Race Report 25º Maratón de Porto Alegre 2008

por Daniel Cuervo

Se acercaban las 5:00 y ya habían comenzando a sonar nuestras alarmas y despertadores, en el preciso orden establecido. Sin embargo, los 3 habitantes de la habitación 303 permanecían casi inmóviles, simplemente estrangulando al tanteo los sonoros dispositivos para minimizar sus efectos antes sus invisibles vecinos. Pero ya nadie dormiría.

Ya bien despiertos, en plena oscuridad, nadie quería dar el primer paso, pues todos sabíamos que luego todo resultaría irreversible e inexorable. Uno tenía la rara expectativa de que si nos quedábamos así, el mundo dejaría de girar y la hora de la largada quedaría congelada en el futuro cercano para la eternidad.

Improvisamos un desayuno en la propia cama, casi sin levantarnos. Algunos cereales, pasas de uva y ciruela, agua sin gas, galletitas Club Social. Un desastre.

Sobre las 05:50, algún amigo nos avisaría por teléfono: "¡¡¡ Ta pronto el desayuno !!!"

Nadie reaccionó ante este aviso, todos seguimos en lo que estábamos, baño, vestimenta, ingesta improvisada.

Una ducha posterior nos permitiría lavar nuestras culpas y remordimientos, semanas de entrenamiento no completadas, por gripe o directamente por falta de motivación. Peligrosamente, cualquier excusa sirvió, esta vez más que nunca, para no salir a chupar frío o perderse algo interesante en la TV.

Luego vendría el segundo baño, el más exterior, el envaselinado de diversas porciones anatómicas, protegerse el roce en el pecho con pequeños leucos. Lo de siempre. Ya es algo mecánico y metódico. Un poco de vaselina sobre las uñas y dedos de los pies, combinado con otro poco de talco dentro del calzado. Una curiosa combinación que luego de las carreras requeriría ir a una estación de servicio con hidrolavadora para poder retirar todo aquello de los pies.

Lo positivo de esta oportunidad era la ausencia total de dolores en las piernas, a diferencia de Buenos Aires 2007. Esta vez no habría improvisados vendajes en ellas, bajados de Internet, ni tampoco Algi Flex Gel y más vendajes de repuesto en la riñonera.

Esta vez solamente transportaríamos la cámara, 4 Geles, el celular apagado (ya con poca batería) y 70 Reales para un imprevisto retorno en un vehículo de alquiler, léase taxímetro o para una eventual "Gran Capoeira", pero sin fines de lucro.

Una vez ataviados para la guerra, ya con todos los pertrechos encima, visitamos el salón del desayuno simplemente para medir el nerviosismo del ambiente con nuestros sensores, para tomar contacto con aquellos extraños madrugadores de poca ropa.

Un simple vaso de jugo ofició de cierre para el desayuno, como para acompañar un poco los sólidos ingeridos improvisadamente en la habitación.

Dejamos unas pocas líneas testimoniales en la página Cuerva, anunciando nuestra partida.

Una visita técnica retornando a la solitaria habitación, pondría un poco más al día un metabolismo alarmantemente perezoso en los últimos días, quién sabe alterado por qué cambio, si fue por la latitud, la temperatura o la marca de la cerveza.


HAY QUE PARTIR...¿ POR ACÁ ? ¿ ESTÁS SEGURO ?

A último momento, decidimos no llegar ningún abrigo adicional. Gran error el nuestro, que ya lo comprobamos apenas salimos al exterior del hotel.

Ya quedábamos pocos allí, al menos como parte del contingente dispuesto a correr ese día, la gran mayoría ya había partido a la cercana largada, ubicada a tan solo 6 ó 7 cuadras.

Nos encontramos con Carlos Serellanes al salir, quien iba por la Rústica, acompañado de su esposa. Tomamos a la derecha, por la "principal", luego giramos a la izquierda en la primer calle y allí nos encontramos con un repecho increíble.

Como nos aseguraron que ése era el camino más corto y no daba como para perder mucho más tiempo, decidimos enfrentarlo. Era imposible hacerlo corriendo, al menos si uno pretendía luego terminar una Maratón. Todos nos asombrábamos de lo empinado que era, solamente llegaba hasta la siguiente bocacalle, pero era como subir al piso 6 en una sola cuadra.

