anterior fue. Y éso tiene una explicación simple: ÉRAMOS MENOS, ahora se ha complicado bastante el tema.

Por éso, la solución alternativa no surge ahora fácilmente. La AAU ha crecido muchísimo, todo gracias a nosotros, por supuesto, a los atletas que la constituímos.

Se debe a todos aquellos que hemos entusiasmado a otra gente a enrolarse a esta causa, o bien a todos los que lo hicieron por decisión puramente personal, sin conocer previamente a ningún socio ni equipo...pero ésos seguramente deben ser los menos.

La Directiva de turno ha tomado y tomará medidas acertadas que favorezcan y contribuyan a ello, generando un crecimiento exponencial, o bien en el error involuntario, ocasional o reiterado, irá en sentido contrario y retaceará este entusiasmo de participar, a pesar de la efervecencia creciente que se vive en cualquiera de las carreras del verano.

Tal vez el pico de crecimiento de la AAU ya pasó, ya fue, no conocemos en detalle las cifras leídas objetivamente, pero a más de uno nos parece percibir que el entusiasmo llegó a su punto más alto en los dos años anteriores.

Ahora en el 2007 pareciera que estamos o estuvimos en un período estacionario, o hasta si se quiere, con algún pequeño declive. Las cifras lo dirán.

Al menos en la participación activa, no de acuerdo a lo que arrojan los fríos registros de gente que tal vez ya se ha alejado un poco.

Pero esta sensación, a veces subjetiva, puede depender obviamente de nuestro entorno más cercano.

Es cierto que varios grupos de corredores comparten esta opinión, pero tampoco se puede generalizar.

Seguramente habrá algún grupo que se armó recién este año y vive distinto la coyuntura actual.

Volviendo al tema de la fiesta final, tal vez la Directiva cometió, o ha cometido en los últimos años, el error de intentar darle demasiado "vuelo", con la mejor de las intenciones, a nuestro evento de cierre.

Contratando lujosos salones, brindando exquisitos menúes, espectáculos musicales, etc.

Ahora lo que más cuesta creer es que esos 350 pesos que abonaron religiosamente hasta los niños mayores de 6 años, fueran dedicados EXCLUSIVAMENTE a la comida, sin contar los trofeos, la bebida, el local, los espectáculos, etc, etc, que se cubieron con recursos propios y genuinos de la AAU (en definitiva dineros de todos nosotros).

Es importante también recordar y destacar todos los suministros y beneficios que la Directiva consiguió en forma gratuita desde diversas empresas y organismos oficiales.

Nosotros no pensábamos alimentarnos como para todo el fin de semana en esa única noche, como tal vez hizo más de un famélico desubicado, sea atleta o simple allegado.
Pero por los más de 1000 pesos que una familia tipo debió pagar, creemos que debía recibir algo más.

Todo a pesar que nosotros concurrimos con una pequeña base alimenticia previa, por precaución, recordando experiencias anteriores. Tal vez no siempre en cantidad insuficiente sino en la demora, como en aquél 2005.

Ahora no nos animaríamos a tildar con gruesos epítetos a los responsables del servicio de cattering contratado, aunque seguramente sean el blanco principal de las críticas.

Hubo versiones provenientes de los responsables directos e incluso de algunos mozos, que hablaban de la existencia de más de 6000 ravioles. Si, más de 6000 malditos ravioles...esos codiciados ravioles servidos tipo ayuda humanitaria de la ONU.

Por otro lado, ellos también hablaron de que había bastante más comensales de lo que se había previsto. Otra vez colados como en algún año anterior ? Habrá que investigar...

Acaso no daba el presupuesto y/o la mano de obra para llevar esos platos y servirlos ordenadamente en cada mesa ? Como en definitiva se hizo con el postre, supervisados por la mirada tardíamente preocupada -y posterior a todo este lío- del "maitre". Seguramente después de un buen "café" que le pasó Fernández y compañía, a quienes se les veía discutir a la distancia, un poco detrás de los telones de la improvisada cocina.

Por supuesto que no recomendaríamos a esta gente ante nadie, ni estando alcoholizados, ni para alimentar la fiesta de nuestro peor enemigo, lo que vivimos algunos fue bastante lamentable, penoso, quedando con el plato abajo del brazo.

Hicimos largas colas, siempre siguiendo el consejo de que no nos agolpáramos, nos aseguraban que en definitiva "había para todos".
Todo fue en vano, plato en mano, sin conseguir siquiera unos 5 ravioles para poder decir que cenamos, "como Dios manda".

Detrás nuestro en la fila, había gente indignadísima, que después permaneció un poco más callada ante nuestras quejas similares, pues ellos estaban REPITIENDO PLATO y nosotros íbamos a intentar rescatar algún sólido por primera vez, aunque sea para nuestros hijos.

No queremos dar nombres, no vale la pena. Buen provecho, muchachos...y no tan muchachos, como aquella noble señora de mirada clara, garronera también de algún metro que otro en alguna carrera a varias vueltas.

El hecho de volverse a la mesa todos con los platos vacíos y en el trayecto poder ver unos cuantos platos a medio servir (o a medio comer), abandonados en otras tantas mesas, no hizo otra cosa que acrecentar el malestar.

Pero con quién nos tendríamos que calentar más, ahora, con la cabeza más fría? Hacia dónde dirigir ahora estos dardos? Segurolas de hacerlo hacia la AAU y su Directiva, su cara visible?

Hacia muchos de nuestros amigos y colegas corredores a quienes los atacó uno de los más primitivos y naturales instintos de la raza humana, el hambre furibundo ?

Hay que acusar a aquellos seres, ávidos de hidratos suplementarios para la San Felipe, que nos dejaron sin un triste raviol crudo ?

Posteriormente, gracias a una gran amiga corredora de Los Rojos y en definitiva asérrima defensora de los infantes, pudimos rescatar unos pocos ravioles para los niños, eran unos 16 en 2 platos, a tal riesgo de que ella casi se queda sin ninguno, después de esperar turno.

Ravioles que en definitiva se prometían "en 15 minutos" y luego se desmentían "no hay más", gente que iba y venía de las mesas, como almas en pena.

Nos fuimos triunfales de esa cola de refugiados hambrientos, al principio con aire y sonrisa sobradores y soberbios, ante la mirada atenta de envidiosos estómagos.

Pero luego cuando las miradas eran insostenibles, les repetíamos "son para los niños, son para los niños...".
Y así fue. Se los tuvieron que comer sin chistar, como nunca lo hicieron, en completo silencio y sin quejas. Era comer éso o morir, un bolo obtenido como premio al sacrificio y la paciencia...eran muy poquitos, al cortarlos a la mitad parecían más, pero fueron la envidia de la mesa.

Nosotros no llegamos a probar ni uno, muchos aseguraron que también hubiera sido en vano, pues en definitiva estaban crudos. No era para menos, ante la insistencia famélica de nuestra, no daba tiempo ni para hervirlos completamente.

Sinceramente creemos que para los eventos venideros habría que bajar bastante las pretensiones, tal como se lo comentáramos luego a algún integrante de la Directiva, felicitándolo de todas maneras, por encima de todo y de estos enojos puntuales, por la sacrificada organización del evento de cierre que llevaron a cabo. Es lo que corresponde.

Paradójicamente, la bebida (refrescos) no faltó nunca, a pesar de ser "de arriba". Y la cerveza tampoco, hasta sobraron algunas botellas, pero claro, ésto no dependía del servicio contratado. La AAU las compró aparte, por suerte.

Y bueno, tal vez para el 2008 tengamos que hacer simplemente una picada, una chorizada, una hamburgueseada, una empanadereada, una panchoteada, o algo así, con un ticket de acceso y consumo básico más accesible, con eventuales adicionales para gente de estómagos más voluminosos y/o ávidos de completarse, que seguramente abundan entre nosotros, como quedó demostrado ampliamente en esta cena. "A comer que se acaba el mundo" fue la frase que quedó suspendida en el aire esa noche.

Tal vez de esa forma estaríamos más acordes con nuestro nivel cultural y de pretensiones en general, ésto por supuesto va dicho sin desmedro de nadie. Tampoco estamos juzgando el comportamiento primitivo o de primate que alguien pueda haber tenido.

No era preferible un buen chorizo al pan, o quizás una hamburguesa, en vez de todo ese paté verde ?

Acaso no nos convocaba el simple encuentro con los amigos, con la excusa de recibir algún premio ?

O en realidad íbamos puramente a comer y queríamos hacerlo de "guante blanco" ?

Con 350 pesos por persona (incluyendo los niños pequeños), no hubiéramos comido bastante mejor en cualquier bar o restorán, si todavía teníamos que pagarnos incluso las bebidas aparte?