El repecho de Viacaba, el de la subida a nuestro ahora lejano Cerro de Montevideo, se nos vino de inmediato a la mente, pero éste parecía muchísimo peor, cansaba simplemente al caminarlo. Por lo menos ayudó a levantar un poco la temperatura de la maquinaria que, al inicio del camino, aún moderaba muy mal, incluso amenazó con apagarse varias veces por el frío reinante.

Luego de zigzaguear varias calles, tal cual nos indicaron los más conocedores de los alrededores y luego bajar de una escalera que nos devolvía al nivel de piso normal, al estilo de Durazno y Bulevar, llegamos por fin a acercarnos a la zona de largada.

Era un oasis cada vez más cercano de luces, sonidos y gente, en medio de esa oscuridad generalizada y tan inhóspita hora. Como hormigas hacia el hormiguero, los atletas ya había comenzado a aparecer desde todas las bocacalles, muy decididos, en dirección a la largada.


A ESCASOS MINUTOS DE LARGAR

Las voces de los altoparlantes, las luces, el propio arco, los puestos de "extraños" espónsors alrededor, el vallado cada vez más estrecho, la multitud que se iba concentrando, la tribuna de invitados (aún vacía) ya nos ponía de una sola y fría bofetada en el rostro, en la realidad que nos tocaría vivir. Esos nervios previos que le dan a todo esto un condimento especial, perfectamente entendible por cualquiera de nosotros que lo haya vivido, aunque sea por única vez, como previa de una mísera carrera de 5k.

Y el lógico nerviosismo previo se vivió solamente hasta el preciso momento que comenzamos a hacer lo que específicamente vinimos todos a hacer: Correr.

Hicimos algunas idas y vueltas a lo largo del tubo de largada, más para recorrer y mirar, sacar alguna foto apurada, grabar todo éso lo mejor posible en nuestra memoria, antes que propiamente calentar.

Prácticamente se puede decir que no calentamos ni un solo metro en la previa. Era la hora de las últimas escalas técnicas antes de partir, hora de ir a visitar lejanos y sombríos yuyos, que poco a poco comenzaban a iluminarse por el resplandor del inminente amanecer, que pintaba totalmente gris, postergando un sol de presencia totalmente dudosa. ¿Acaso la Tierra se saldría justo hoy de su órbita ?

Ya las mujeres se iban posicionando todas para su anticipada largada, ellas tendrían 20 minutos menos de agonía que nosotros. Los espectadores se volvieron predominantemente masculinos, pues los atletas remanentes superábamos con creces a los acompañantes que se dieron cita a esa hora y en ese lugar.

Sin embargo, a la hora de superar el arco al momento de largar, la presencia de toda esa gente se hizo notar bastante.

Ya prácticamente nos tocaba el turno a nosotros, aprovechamos para ir a curiosear el "corral de elite" allí adelante, donde entraban los atletas casi individualmente ovacionados, era obvio que entre ellos estaba el ganador y así fue en definitiva, recordamos perfectamente su entrada, seguro que "no pagó nada", era favorito por lejos y los aplausos así lo indicaron de antemano.

Uno de los atletas que ingresaron al pequeño y selecto grupo fue nuestro compatriota Luis Coyote Nogués, quien luciendo su dorsal 9 y mostrando el nerviosismo lógico de estar allí en ese preciso lugar y momento, iba tomando posición entre tanta estrella local.

El helicóptero que hacía la cobertura periodística de la prueba ya hacía varios minutos que nos sobrevolaba lentamente o se mantenía totalmente estático sobre nuestras cabezas, buscando el mejor ángulo, desde un cielo que cada vez se iluminaba más.

Su presencia cercana no hizo más que darle una vuelta de tuerca adicional a nuestro espiral de nerviosismo creciente.

Llegó el momento, largamos al fin, saltaron todas las térmicas, pero la presión previa se disipó completamente.


LARGAMOS !!!

Caminando sin remedio por lo menos hasta el arco, pues estábamos bastante atrás en el pelotón, logramos superar las alfombras en algo más de 35 segundos.

Ahora sí se terminó todo el nerviosismo, ahora comienza lo harto conocido, el desplazamiento casi involuntario de las piernas, esa monotonía interminable de movimientos coordinados de tantas carreras y otros tantos días de entrenamiento previos. Desde allí tan solo nos separarían unos 50.000 pasos para volver al mismo sitio de partida. Pero no era momento aún para pensar en eso, sería de locos.

Luego de una recta bastante corta, por la cual nos habíamos aproximado desde el hotel hasta la meta, doblamos a la izquierda en dirección a la costa del lago Guaíba. Lago, estuario o río, sea lo que sea, nos estaba esperando con un lindo vientito frío que lo atravesaba desde quién sabe dónde.

La trayectoria que elegimos inconscientemente con respecto a la calzada, acompañando a Fernando Cuervo mano a mano, nos llevaba a comernos una interminable fila de "conitos" que delimitaban quién sabe qué cosa, era una locura esa fila interminable en medio de todos nosotros, realmente se tornaba peligroso si ya comenzábamos así, en cualquier momento la M se terminaría para nosotros.

Luego giramos lentamente a la derecha, superando la zona cercana a nuestro hotel, pero recorriéndola ahora más cerca de la costa, en dirección al acceso que tomamos cuando entramos a la ciudad por primera vez, ese clásico tramo largo que acompaña las vías centrales del tren eléctrico.

Por suerte los conitos se habían "corrido" hacia un costado, para que no tuviéramos que ir tan pendientes de su presencia. ¿Qué querían lograr con esa división tan inverosímil, ubicándolos en medio del torrente de atletas?

¿Acaso teníamos que circular pares por un lado e impares por otro? "Vamos, muchachos, ¡¡¡ Agrupación por la derecha !!!"


¿OTRA VEZ VOÇÉ?

Por allí fue que reencontramos a nuestro amigo brasileño de otras tantas batallas, las luces del nublado alba nos ayudaron a reconocer un veterano atleta que conocimos en Colonia 2007 y luego al poco tiempo volvimos a verlo en Buenos Aires 2007, compartiendo en ambas un montón de kilómetros juntos.

Lo más llamativo de su encuentro, después de analizarnos mutuamente las espaldas con nuestros nombres y señas para confirmar el conocimiento previo que evidentemente teníamos, fue conocer sus deseos de participar en la Maratón de San Pablo al domingo siguiente, luego Río el 29 del mes siguiente y por supuesto, por si fuera poco, las intenciones de ir también a Punta del Este. Insano total.

Un fenómeno el veterano, con decenas de maratones sobre sus hombros y piernas. No recordamos el número exacto, pero creemos que él aseguraba superar las 40, seguramente debe ser cierto. Fernando recordaba perfectamente su procedencia y nombre, se trataba de Eduardo de Almeida Junior, luciendo una melena totalmente blanca que lo caracteriza a lo lejos y su clásica casaquilla del equipo "Amar", significado que él aclararía en alguna oportunidad anterior. Procedente de Ribeirao Preto, estado de San Pablo, luego Fernando aportaría más datos desde Internet, como por ejemplo el mote de "Eduardo, o Sr. Maratona" en alguna nota que le hiciera un diario local.

Toda una figura el veterano con sus 61 años, recordamos que en nuestro encuentro en Colonia con él y ya luego de corrida la Maratón 2007, estaba muy pancho, solo, almorzando en uno de los tantos bares de la Av. Gral. Flores, acompañado de su cervecita. Aún recordamos perfectamente ese momento, a pesar de lo mal que nos sentíamos, aún a casi dos horas de haber terminado la carrera.

Una de las primeras cosas que nos dijo, en un portugués bastante entendible, cuando le recordamos Colonia, fue: "Y... 'Shirola'...está también por acá?", refiriéndose a nuestro Pacer de lujo del 2006, Rafael "Chirola" Mernis, del Villa, guía reincidente de otro grupo de damas en la edición siguiente.


RAMBLA PORTUARIA

Volviendo a POA, nos aproximamos ahora a una zona más abierta, muy similar a nuestra Rambla portuaria, cercana al Club Neptuno, por decir algo. El viento hacía más similar aún esa situación. Nos viene un vago recuerdo del viento recibido al costado de todo el interminable Aeroparque, durante la M de BAires 2007.