Esos 1050 pesitos que nosotros invertimos, en La Pasiva (o donde fuera), hubieran rendido bastante más, verdad ? Éso comentábamos con gente incluso muy allegada a la Directiva, porque en definitiva ellos no pueden pensar muy distinto tampoco, son tan mortales como nosotros y también les duele el bolsillo como a cualquiera de los que concurrimos al evento, habiendo pasado por boletería.

Muchos nos dirían, no es lo mismo que un bar, para nada. Por supuesto que es cierto, ni queremos compararlo, pero sirve como simple referencia. Piensen que ese dinerito fue casi (o sin el casi) exclusivamente para los sólidos, no para el resto de todo el show.

Con estos precios, no estamos excluyendo también a numerosas familias de atletas que tuvieron que concurrir solos o directamente ni siquiera pudieron ir ellos ?

Es un terrible sacrificio económico para todos e incluso desde el punto de vista organizativo, intentar darle tal categoría al evento y tal vez tampoco valga la pena.

El inconveniente de la comida alcanzó incluso a ilustres y numerosos invitados, que retornaban con cierta sonrisa a sus mesas, con platos bajo el brazo y sus estómagos irremediablemente casi vacíos hasta que luego llegó el heladito.

Por otro lado, tendríamos que reducir la cantidad de premios ?

Más rápido ya no se pueden entregar, ya estamos al límite de la velocidad con la que un locutor avezado podría hablar. Ya sería absurdo y poco serio.

Ya ni suben al escenario siquiera los que salieron primeros. No da el tiempo, no hay vueltas. O al menos no parece darlo, si es que lo más importante tal vez sea pasarlo bailando o simplemente mirando el -por momentos interminable- show musical.

Creemos que este aspecto de la entrega de premios en sí, mejoró bastante con respecto al año pasado en particular, dicha entrega volvió un poco a ser el centro del evento, como corresponde y el local actual también ayudó. Pero estamos al límite de lo coherente.

Si reducimos la cantidad de premios a entregar tal vez obtengamos una premiación más decorosa y memorable, pero...habrá tanta gente en las mesas? Y lo que es primordial....que sucedería con la adhesión en las carreras?

Es muy dificil buscar y lograr la solución o al menos obtener un equilibrio, por éso hay que tener un poco de cuidado al criticar, el tema no es nada fácil.


******* AGREGADO 18/12/2007 ******
Insertamos un agregado final, ya días después, pues nos habíamos olvidado del tema.
Hay una cosa que no nos termina de cerrar y en este caso responsabilizaríamos a la organización, tal vez no a todos los Directivos, sino a alguno u algunos en particular, sin importarnos en realidad quién fue. Aunque tampoco es un tema mayor.

La desubicadísima subida (o mejor dicho desubicadísima convocatoria a subir) al escenario de Nelson Lence, contra el cual no tenemos absolutamente nada en contra, es más, casi ni lo conocemos, al menos en sus trabajos recientes.
Lo ubico perfectamente de Decalegrón y poco más.
Por más que nunca nos gustó su estilo, en absoluto, para nada, éso es aparte, no viene al caso ahora, su actuación puede haber cambiado drásticamente, no lo sabemos.

Tenía más merecimientos de subir al escenario ese señor, antes que dedicarle esos minutos a alguno de nuestros numerosos atletas destacados ?
No queremos nombrar a nadie, pero creo que aspirantes al escenario hay unos cuántos antes que quién subió (SIN LÍMITE DE TIEMPO, OBVIAMENTE, COMO EN DEFINITIVA TUVIMOS TODOS NOSOTROS, LOS VERDADEROS "DUEÑOS" DE LA FIESTA).

Qué tiene que ver este -seguramente excelente- actor con nuestra actividad, con nuestra A.A.U.?
Alguna vez corrió unos metros junto a Julio Garra, compatió llegadas con Filadelfo, vivió alguna etapa junto a nuestro fundador Cubelli ?
Quién lo invitó ? De abajo de qué piedra salió ?
Cuando subió, él dijo : "Ser actor y ser corredor tiene mucho en común."
Mirá vos...todavía estamos esperando la explicación, en lo personal, la desconocemos.
No fuimos luego a pedirle autógrafo ni explicaciones.
Pobre Nelson Lence, no tiene nada que ver en ésto.
Ni con esta queja ni por supuesto con nuestra cena.
Las invitaciones restantes, bueno, podrán ser más, menos o nada discutibles, pero ésta...
Y si lo invitaste -andá a saber el por qué-, bueno, ya está, dejalo sentadito allí que igual casi nadie lo veía, pero por favor, no lo hagas subir.
Queríamos darle vuelo, categoría, nivel internacional al show ?
Invitá a Mónica Farro, a Claudia Fernández, qué se yo...hubiera sido exactamente igual de desubicado, pero recuerden que Mónica Farro al menos nos calentó esa fría mañana de agosto en la Reebok 2006. Algo tiene o al menos algo tuvo que ver con nosotros, ja, ja, ja.....
Ah, cobró por éso ? No lo hizo de onda ?
Lo único que falta es que ahora nos digan que le pagó la AAU !!!

30/07/2006 - 1º Maratón de Colonia 2006

La Primer Maratón
por Daniel Cuervo

LOS MESES PREVIOS: ¿TODO ÉSTO PARA QUÉ ES?

Es imposible volver mentalmente al pasado más o menos reciente y dejar de asombrarse de dónde nos encontramos ahora, hoy, al menos eso es lo que seguramente sentimos o sintieron en su momento los que llegaron a debutar en esta experiencia inolvidable.

Como dijo Gonzalo Cuervo hace unos días y me quedó grabado, “luego de correr un maratón, la vida es distinta”, o al menos uno la percibe así. Tal vez con un egoísmo creciente, tal vez volviéndose indefectiblemente monotemático.

Qué lejano quedó el tan cercano día, paradójicamente, en que con Fernando y Luis Cuervo debutamos en los 21km, en la media de Punta del Este 2005.

En aquél momento comentamos, apenas terminado el recorrido:

“Bueno, ahora imaginemos otra vez salir hacia la Península desde acá, ir hasta la Parada 17 de la Mansa, volver, retroceder por adentro hasta Parada 5, darse toda esta vueltita otra vez..... ¿qué espantoso, no? ¿ verdad que es imposible?....Bueno, ‘eso’ vendría a ser una Maratón”....

Ahora pienso sobre esa comparación, nada más estúpido y alejado de la realidad. Eso quiere decir que sufrimos una transformación mental desde esa fecha, los que cambiamos fuimos obviamente nosotros, pues la distancia sigue siendo la misma, 21k x 2 sigue siendo 42k en Punta del Este, Colonia, o Nepal.

Allí vemos que el factor mental pesa y mucho ¿no les da la impresión de que el físico se agota recién cuando estamos terminando algo que nos propusimos, sean 5k, 10k, 18k, 21k, 30k, 42k, lo que sea? ¿No les llama la atención de esta variación del límite de las posibilidades hasta llegar al agotamiento? ¿Es puramente físico el cansancio experimentado? ¿Existirá entonces un límite? Todas preguntas que me hago con más frecuencia, muchas veces viendo experiencias ajenas, de distancias -por ahora- descomunales para todos nosotros, los mortales comunes.

Mi percepción en este peculiar entrenamiento previo es que terminaba más o menos tan cansado un long de 15k como uno de 30k, supongo porque la mente sabía exactamente el lugar físico dónde finalizaba cada uno. Cansancio con el que terminé en definitiva esta propia Maratón, mi primera y ya no me animo a decir la única, para nada, como pensaba en el 2004-2005, comentando entre nosotros “¿al menos UNA tenemos que correr ‘algún día’, no?”.

¿Qué otra explicación puede haber si no es ésa? Algunos atribuyen un 60%,70%,80% de factor mental para lograrlo, no lo sé exactamente, pero es bastante alto el componente y, sin saberlo, el ir puliendo el otro aspecto, el físico, también forja gradualmente la mente también.

Yo lo extraigo de una simple e insignificante jornada de entrenamiento vivida. Estuve toda la tarde de un domingo esperando para salir, por puro haragán que soy, pues estaba feo. Cuando logro decidirme a salir y me pongo toda la ropa encima, suena el celular del trabajo. El tema me demoró lo suficiente como para que al fin se largara a llover, con viento, para peor. Pero bueno, ya estaba jugado.

Iba por Av. Italia al oeste, los autos que circulaban cercanos al cantero central me “bañaban” de abajo, de arriba ya lo estaba desde el primer km, iba con el walk-man (fiel compañero) escuchando “La Voz de la Liberación”, por pura casualidad, el dial quedó ubicado allí en CX 32 creo, y ahí lo dejé, también por haragán. Terminé haciendo esos 12k inolvidables con lluvia, viento, frío, totalmente empapado, embarrado, mortificado auditivamente y sin embargo me llevaba literalmente las ramas bajas de las palmeras cercanas a Cooper y demás arbustos por delante, ya no me importaba absolutamente nada.

Ése es el día que más recuerdo de todos los previos vividos, no fue el más pesado en km ni seguramente el más importante, pero me sirvió para saber que no solamente estaba trabajando el físico.

Por supuesto luego me vienen a la mente (como seguramente a todos) cada uno de los longs realizados, los miedos previos, el asombro al terminar y la satisfacción posterior, con un -si se quiere- “agradable” cansancio.

El apoyo diario de la familia, el vivir por parte de ellos como si cada long fuera una propia maratón, todos íbamos ya haciéndonos a la idea lentamente. Toda actividad del hogar giró durante meses alrededor de esos 42 ahora un poco olvidados kilómetros.

Recuerdo algunos longs muy duros, especialmente los que fueron nocturnos, algunos en la más completa de las soledades, con ese maldito viento teledirigido desde el solitario Faro de la Isla de Flores.

La presencia familiar inesperada, apoyando con Gatorade, bananas o simplemente alentando al finalizarlo, saliendo al cruce con sorpresa, es lo único positivo a rescatar, más allá de haber culminado con éxito el ejercicio pactado.

El haber podido compartir otros longs matinales, con amigos, fue la contra cara de ese atroz sufrimiento. Qué diferencia cuando uno logra hacer prácticamente la mitad o un poco más de un long sin siquiera darse cuenta, por ir charlando, totalmente distraído, distendido, apenas pendiente de lo que uno iba haciendo y recorriendo. En modalidad “piloto automático”, diría yo. Esa micro experiencia se terminó trasladando y produciendo a mi entender en la propia Maratón luego, vivencia de la cual intentaré reflejar aquí.

ÚLTIMAS HORAS DEL “ANTES”

Comenzaría mi relato en la noche previa, cuando ya se vivía intensamente lo que se venía inexorablemente, uno estaba casi queriendo evitar que llegara esa difícil hora de levantarse a enfrentar algo totalmente desconocido, susceptible de tantos hechos imprevistos.

Comienza la verdadera inmersión en la gran fiesta al retirar el kit, saludar a los amigos, mirarnos unos a otros las caras desencajadas por la ansiedad.

A la noche nos reunimos espontáneamente con los Cuervos Gonzalo, Fernando y nuestras familias en la “Salita de Conferencias” del Hotel Leoncia viendo el terrible despliegue que hacían los Correcaminos en el comedor contiguo, era impresionante la cantidad de atletas y allegados allí congregados para un encuentro al parecer de estrategia y planificación de la maratón (¿qué otra cosa sino?), al extremo que no pudimos evitar ir a preguntarles quiénes eran y qué hacían allí. ¿Serán Correcaminos? ¿Trotamundos? ¿Quién da más?

Las horas previas pasaron vertiginosamente, tal vez mucho más velozmente que lo que ahora desearíamos, ¿verdad? Ahora que vemos esos momentos de nerviosismo previo como algo difícilmente olvidable, tal vez con una experiencia similar que se ubique encima de esa zona del cerebro.

Una posterior cena, algo anterior al Pasta Party, más que nada por precaución y por los niños, no hacían otra cosa que fijar aún más la situación totalmente “anormal”, pues estábamos comiendo tallarines en una parrillada, una locura, pero también cabe destacar que la parrilla aún estaba medio despoblada por lo temprano que era.

Un escaso y único vaso de “tinto de la casa” intentó ahogar un poco la pena de no entrarle a alguna achurita.

De allí arrancamos con Fernando y familias para la Pasta Party, lamentablemente reubicada en la emergencia en un lugar poco propicio, ya a esa altura era algo tarde y seguramente mucha gente optó por no quedarse, ante las imposibilidades físicas del lugar. De allí la explicación de que no quedara casi nadie ya a las 22:00 hrs. De todas formas bastó para saludar algunos amigos Coyotes, al Tato (a quién no había prácticamente vuelto a ver desde el 2005). Nuestras familias esperaban en la entrada tratando de entender qué estábamos haciendo todos específicamente allí, cuál era la idea concretamente de estar chiflando y bailando al compás del viento.

Una breve e improvisada recorrida en auto por parte de la Ciudad Histórica y alrededores del Puerto, fue la excusa perfecta para no irse “de una” al hotel, lugar donde seguro uno se enfrentaría a los miedos y fantasmas que se apoderarían inexorablemente de la mente y tal vez del físico también, hasta la mañana siguiente.

Luego de otro intento de postergación por subir a las torturantes habitaciones, nos quedamos brevemente desparramados en los cómodos sofás de la recepción, pero la cosa no daba para más, había que enfrentarlo de una vez por todas. Ya casi no quedan horas de descanso para el magno evento, las hemos ido agotando sin darnos cuenta.

Fui el último en acostarme de mi habitación, quería tener todo preparado de antemano para no dormirme con la preocupación de olvidar algo a último momento el propio domingo, no quería dejar nada librado a la memoria, para descansar mejor, libre de cargas mentales triviales, pues ya tenía bastante dentro de la cabecita dando vueltas.

Estuve casi una hora preparando todo, acondicionando el número con autoadhesivos y velcro, ropa de repuesto (¿acaso para recambio durante la propia carrera?), la ropa “mandatoria” y la “opcional” como bien listó Fernando, de acuerdo a cómo amaneciera, constituía una terrible pila de ropa tirada en orden, toda en el piso, junto a la puerta de entrada. Si alguien tenía que salir imprevistamente antes, al diablo con el orden. Y ya está, ya no hay vuelta atrás, allí los miedos a no terminar la prueba se hicieron patentes, mucho más que los de la semana previa cuando casi al final del entrenamiento apareció el curioso dolor en la rodilla, ahora eran bastante menos justificados esos temores, pero la cercanía de la carrera naturalmente los acrecentaban sin causa concreta.

Como última estupidez, broche de una conducta ya muy peculiar a esas horas, coloco una de las almohadas debajo del colchón, “para descansar mejor”. No sé si fue por eso o porque estaba ya realmente aburrido del tema Maratón con tanta preparación, la cosa es que dormí de un tirón (como si hubieran sido en realidad solo 45 minutos) casi desde las 00:30 hasta las 05:30 exactas, hora en que me desperté naturalmente “activado con un resorte”, me sentía muy descansado, pero igual logré estirar el nono hasta las 06:00, cuando sonó el despertadorcito “de viaje”.

Una infaltable y afortunada pasada (y permanencia) por el baño, complementando lo “ya hecho” la noche previa, antes de preparar los bártulos. Un lujo, ¿qué más podía pedir? Luego resultaría que no tuve que hacer ningún tipo de escala técnica durante toda la carrera, por suerte, a pesar del líquido ingerido y el frío reinante.

Me pongo todo encima en la secuencia prevista, en el orden inverso a como quedó en el piso ya dispuesto, ahí ya me despido de la familia (en realidad solamente de Rossana que ya estaba obviamente despierta mirando todos mis ruidosos movimientos con atención) y me dirijo al comedor, con cierto retraso de acuerdo a lo pactado.

Ya estaban Fernando y Gonzalo, supongo que por la segunda o tercera vuelta de comestibles, me engancho tarde con 4 tostadas con mermelada y 3 vasos de jugo de naranja. Nada más, solamente eso, ja, ja, ja...

El ambiente ya estaba en plena ebullición a esa inacostumbrada hora para el Hotel, mayormente debido a los Correcaminos y algunos integrantes de Última Fila, que ocupaban las mesas cercanas.

Últimas escalas técnicas de los Cuervos en las habitaciones, los espero abajo y nos dirigimos a los buses cercanos caminando, con un terrible frío, en la más completa de las oscuridades y con cierto temor de no saber cómo sería la organización del traslado en sí.

Al llegar al costado del Estadio vimos con sorpresa la presencia de múltiples y terribles buses, todos con abundante espacio y comodidad, a los cuales se acercaban de a poco algunas caras conocidas, pero todas camufladas por cientos de kilos de ropa de abrigo, lo que impedía la fácil identificación visual.

El viaje se inició puntualmente, con algunos gritos de aliento anónimos al arrancar y cada vez con mejor definición del paisaje recorrido gracias al resplandor de un sol que todavía no lograba asomarse aún por encima del este.