Fue un llamado de atención, para especular sobre cuánto duraría, desde qué dirección soplaría durante el resto del recorrido, etc, etc.

Por allí intercambiamos saludos con Verónica Coyote Bugna, a la distancia. Ver un rostro y/o una casaquilla conocida -que sería seguramente compatriota- aunque sea de lejos, en medio de toda esa masa de atletas brasileños, motivaba a ensayar todo tipo de señas y gritos para dar aliento a cada uno de nuestros casi solitarios compatriotas.

Qué adelante que iba Verónica, pensábamos, realmente anda volando esta vez, ya está volviendo del primer "ida y vuelta" del circuito. Pero claro, a su indiscutible buena performance se le sumaban también los 20 minutos de ventaja que nos sacaron al largar.

Allí nos encontramos con un par de uruguayos que viajaron con nosotros en el bus, los 4 intercambiamos los ritmos previstos y coincidían perfectamente.

Nuestra idea era hacer todo lo que se pudiera a 05:40/km. Si era posible toda la carrera, lo que nos llevaría, así como quien no quiere la cosa y como al descuido, a bajar la tan ansiada frontera de la 4 horas. Este ritmo fue motivo de discusión y análisis en días previos con Fernando y llegamos a establecer ese valor, el cual seteamos en el GPS para arrancar la Maratón con un tercer compañero, el Pacer Virtual, siempre corriendo parejito a 05:40/km y llegando a la meta exactamente en 03:59:06, en forma imaginaria. Pasara lo que pasara, el amigo virtual iba a llegar en ese tiempo.


NUESTRO "COMPAÑERO" DICE BASTA

Lamentablemente, el Pacer Virtual se fue desdibujando rápidamente, se acalambró enseguida, ja, ja, ja, pues el GPS perdía constantemente la señal, debido a las construcciones cercanas y relativamente altas, o bien el aparatito se despertó esa mañana particularmente estúpido y caprichoso, como nunca antes.

Lo cierto es que ya transcurridos unos 4 ó 5 kilómetros, se vislumbraba que sus valores y advertencias no iban a servir prácticamente de nada, su uso se iba a limitar al de un simple cronómetro. Era un lastre de casi 100 gramos que deberíamos llevar por no tirarlo lejos a un costado de la rúa.

Los parciales de la primer media de la M fue enteramente cronometrada por el Polar de Fernando. Nosotros podríamos también haber marcado y registrado los parciales al transitarlos, pero francamente no nos animamos a introducir una nueva incertidumbre, pues alguna vez podría pasar que el instrumento marcara el parcial antes que uno mismo. Esto se hubiera podido evitar (el marcado automático programado cada 1000 mt), pero no era momento de andar cambiando la configuración, lleva tiempo y requiere una atención que no estábamos dispuestos a gastar en ello.

A todo esto, los "mojones" eran pequeñísimos, sobre todo resultaron así los iniciales, los cuales uno siempre mira con algo de desatención y hasta desprecio.

Se trataba de unos cartelitos enanos, rectangulares, digamos al estilo de nuestras maratones de Colonia (recordar aquellas pequeñas pirámides al costado de la desafiante Ruta 21).

Poco a poco nos adentrábamos nuevamente en el corazón de la ciudad, luego de haber vuelto de aquella ida larga por el acceso citado, volviendo a pasar por un camino ya conocido.

Precisamente en la curva que nos llevaba de vuelta para "adentro", hacia la izquierda, Fernando hace su primer escala técnica, fue al encuentro de una palmera que, curiosamente, "tenía pies" al decir de él. O mejor dicho, tenía todo un humano entero casi adentro, aferrado a ella, abrigándose aún del frío de la noche anterior.

Volvemos a pasar por las cercanías de la largada/llegada, por la avenida que posee una larga, angosta y curiosa construcción sobre su cantero central, parece un viaducto elevado para bicicletas, pues es muy estrecho. Los pilares que lo sostienen son lo suficientemente altos como para que los vehículos pasen debajo de él.

Alguien previamente comentaría en el bus que todo éso se trataría de un malogrado proyecto de un tren elevado, algo que para nosotros, uruguayos ya algo veteranos, nos trae a la memoria el ya desaparecido proyecto inconcluso aerocarril de la playa Malvín y la Isla de las Gaviotas, ahora muda testigo del inicio de la mayoría de nuestros longs, con Carlos, Susana y Fernando, desde el Mojón 14. Y también el famoso Tren de la Costa por Av. Italia, que nunca existió más que en nuestra imaginación.