Con asombro vimos los puestos ya armados sobre Ruta 21, con gente presente, una verdadera proeza estar allí al firme ya a esa hora. También apreciamos (sobre todo aquellos que no teníamos muy clara aún la topografía del lugar, al menos como para pisotearla) que las amistosas bajadas para los buses se transformarían luego en poderosos enemigos de nuestras piernas, combinándose con un viento frío del cual sabíamos obviamente la fatídica y constante dirección casi frontal, pero no aún la magnitud efectiva en esa mañana.

LA “HORA CERO” DEL DÍA “D”

Llegamos a la Estancia/Parque Anchorena (todo totalmente desconocido para mí hasta ese momento) en medio de luces y sobras, gente de la organización armando todo de apuro, atletas saludándose, algunos incluso ya estaban calentando !!!

Es la hora de los últimos retoques en la vestimenta, el inexorable momento de despojarse del exceso, con la dificultad de determinar qué sería exceso y qué resultaría indispensable. Es un momento crucial y de estrés. “¿Me pongo 2, me pongo 3 camisetas ? ¿Soy guapo y me la banco con la camisetita nomás, como si solo fueran 10k? ¿Qué hago con esto, me lo pongo o lo despacho en la ‘bolsa de basura’ a ‘retirar en agencia’?”

Luego de más o menos decidirlo, reajustar el calzado por allí atrás de la Recepción del Parque, visitar los baños allí dispuestos, acomodar el leuco en el pecho para el rozamiento, despachar el sobrante de ropa y temblar un poco por haberlo hecho, nos disponemos a juntarnos con el resto de la gente, con llamadas de aliento de nuestras familias al único celular que pensábamos portar “por las dudas” durante la carrera.

Amigos que corren, amigos que con una voluntad increíble fueron simplemente (y nada menos) que a acompañar, todos los Pacers con globos, el nuestro obviamente sin globo, ja, ja, algunas fotos que nos toman mancomunados con otros equipos amigos, Luis Cuervo que aún sigue sin aparecer, nos preguntamos todos, ya bastante preocupados por él, la hora se acerca y los miedos desaparecieron por completo, pues ya estamos “jugados”, la situación ya no es manejable por nosotros.

A la hora de estar ya vestido y mentalizado para largar, lo único presente es la ansiedad por hacerlo, los miedos han desaparecido por completo, muy seguramente al ver que la experiencia es compartida por un montón de gente muy preparada y apta, con dones especiales para ello, pero también por otros tantos ciudadanos mortales comunes como nosotros que “van al matadero” con total alegría e inocencia digna de Bambi.

En lo personal no calenté ni un metro, ni siquiera caminé mucho por allí, solo lo indispensable, no tenía ganas, afortunadamente largamos casi puntual, a las 09:05, Luis y familia llegaron con unos cuántos minutos por suerte suficientes para acomodarse justo y hacerlo normalmente. Sin ningún hecho claramente identificable, al menos para mí, se larga y poco a poco el grupo se comienza a estirar, los primeros corriendo, los segundos trotando y nosotros, que como siempre largamos de allá atrás, casi caminando, no hay lugar para otra cosa, viviendo intensamente esos minutos que seguro luego serían a la postre, inolvidables.

Lo hacemos en dirección hacia dentro del Parque, es rarísimo, como que nos resistíamos a enfrentar la realidad de la Ruta 21 o bien estaríamos buscando por allí dentro del Parque la temperatura corporal justa para salir a “pelearla mano a mano”.

Recorremos hermosos -y algo angostos- senderos internos, no logro asociar este hermoso Parque con ningún otro lugar, alguno mencionó Santa Teresa, pero para mí no tanto. Primero notamos los árboles dañados por las cornamentas de los ciervos, con oportuna indicación de Fernando, la impecable casa del Presidente a la izquierda, allá a lo alto, luego pasamos por la Torre de Gaboto, donde reposan los restos del propietario original, notamos la cercanía inminente del Río de la Plata y luego ese fantástico túnel (¿era de cañas?) bordeando muy de cerca el Río San Juan.

Los únicos presentes allí, los soldados que invitaban amistosamente a no tomar ningún atajo no previsto, para evitar terminar desayunando con alguien importante del Gobierno en algún lugar prohibido del predio. Curioso era a esa altura ver un soldado (y no tan soldado), sin su termo y mate, especialmente previo a la largada, observando con atención a estos raros especimenes corredores. Todo galón iba acompañado de su infusión.

Luego de algunos repechitos, bajadas y caminos angostos algo deteriorados, al fin nos logramos conectar con nuestro Pacer, ya casi estábamos nuevamente pasando por debajo del arco, cerca del cual una multitud (para esa hora y lugar) nos despide calurosamente. La mayoría desconocidos, luego más adelante aparecerían las caras de la hinchada propia, los familiares más osados del equipo que se largaron hasta allí. Comienza ahora la verdadera fiesta y todos los rostros denotan que la viviremos al máximo.

PRIMER ACTO: DISFRUTAR DE LA CARRERA

Increíble, ya estamos saliendo del Parque, el sol ya cobró bastante altura, dibujando un día espectacular, para cualquier tipo de actividad recreativa, tal vez con algo de suerte también lo sería para correr.

Comienzan a aparecer prendas de vestir despojadas en los costados del camino, Natalia Coyote, acompañando toda la marcha en bicicleta, va llenando su mochila con ellas. Algunas bajadas y posteriores repechos se hacen presentes, todo es alegría, risas y comentarios, aún hay gente alentando en la banquina, hecho que luego comprobaríamos con sorpresa que se dio absolutamente durante todos y cada uno de los 42.195 metros recorridos.

Con cada bajadita nuestro Pacer Chirola se entusiasma, tal vez contagiado por Fernando Coyote Chirimini que salió tal vez demasiado fuerte, siempre va ubicado delante del “Pelotón 4:15”. Todos somos conscientes que Chirola tendrá que hacer un esfuerzo para controlarse y mantenerse a este aletargado ritmo.

Presencia constante de lugareños e “invasores” de la tranquila zona (los acompañantes) que constantemente nos pasan en autos, motos, nos saludan, nos alientan, nos filman, etc.

El primer puesto de agua de los 5k apareció súbitamente, siguiendo el consejo de nuestro Pacer no descartamos tomar en ninguno, ni siquiera en éste. Parece tonto ya hacerlo ahí nomás, pero el hombre sabe y tiene experiencia sobrada en esto, para qué contradecirlo ¿verdad?

Durante todo este tramo inicial, diría hasta el km 15 ó 17, por decir algo, más o menos la carrera pasa inadvertida como tal, todo es mirar al frente, a los costados y el horizonte, todavía se mira “a lo lejos”, se intercambian historias y posiciones para contra restar el viento, casi hombro con hombro, beber más por precaución que por necesidad, tratar de mantenerse unido al grupo que espontáneamente se formó, al cual nos vinculamos con Fernando Cuervo, lamentablemente de Luis Cuervo no supimos más nada luego de los caminos interiores del parque y de los Cuervos restantes de la vanguardia ni hablar, tampoco intentamos poderlos ver.

Seguramente Luis habrá optado por la compañía de alguien un poco más lento que nuestro grupo, tal vez Oscar de los Amigos, Delmar de Los Rojos, quién sabe, tal como manifestó que era su deseo previo a la carrera.

La marcha se hace prácticamente en modalidad “piloto automático”, normalmente el físico a esa altura no envía ninguna señal de estar presente, el trabajo de la mente por mantener el ritmo y la posición es mínimo, salvo cuando alguno se distrae demasiado por ir charlando con sus vecinos inmediatos de grupo e inconscientemente afloja la marcha y se comienza a relegar.

Gracias a lo detallado y lo exacto de la ubicación de los mojones de los parciales, corroboramos que vamos bien, vamos al menos de acuerdo a lo previsto. A más de uno se nos pasó por la mente si no podríamos ir más rápido ¿verdad? pero bueno, suponemos que la disciplina es primordial en este tipo de pruebas, que es muy largo el camino para improvisar, al menos por ahora. Luego veremos cómo nos sentimos más adelante. La idea del grupo era seguir a marcha controlada a 6min/km (para lograr llegar a poner 4h15 en total), utilizando los 4 segundos excedentes que ganábamos en cada km, haciendo un total de 20 segundos por puesto, para parar a caminar, mientras bebíamos ya sea el agua Dasani y/o el Gatorade.

En particular, yo comencé bebiendo casi media botella de 500cc por puesto, pero luego bajé a una tercera o cuarta parte, en cada ingesta, viendo un poco lo que bebía nuestro Pacer. Cuando el puesto era de Gatorade (en el 10, 15, 20, etc) solamente bebía ese medio vasito servido de papel encerado, conteniendo un sabor Frutos Tropicales demasiado gélido.

Debe ser por el vidrio de las botellas, pensé, si las mismas hace rato que están esperándonos por aca, equivale a tenerlas dentro del freezer, es seguro que el contenido se enfríe mucho más que dentro del plástico de las botellas de Dasani. No llegué a percibir si los Gatorade nos estaban aguardando efectivamente rodeados de hielo en esos tachos, supongo que no.

Al superar el mojón 13, salimos por fin a la famosa Ruta 21, doblando a la derecha, transitando por un paraje con una multitud alentando. Comenzamos ahora la verdadera carrera y el desafío, llegamos a la temeraria ruta archi-nombrada en toda la previa, que nos enfrenta con sus repechos y viento gélido proveniente casi siempre desde las 14:00, si imaginariamente portáramos un reloj con las 12:00 orientado a nuestro frente.

A esa altura era grato sentir como uno elevaba un poco la menguada temperatura corporal al sobrepasar espesos montes de árboles sobre la derecha, lamentablemente era increíble lo poco que duraban.

Era una constante hacer ejercicios con los dedos de las manos, los mismos se sentían helados, incluso debajo de los guantes de lana. Los dedos de los pies tampoco se sentían como parte natural del cuerpo, parecían separarse de a ratos del resto del sistema nervioso.

Aunque sea por un momento, el hecho de frenar ese viento helado, que por suerte no llegó a tomar las dimensiones de días anteriores, igual se hacía presente, penetrando lentamente hasta el espíritu con la acumulación de kilómetros, ese lapso de calma era una experiencia que nos brindaba nuevas energías.

Ya de a poco los atletas se comienzan a preocupar por evacuar el líquido excedente, quizás hasta sólidos en algunos contados casos, los repechos son una constante que nos golpea cada vez más, las bajadas posteriores no se disfrutan lo suficiente como para contrarrestar el esfuerzo. Lo bueno dura poco, no hay caso.

Recuerdo un repecho terrible llegando a la antena de Radio Colonia (según me indicó Fernando), sobre la izquierda, oh casualidad, poner allí una antena, ¿no? También oí algún comentario de que había otro de casi 3 km, una locura, pero no lo logro identificar y recordar bien ahora.

Constantemente transitamos por un pavimento excelente, sin necesidad de hacerlo por la banquina, pues nuestra vía de la Ruta está reservada para nosotros. El riesgo de captar aún más piedritas de las que ya llevo dentro del calzado, junto a los tobillos, es mínimo ahora. Esta piedritas me hacen pensar que lo más acertado es esperar por una buena bajada para sentarse, sacarse todo y luego volver a alcanzar nuestro pelotón con un mínimo esfuerzo.

Ya a esa altura habíamos absorbido al matrimonio Rutero de Susana y Carlos que iban siempre delante de nuestro pelotón, a unas decenas de metros, quizás a 100 por momentos, intermitentemente el grupo ya había sido engrosado por numerosos Correcaminos que reiteradamente coincidían en el ritmo con nosotros. Ambos Ruteros nos acompañan a partir de allí más estrechamente, pasan a formar parte nuestra, también habíamos superado a Los Rojos Enrique y Delmar, increíblemente estaban muy delante nuestro, preguntándome y preguntándoles explícitamente si habían salido “volando” de Anchorena, cómo es que recién por allí (supongo que fue por el km 17 ó 18) recién los estábamos pudiendo alcanzar.

El otrora cerrado grupo se reduce notoriamente cada vez más pero casi sin percibirlo cada uno de nosotros, el mismo se va deshilachando por distintos motivos, gente que nos pasó, gente que se queda, gente que luego se reengancha y gente que no vimos nunca más.

Por culpa de haber decidido parar, sentarme en la banquina opuesta a sacarme y sacudir ambos calzados para retirar las piedras, diversos corredores me preguntan: “¿Un calambre, un calambre?”.....Yo los tranquilizo: “No, un montón de piedras de mierda solamente, tranquilo, ya voy !!!”.

Gran error fue sacarme todo así, resultó casi imposible volver a correr con la misma comodidad en el ajuste de los cordones, lengüeta o qué se yo, el pie izquierdo iba como una butifarra, el derecho demasiado flojo y se me desataba, creo que paré como 4 veces más, siempre en bajada, ajustaba y luego volvía a engancharme al pelotón, con el asombro de Fernando, quien trataba de entender que miércoles estaba haciendo yo a esa altura.

Me cuesta muchísimo diferenciar lo vivido digamos entre el km 16 y el 28, por decir algo, recuerdo un grato reencuentro con Fernando, reaparecido de la nada, del cual me había distanciado casi sin darme cuenta, tal vez por seguir a Chirola demasiado estrictamente, tal vez marchando por debajo del tiempo pactado. Lamentablemente, del Coyote Chirimini, compañero de algún long en lo personal y “alumno” del Tato, ya no sabemos nada, reencontrarme con un Cuervo me dio nuevas energías para seguir en forma distendida, en algún momento de ese tramo ya el físico comenzó a enviar señales. Comienza aquí lo que personalmente definiría como el segundo capítulo de la Maratón.

SEGUNDO ACTO: EL FÍSICO TAMBIÉN EXISTE

No puedo precisar en qué km estábamos circulando ya de un monótono recorrido (paradójicamente yo lo llamaría así por lo permanentemente variado de su topografía). Los repechos ya eran una constante, a lo sumo variaba la duración y la cantidad de gente que alentaba, o si los aplausos venían de la izquierda o de la derecha, etc., solamente eso era lo que variaba.

Pero poco a poco las piernas comienzan a enviar señales a la mente, no presentes hasta ese momento, hasta ahora era como correr por defecto, algo así como “andar en bici”, lo hacés sin pensar.

Al principio imperceptibles, luego un poco más notorias, como para distraer lo que son las charlas constantes entre los -ahora pocos- integrantes del grupo. Ya las mismas son más esporádicas y específicas “¿Cómo venís? ¿Cómo estamos? ¿Dónde se podrá mear? ¿Chirola, venimos bien así?”

Lo que al inicio constituía una distracción, un entretenimiento, toda una oratoria, ahora se va transformando lentamente en una comunicación radial codificada del ejército, solo se tiende a pronunciar monosílabos.

Nada se produjo pasando del blanco al negro ni en un kilómetro concreto para todos, pues nuestros organismos son todos diferentes y reaccionan distinto, también es cierto que llegaron a este momento cumbre con diversas preparaciones, dietas, antecedentes y experiencias, pero personalmente he podido notar que esta segunda etapa de la Maratón, para alguno de nosotros fue simplemente un aviso de “Be carefull !!!”, debiendo acomodar un poquito el paso para evitar algún dolorcito o molestia en un posterior, un gemelito medio tonto que se resiste a repetir la monótona secuencia de pasos sin decir presente, aunque más no fuera mediante un susurro dirigido a la mente.

Aún tengo el control absoluto de mi cuerpo, logro eliminar un dolorcito en el posterior derecho dejando más rato ese pie apoyado en el piso, llevándolo un poco más atrás, estirando el paso. Luego evito otras molestas levantando más los gemelos o las rodillas. Todo realizado a demanda, atendiendo cada molestia detectada.

Con el tema de los brazos y la espalda también, aún se subsana todo con pequeñísimos ajustes seguramente imperceptibles, vistos desde afuera, sobre la postura o la marcha, cosa que personalmente he “entrenado” hasta el cansancio, atendiendo todos los dolorcitos habituales que aparecieron durante el largo entrenamiento.

Para otros sin embargo, esta etapa pudo haber significado el abandono directo, el echarse a caminar cada vez más frecuentemente o parar completamente por un principio de calambre.

El primer herido de la batalla, al menos que pude ver delante de mí, se produjo exacto sobre el Mojón 30, un atleta acostado en el piso mientras lo reanimaban y le levantaban las piernas. Posiblemente atrás hubo una decena de otras contrariedades similares, pero uno ve solamente lo que le va sucediendo a los de la vanguardia próxima, casi nunca uno mira para atrás, salvo buscando a algún compañero rezagado por algo concreto, pero por allí cerca solamente. Nunca va “oteando” los kilómetros ya recorridos, pues resultaría muy cansador.

Un poco antes o después, llegué a ver gente que paraba a caminar o descansar un poco, algunos con vasta experiencia como el caso del Sureño Andrés “Porteño” Bernard, el Coyote Alpino, cosas que a uno de a poco lo van desconcertando, máxime al tratarse de un “primerizo”. “¿Ahora me tocará a mí?”, era una de mis conversaciones frecuentes con la mente. Todos los sistemas están en ON, todos alerta.