YA VEMOS A LAS DAMAS

Estaríamos en el km 5 cuando vemos la primer deserción, o amague a ello al menos. Se trataba de un atleta joven vestido de celeste, que había parado a caminar, pero no parecía lesionado, simplemente lucía cansado. Corroboramos que tenía dorsal de maratón, increíble que sucediera ya a esa altura.

Luego, sobre una calle muy similar a Yatay, al menos de acuerdo a nuestra percepción del momento, nos llama la atención el clásico ruido de una descarga eléctrica, se trataba de un árbol que tocaba uno de los cruces del tendido eléctrico aéreo, con visibles chisporroteos. ¿Lindo arbolito para apoyarse a estirar los cuádriceps, no?

Después de algún kilómetro más aparece el primer repecho, justo donde observamos por primera vez uno de los fotógrafos que seguía la prueba, desde una moto. Iba de acompañante, pero desafiaba el equilibrio y las fuerzas de gravedad sentado al revés, mirando para atrás, hacia nosotros. Especialmente los corredores locales le gritaban para que obtuviera alguna memorable instantánea de ellos.

El repecho a superar se trataba de un paso elevado sobre otra calle, un puentecito tipo Galicia y Fernández Crespo, bastante corto pero empinado donde, luego de superarlo, Fernando logra tomar nuevamente contacto con nosotros, afortunadamente, luego de su escala de la palmera.

A partir de allí, Fernando vuelve a cantar nuestros parciales: "¡¡05:40!!"......"¡¡05:42!!"....."¡¡ 05:40!!"...Según los mojones y su Polar, la verdad que veníamos como un relojito, a 05:40 casi constantes, según lo pactado de antemano. Y todo hecho sin el más mínimo esfuerzo aún, disfrutando de los nuevos escenarios y calles que dejábamos atrás. ¿Estamos en Pocitos? ¿Estamos en Capurro? ¿Estamos en la Aguada? ¿Acaso esto es un barrio de Buenos Aires? ¿Es Avellaneda?

Negativo. Estamos muy lejos de allí, pero lo cierto es que se vuelve a repetir la sensación de transitar por lugares conocidos, la misma percepción de cuando caminábamos por las plazas céntricas, era inevitable hacer paralelismos con todos esos barrios tan ajenos y lejanos a Río Grande, pero eran tan similares, ¿no?

A ésa altura, de a poco ya habíamos alcanzado a las damas más rezagadas, las cuales venían obviamente a un ritmo muchísimo más bajo que el nuestro, no en vano les habíamos desquitado los 20 minutos de ventaja que tenían como crédito desde el arranque.

Por eso las pasábamos "como postes", lo que no dejaba de ser un excelente e inesperado ingrediente adicional para seguir firmes en nuestro paso.

Era un hecho que prácticamente nunca se da en una carrera "normal", la posibilidad de pasar, ya bastante iniciada la misma, a otros competidores con tanta facilidad. Los 20 minutos de desfasaje entre largadas por sexo, eran obviamente el motivo de este nuevo y extraño escenario.

A partir de allí fue constante, hasta el final de la Maratón, el sobrepaso de damas, e incluso el de algún caballero que se comenzaba a rezagar.

Quedaban aún un par de kilómetros para entrar a la segunda porción de ida y vuelta del circuito. Era el mayor de los 3 que estaban previstos, el cual se hacía sobre la pintoresca Av. Ipiranga.

En un estrecho giro en "U" alrededor de una plazoleta o algo parecido, logramos ver y saludar, gritos mediante, a Carlos Rutero Krul, que venía allí atrás, muy cerca nuestro y del cual no teníamos ni noticias desde la noche anterior en el propio hotel, cuando le arrimamos un poco de vaselina a la habitación.

Tampoco habíamos visto largar a Susana, su esposa. Su performance seguramente no nos iba a permitir verla, al menos por ahora. Su crédito de 20 minutos seguramente permanecía y posiblemente permanecería hasta el final casi intacto, si nos basábamos en entrenamientos previos compartidos con ambos.