Estamos entonces por algún lugar de la Ruta 21, para cumplir con nuestro km 30 ó 31, en una mezcla de sensaciones y vivencias que no logro hilvanar correctamente en el orden, sino simplemente colocarlas como dije, todas juntas dentro de este segundo capítulo.

Íntimamente mantenía la esperanza de poder ver la escasa pero sacrificada hinchada Cuerva ya hace decenas de kms, a pesar de haberse conversado que nos encontraríamos recién por el km 31. “¿Para qué nos vamos a encontrar antes, si seguramente aún vendríamos enteros por allí? No es necesario tanto antes...”. La verdad, estás regalado, hermano...

La cosa es que me aburrí de intentar divisar a nuestra gente, autos, bandera, niños, algo, lo que sea, a la distancia. Mil y una vez me pareció identificar el auto Cuervo a la distancia, estacionado sobre la banquina.

Cabe destacar que en ningún momento nos sentimos “abandonados”, para nada, más allá de rescatar todo el apoyo de los desconocidos lugareños, tuvimos el apoyo constante de la familia de Luis que se desplazaba constantemente a lo largo de la prueba, paraba más adelante, saludaba desde tierra, sobre ruedas, como fuere.

También estuvo presente el apoyo de las hinchadas y/o familiares de los equipos amigos, caso de Los Rojos que capturaron fotográficamente nuestro grupo y nos dieron aliento “personalizado”.

Al conquistar la enésima loma, logro ver en la próxima la novísima bandera Cuerva reflejando el sol con su inusitado brillo, allá lejos, en lo alto, yo vengo bastante atrás en el “pelotón (o pelotoncito) de las 4:15”, me dirijo a Chirola, pero hablándoles a todos: “Bueno, éstos son mis 5 minutos, perdonen muchachos, pero me toca a mí”. Allí pasé a correr un poquito delante de ellos, con una sonrisa no muy fingida todavía y pasé saludando y tocándonos los guantes con casi todos los familiares Cuervos. Una terrible alegría, verlos y sobre todo hacerles ver que estábamos en buen estado físico, aunque tal vez ya no tanto como pretendíamos irradiar con nuestra sonrisa.

A los pocos metros de superado todo este magnífico saludo, me vuelvo a dirigir a los compañeros: “Bueno, ya está, vuelvo a mi lugar, muchas gracias y disculpen el atrevimiento...”

Casi sin quererlo, ya he interceptado la posición de nuestra hinchada sin haberlos llamado siquiera una sola vez por el celular, especialmente para saber cómo seguía Martín de su gripe y la participación de Agustín en la carrera de 2k, que lamentablemente no pude presenciar como las veces anteriores. Es posible que sintiera cierto temor de gastar energías hablando por el celular o bien la carrera se me estaba yendo de las manos antes de lo que yo pensaba. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho, tal como lo hice reiteradamente en los long, enviando incluso algunos SMS con mi posición. Ahora no hubiera costado prácticamente nada hacer un redial cada tanto, especialmente transitando a nuestra modesta marcha. En definitiva, Agustín había quedado algo preocupado por cederme su celular (es más pequeño que mi “antigüedad”), llegó a decir: “Si me llegan a llamar, deciles que no puedo atender”.

Ya la presencia de Fernando se había desvanecido casi sin darme cuenta, luego de su primer calambre nos habíamos reencontrado con gran alegría, pero luego me enteré de un segundo que apareció más o menos por esa altura, donde fue atendido acertadamente por alguien entendido que justamente estaba allí, observando. Un diagnóstico claro y un tratamiento inmediato.

Seguimos viendo con detenimiento hacia adelante como siempre, repecho tras repecho, luego de haber superado todo tipo de manifestaciones de parte de los lugareños, hemos dejado atrás al Payaso “Carqueja” y su peculiar moto-monopatín con sirena, con quien nos topamos no menos de 3 veces (claro, a él lo trasladaban en un auto, con monopatín y todo). En algún poblado recuerdo haber visto una niña con terrible bandera de Peñarol (¿una curiosidad a esta altura, no?) y allí pegado una banda musical, aparentemente del Ejército, con altoparlantes, etc., había de todo, desde el solitario propietario de un establecimiento que salía con recelo y curiosidad a ver a estos locos trotadores, a veces acompañado de su familia y alentando a gente que nunca vio ni volverá a ver. En otras oportunidades era casi todo el poblado que salía a las calles. Ahora, estando más cerca de la ciudad, esto se había hecho más palpable, los caseríos y la gente eran cada vez más abundantes.

El aliento a esa altura era personalizado, los corredores íbamos casi de a uno, los grupos ya no eran el común denominador de la marcha, al menos para este tramo de carrera y este sector de corredores.

Recuerdo haber dicho a alguien, o a mí mismo tal vez (ya no distingo una cosa de otra), que lo que más me dolían eran los brazos, por retribuir constantemente el saludo a todos y cada uno de esa gente increíble.

Tampoco ayudó a ello el hecho de haber improvisado, ya antes de largar, portar el GPS en una nueva posición, sobre el antebrazo izquierdo (suponiendo menor cansancio para el puño, el lugar habitual, al existir un menor desplazamiento). Ello me marcó una fatiga adicional en el mismo que aún conservo hasta pasados tres días, existe una diferencia notoria entre como siento ahora el brazo izquierdo respecto del derecho, parece mentira que algo tan pequeño y liviano pueda causar esa fatiga con el correr de varias horas.

Era plenamente consciente de ese cansancio y me prestaba a quitarle el extensor en cualquier momento para terminar la carrera con él en la muñeca, como siempre, pero la cabecita ya no me daba para eso.

Para colmo, en el afán de cambiarlo de posición constantemente, para no resentir ninguna zona del brazo, le toqué el botón de grabar parciales por allí por el 21, donde el Tato estaba casi encima para “dar la largada para la segunda media”, tal como le grité, a la pasada. Esa operación por error ocasionó que luego tuve que regrabar el siguiente parcial exactamente frente a un nuevo mojón, pero siempre me olvidaba, me pasé tres mojones así, sin regularizar la lectura, que quedó desfasada por 200 mt en sus parciales.

Como venía diciendo, oteábamos cada repecho que surgía y esta vez nos asustamos: sobre la siguiente cuesta, con una leve curva a la derecha, ya no quedaba NADIE, ni un solo corredor. Varios nos preguntamos: “¿Qué pasó, acaso nos quedamos tanto?” Seguimos así con esa interrogante unos cuantos metros más hasta que divisamos al agente de Policía que nos desviaba hacia la derecha, al fin estábamos dejando la maldita Ruta 21.

Poco a poco se abriría, al menos para mí, el tercer y último capítulo de esta inolvidable vivencia.

TERCER ACTO: EL MURO NO EXISTE, LAS PIERNAS TAMPOCO

Llevábamos recorridos a esa altura más de 31km, doblamos en Santiago Gadea, creo, para dejar la Ruta y allí no logro definir con certeza, pero lo cierto es que al encarar el nuevo repecho que allí nacía, transitando el cercano Mojón 32, se me proyectó toda mi vida delante de mis ojos, los oídos se me taparon, comencé a flotar, me aislé sin quererlo de todo el entorno, la gente allí alentando, una extraña música sonó en mis oídos, la entrada a un luminoso túnel al final del oscuro camino se habría imponentemente frente a mí, con movimientos de mis piernas cada vez más lentos.

“¿Me estaré muriendo?”, pensé, “Qué rara es la muerte, comienza de abajo, por los gemelos!!!”. Lo concreto es que mi cuerpo decía, casi abruptamente: “Ya no puedo caminar un solo paso más!!!” y la mente decía “Pero hay que correr 10km más!!!”. No experimenté ningún principio de calambre, pero las piernas se me entumecieron como nunca las había sentido antes, recuerdo mirármelas con atención pues yo de aire y cardiovascularmente venía bárbaro, miraba para abajo como si las piernas fueran un accesorio externo, una interfase desconectada, no podía con ellas.

Inevitablemente comencé a caminar, Chirola y su trío o cuarteta (a esa altura no creo que fueran más) se alejaban en medio de mi letargo, ya no era Tinelli corriendo rodeado de sus guardaespaldas, ya no íbamos hombro con hombro, perfilados por el viento, como los ciclistas de la Vuelta.

Reconozco que bajo ningún concepto pensé ni recordé el famoso “muro”, tal vez lo pensé mucho antes en el recorrido, pero francamente ni lo recuerdo, tampoco tenía idea exacta de en qué kilómetro me pasó ésto hasta que vi el mojón por allí arriba.

Durante el entrenamiento tuve presente este mito o realidad, especialmente en los longs que se acercaban a los 30. Incluso en el long de los 28 que hice mayoritariamente con Quique de Los Rojos, estuve tentado de llegar a los 32 para “ver qué pasaba conmigo”, pero decidí abandonar por el 29,5, era una locura, me había enganchado milagrosamente al terminar mis 28 ahora con Delmar, también de Los Rojos que ya volvía de hacer lo suyo hacia Malvín. Era un locura, lo acompañé un poco y me volví.

Lo cierto es que del famoso muro ni ahí de tenerlo presente, comencé a pensar en él cuando volví a ver al Tato (o acaso era una aparición) me pareció que estaba parado sobre el propio mojón 32 (una pirámide de hierro con 3 caras de lona plástica), el cual superé creo que caminando. ¿Era casualidad volverlo a ver allí, siempre en los puntos críticos? ¿Por qué se veía tan alto, estaba acaso levitando?

Recuerdo haber recobrado algo de lucidez como para elegir un par de medias bananas que no estuvieran muy verdes en el puesto cercano al 32 (tal como lo estaban en el puesto de fruta anterior por el ya lejano 17, supongo), ya ni recuerdo si había y si tomé agua ahí, lo que si tengo presente es que la manzana que comencé a ingerir luego de la banana me duró casi hasta llegando al Real de San Carlos, pero no puedo precisar ahora la distancia que me llevó comerla en su totalidad.

El aliento era constante, yo iba diciendo a todos “Grafffiaaafffff!!!” con trozos de manzana a medio masticar en la boca, expulsando partículas frutales a gran velocidad sobre la gente que me alentaba por mi nombre (gracias al reverso de la camiseta, obvio) aún no sé cómo pude retomar el paso, primero caminando rápido luego corriendo (bah, trotando, supongo, tampoco la pavada).

Allí tengo otra aparición, veo al “Pintor de Sobretodos”, el Gusano Alain increíblemente caminando delante de mí. Recuerdo haberle dicho “¿Vo, qué hace este repecho justo acá? Qué mal ubicado que está!!!”, a lo que él me contesta: “¿Qué decís? Si es por eso, están todos mal ubicados!!!”.

A partir de allí se inicia un raro y desconocido camino algo quebrado hacia el Real, lleno de gente que alentaba, con escasos corredores delante, alguno de ellos ya caminando al parecer permanentemente.

Este tercer capítulo se asemeja a la entrada al “Infierno de Dante”, pululan las almas en pena por doquier, la realidad pierde un poco el contacto sensorialmente con un mismo, se comienza a vivir una película, lo único que me mantiene con esperanzas de aún estar dentro de esta competencia y no haberme extraviado rumbo a Carmelo o Juan Lacaze es ver a los demás atletas, de lo contrario podría llegar a pensar que me perdí en el espacio y en el tiempo.

Supongo que la crocante manzanita y la banana arrancada antes de tiempo hizo algo de efecto, pero más aún fue el hecho de ver algo conocido luego de recorrer ese barrio “fantasma” al cual algún día volveré con la familia para dejar una ofrenda floral en el preciso lugar donde mis piernas fallecieron durante ese mediodía histórico de julio.

Era la imponente figura del Real de San Carlos, viejo conocido de diversas travesías de 10k, “ya estamos en casa”, pensé, con un hilito de la mente.

La lucidez vuelve de a poco, muy gradualmente, los músculos no, allí me acuerdo del único Carb-Up que conseguí y que portaba conmigo, lo manoteo de la riñonera, me lo mando así nomás en seco, un poco arrepentido por tomarlo de esa forma, pero bueno, es lo que hay. Iba, a mi entender a un ritmo espantoso, ya ni lograba ni quería interpretar lo que indicaba el GPS, pero luego, al estudiar su registro pude constatar que no había bajado tanto la marcha, lo que pasaba es que la sensación de fatiga era muy grande y deformaba la realidad de la marcha.

Al rodear el Real, veo con asombro y gran agrado que allí está el puesto de agua, un oasis para poder bajar el esperma de elefante recién ingerido, que aún está a mitad de camino, para llegar a la pancita. En el puesto me ofrecen: “¿Común o Limón?”. Yo contesto “Limón!!!”, con una llamativa lucidez, supongo que para variar un poco la cosa. Tomé la mitad, me agaché y apoyé con cuidado la botellita en la calle, ya rumbo a la Costanera, para no derramar ese precioso líquido saborizado, me daba lástima, qué tarado !!!

Llegué cansinamente a la rotonda de la Rambla, gruñendo por los metros innecesarios que había que hacer para rodearla, para tomar a la izquierda, rumbo al centro de la ciudad.

Por allí, casi en todo momento, pensaba que faltaban 10km, pues estaba en el Real y la carrera del Real son 10km, verdad?. Ése era mi razonamiento, equivocado por cierto. Por allí me percaté que dicha carrera es de ida y vuelta, así que solo serían 5km, además de sumarle los estúpidos 2 kms agregados dentro de la ciudad para cumplir con la distancia madre, sobre Av. Artigas, Gral. Flores, etc.

Allí mismo, al tomar la Costanera hacia la izquierda me pasa el Coyote Chirimini, de quién vuelvo a tener noticias. Lamentablemente, iba en el auto del Tato, dándome un terrible aliento “Daniel, ya estás, ya estás!!!”. Allí tuve una doble sensación, intriga y algo de temor por saber que le pasó a alguien con experiencia en esto y por otro lado llegó el aliento a destino, dándome esperanzas, creyéndome nomás que realmente ya estaba casi “ahí”. Allí recuerdo sobrepasar a Washington Carril (padre) del Villa, que venía caminando, lo invité a seguir juntos, pero no pudo ser por mucho tiempo, otra vez solo como desde el km 31 y algo.

Algunos repechitos y luego repechazos -ya a esa altura-, me hacían dudar seriamente de estar “ahí” nomás. Si se hubiera inventado el “Piernómetro”, la agujita se hubiera mantenido constantemente en cero durante estos tramos, cero coma cinco, por ser generosos.

El único incentivo, por un lado, era el apoyo de la gente, bocinas y aliento como el de Andrés Coyote Romero, impresionante, ya de civil, en su auto, yendo en dirección opuesta a “visitar” a alguien seguramente más rezagado. Por otro, el conocimiento del lugar por donde iba me hacía sentir mucho mejor, a pesar de ir ya en solitario hace bastante rato. La única intriga era qué representarían para mis piernas y mi espíritu alejarse con respecto a lo que sería el camino natural hacia la meta, por tener que recorrer esas calles de la ciudad para completar el retraje previsto.

En uno de estos repechos, creo que fue en el ya inolvidable mojón 38, mis últimas fuerzas morales comenzaron a flaquear nuevamente, ya había pasado a caminar para enfrentarlo y allí tengo mi última aparición: Susana, de los Ruteros con una estirada frase: “Daaaaaniieeeeellll, daleeeeeeee!!!!”, “Fuerzzzaaaaaaaaa!!!” como siempre dice ella.

Increíble, fue como una inyección de solución salina de consuelo concentrado entre tanta contrariedad, allí comenzamos otra nueva etapa, fue como una mini-carrera dentro de otra, hasta casi la propia meta, volviendo a saludar más efusivamente a la gente que nos alentaba. Yo noté enseguida que casi todo el aliento iba dirigido para ella, obviamente, pues dicho aliento ahora era mucho más intenso y habérselo expropiado un poco a Susana ayudó, obviamente.

Íbamos intercambiando algunas bromas elementales y recuerdo que yo iba diciéndole constantemente: “Susana, lo que nos falta es como lo que hay desde el Baño de La Buceo hasta el de La Malvín, no es nada”. El hecho de intentar convencer a otra persona de esto, ese constante paralelismo mental que había intentado comenzar a hacer entre el recorrido real que restaba y el equivalente a esa distancia aplicada al lugar frecuente de los entrenamientos, durante las corridas diarias o los long, me ayudó muchísimo, ahora me parece altamente recomendable hacerlo en ese momento crítico.

Ahora que tenía con quién compartir este paralelismo, lo adecué precisamente al lugar donde ella normalmente corre con Carlos, su esposo, para que le resultara más familiar y efectivo. Tal como lo hicimos al rematar juntos en la Nike, donde ella también apareció “de la nada”, en aquella tarde lluviosa de diciembre, me pareció que lo más atinado era darle aliento, para que a su vez no me permitiera caer a mí.

Una mayor lucidez comenzó a fluir nuevamente por mis arterias superiores y llegamos a criticar incluso a aquellos que nos decían : “Faltan 5 cuadras, faltan 5 cuadras” y a las 5 cuadras nos repetían lo mismo y a las 10 cuadras lo mismo, hasta nos llegamos a calentar bastante con la pobre gente, creo que le llegamos a gritar a alguno, medio en serio, medio en broma: “Yaaaa, cállate, cállate, cállate de una vez con eso de las ‘5 cuadras’ !!”

Superamos el repecho del Supicci, creo que ya no me animé a beber el Gatorade allí dispuesto, pero recuerdo que dije “Estamos en el 40, estamos en el 40 !!!”

¿Para qué consultar el GPS, no? Ya no me daba la cabeza para chequear eso, lo cierto es que el 40 estaba recién detrás de la Intendencia, por la paralela a Gral. Flores, pegadito al olvidado auto de Gonzalo Cuervo, fiel e inmóvil testigo de nuestras últimas penurias.

Susana logra divisar adelante, algo distante, a Chirola nuevamente -ante mi total descreimiento-, junto a su reducido grupo de uno o dos atletas tal vez. “¿Pero entonces no veníamos tan mal después de todo, no?”, pensaba yo.

¿Acaso Chirola en la “reunión” estratégica de evaluación que estaba pactada para llevarse a cabo en el 31 ó 32 (yo ya ausente, me la perdí, si es que efectivamente ésta existió), para ver si seguíamos así o aumentábamos el ritmo, había decidido aumentarlo? Supuestamente fue entonces cuando los vi desaparecer en medio de mis “visiones tubo” del 32. Pero luego se quedaron, ahora, casi al final. ¿Qué fue lo que decidieron o qué fue lo que les pasó luego? Aún no lo sé, es un misterio para el próximo domingo si logro hablar con él.

Allí ya surgía el misterio de cuánto nos alejaríamos por Av. Artigas, yendo de vuelta “para atrás”, yo seguía tirándole ejemplos a Susana con la distancia restante proyectada sobre la Rambla del Buceo y Malvín. Espero que a ella le haya aportado algo esta tonta y reiterada práctica, como lo fue para mí.

Ya en Av. Artigas sobrepasamos a Daniel Ibarrola de ADP que iba caminando, otra sorpresa al verlo a él precisamente allí, lo alentamos para ver si seguía con nosotros pero no pudo ser.

Últimos quiebres de calles a la derecha 2 veces, izquierda, derecha, qué se yo, con gran aliento para desembocar por fin en una casi desierta Gral. Flores. Tal vez no fuera tan así, pero al ser más ancha que el resto, el aliento era un poco más difuso.

“El último repecho, el último repecho!!!”, le gritaba yo a Susana, frente a la Intendencia, coronada por una solemne guardia de 4 ó 5 zorros allí presentes.

Recuerdo haber llegado a un muy poblado bar, sobre la esquina de Ituzaingó, tomar ésta hacia el mar y acordarme inmediatamente del coloniense Cuervo Luis, por las advertencias del empredrado impactando irregularmente contra nuestras frágiles piernitas a esa altura de la carrera. Ya está, unos pocos metros y ya terminamos, al menos aquí es el preciso fin de este doloroso tercer capítulo.

EPÍLOGO: Y LLEGÓ LA SALVADORA ANESTESIA: LA ADRENALINA

Transitamos por Ituzaingó, 1, 2, 3 cuadras, ni lo sé y ya el tubo de gente impide ver las veredas, las casas, es todo un guard-rail humano, el nivel de aliento aumenta exponencialmente, ahora habrá que girar 90º a la derecha, allí precisamente veo el aliento de Rosario, la primer cara conocida y pensé “entonces la meta debe estar allí nomás, no puede estar muy lejos”, no tenía ni idea, tampoco se veía aún, la cosa es que como en otras tantas pruebas de 10k, 21k, etc., alguna Entidad superior me ajustó una carga explosiva expelente en el orificio rectal, me dio una cachetada en la cara para reanimarme y ya no sentía absolutamente ningún dolor, ninguna pena, ningún remordimiento por “abandonar” a Susana, “No Pain, no Pain!!!”

Dibujé la más amplia sonrisa jamás alcanzada en mi cara, casi me dolía por estirarla tanto, me llevé ambas manos y sus índices a ambas comisuras de los labios, trazando su recorrido para que la gente apreciara mi exagerada sonrisa, así llegué a ver a todos los míos por allí, luego de una interminable búsqueda aplicada sobre todas las caras, alentándome a muerte como siempre, con la nóvel bandera, luego recuerdo a David de Los Rojos, a Mario, al Peta, si, son los mismos de la Ruta!!!, allí enseguida a Gonzalo Cuervo (ya cambiado hace rato) y toda su familia gritando a muerte (por eso los identifiqué en esa multitud), pudiendo ver de cerca el tradicional vuelo Cuervo de la llegada.

Imposible describir con palabras ese momento preciso en que uno ya detiene su reloj y sobre todo los segundos previos, es una muy peculiar forma de terminar este “altamente adictivo” sufrimiento, sensación que solamente alguien que haya pasado alguna meta de éstas en su vida, no importa lo alejada de la largada que esté, podría llegar a entender.

Tampoco es necesario describirlo mucho, a quién no vivió algo parecido seguro no le interesará y a quién sí lo vivió lo debe tener muy presente como lo tenemos todos, grabado en nuestras retinas y circunvoluciones cerebrales, en algún rincón de privilegio y por ello ni es necesario narrárselo.

Lo cierto es que en medio de esa inmensa alegría por llegar, pero también alivio por terminar con todo de una santa vez, por comenzar a festejar, no preocuparse más del paso, del tiempo, de la distancia, de los mojones, los repechos, del cansancio inconcebible, de todo y de nada, no vi bien cuando sobrepasé a Chirola y a esa altura su único socio, creo.

Francamente no lo hubiera creído si Fernando no me lo hubiera comentado el día después al leer la clasificación y también ver las muy buenas fotos que Los Rojos nos enviaron luego.

Lo siento, Chirola, fue sin querer, iba volando tan rápido que no te vi, ja, ja, ja....

Lo más destacable ahora, de un evento perteneciente ya inexorablemente al pasado, las reflexiones de todo esto, son, a mi entender:

- El constante, metódico y ordenado entrenamiento tiene que estar presente para este tipo de pruebas, es inevitable, tal vez 60% para fortalecer la mente con algo tan penoso y sacrificado y el 40% restante con verdadero destino al chasis.

- Para mi gusto, la Maratón (o tal vez toda carrera de cualquier distancia, hecha por un simple aficionado, obvio) se divide en tres grandes capítulos, tal como intenté hacer ver aquí, al menos aplicado a la experiencia personal:

Primera parte, lo 100% disfrutable, “con amigos”, como si fuera un simple long, una larga recorrida en “piloto automático”, casi sin pensarlo.

Luego la segunda, donde la mente tiene que tomar un poco de conciencia de lo que estamos haciendo y comenzar a realizar algún ajuste o transmitir alguna pequeña orden o golpe de timón al físico, para evitar abortar la misión o hacerlo con males o penurias mayores.

Y al final la tercera, donde el físico desaparece, la mente toma el 100% del control. “Hay que correr cuando no se puede ni caminar, literalmente”. De un individuo a otro, de una carrera a otra, existirán matices, pero es muy posible que comparta algo de esto.

- El cuerpo es como un niño cuyo padre (la mente) no debe dejarle ni un milímetro de cuerda floja para que éste se la lleve, durante el “tira y afloje” que representa una prueba de éstas. No debe aflojar nunca, jamás. Si el entrenamiento dice: correr por este cantero hasta pasando esta bocacalle y volver, no hacerle caso al físico y decir: “Y bueno, ya doblo acá y chau, total, es lo mismo”. Tampoco decir: “Ufff, hoy tengo 8 pasadas, tá, van 7, no hago más, es lo mismo”, aunque uno sepa que más o menos objetivamente es lo mismo desde el punto de vista físico. Humildemente, ahorrarse algún metrito de entrenamiento (no importa tanto lo que uno tenga pactado sino en realidad lo que uno de antemano se propuso íntimamente hacer ese día, ya antes de salir) puede significar irrelevante durante el entrenamiento, pero esa “libertad” que se le da al cuerpo de decidir, con algo tan tonto e insignificante como unos pocos metros menos, luego, en la competencia, puede desembocar en que uno abandone a correr, no tenga la entereza moral de evitar que el físico pare a caminar porque simplemente está cansado o eventualmente aborte la misión completamente.



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