Ante otro paso elevado, una especie de mini-viaducto del Paso Molino, una leve llovizna comenzó a hacerse sentir, luego de confundirla por algunos minutos con sudor o quién sabe que otra alucinación. "Llueve de frío" dirían las viejas, era el aporte adicional que necesitábamos para no extrañar en absoluto el clima ramblero predominante de esta época en nuestro Paisito.

Ése fue el momento preciso que vimos, por primera vez, a la Pantera. En toda Maratón hay alguien disfrazado, casi siempre, y POA no podía ser la excepción. Se trataba de un veterano, de pelo bastante largo, con una malla entera al estilo "luchadores de Martín Karadajián". Su diseño era de leopardo, o algo así. Una malla ajustada con tiradores arriba y colita apretada abajo. Digno de una foto que lamentablemente nunca llegamos a obtener. La verdad, no nos dio...

Al efusivo aliento de Fernando: "Arriba, Panteira do Amazonas", el vete-felino saludó con bastante seriedad. Lo más gracioso, es que en realidad no estaba disfrazado, él no parecía considerarse así, ésa era su vestimenta normal de competición, la que consideró apropiada para correr esta prueba. Fue de lo más llamativo que vimos por allí.

Frío constante, varios tramos de viento, y ahora la lluviecita. Está todo. Pero tampoco podíamos quejarnos, ¿qué preferíamos a cambio de ese clima invernal? ¿Acaso el calor y la humedad de los días anteriores? Negativo, Central...

La insólita transformación del clima el sábado previo fue una bendición para los corredores, otra hubiera sido la historia seguramente si todo continuaba como el jueves o el viernes previos, con temperaturas y sensaciones totalmente estivales para nosotros, donde no daban ganas de entrar al Hotel. Estábamos permanentemente vistiendo una simple remerita y bermudas.

El improvisado fondo que realizábamos en la noche del viernes, por la Costanera, encendería múltiples alarmas y preocupaciones, era impresionante la forma de transpirar, por un simple trote de algunos kilómetros por una zona harto abierta y ventilada. Se sentía como correr por el Parque Rodó en una de esas nochecitas del verano, en que el calor explota e invita a algunos o directamente fuerza a otros a sentarse en los muros de la Rambla, esperando a que la temperatura baje un poco como para poder entrar a dormir de una vez. Fue tal cual.


COMIENZA LO INTERMINABLE

Volviendo al recorrido de la Maratón, tomamos una curva a la izquierda y allí nos encontramos con la interminable y a la postre abominable Av. Ipiranga, con el hediondo Arroyo Miguelete entre sus dos vías, una curiosa y ancha avenida de dos vías, bien separadas por ese arroyo en el medio, con márgenes verdes y diversos puentes sobre calles y peatonales que lo cruzan.

Era tal la separación de ese larguísimo ida y vuelta de nuestro recorrido, que aún con buena vista costaba, en gran parte del trazado, reconocer a los corredores que allá a lo lejos volvían de ese monótono castigo.

Tal como lo narramos desde allá en nuestra página Web, parecía que llegaríamos al límite con Perú en cualquier momento, no se vislumbraba el retorno por ningún lado. Bastante exagerada la percepción, ¿no?

Pero lo cierto es que al menos estaríamos acercándonos rápidamente al Paraguay y a Bolivia. Fue como salir a Av. Italia a la altura de Tres Cruces y tener que ir hasta el Parque Rivera y luego volver por el mismo camino.

Vimos pasar los punteros de la prueba, de aquél lado, ya retornando. Repasándolo nuevamente ahora, no quedaba claro si los punteros hombres habrían ya superado a las mejores damas, seguramente no las vimos a ellas, pues esos 20 minutos deberían ser imbatibles aún para los mejores hombres, a esa altura de la carrera.

Ya era momento de estar atentos al pasaje de Luis Coyote Nogués, quien de no mediar ningún inconveniente, seguramente vendría por allí, entre los 10 ó 15 primeros.

No tuvimos la certeza de su posición relativa a los punteros en ese momento, no daba para llevar una cuenta detallada, pero lo cierto es que pasó al fin y lo vimos, le gritamos varias veces, a la distancia, al final levantó un brazo como acuse de recibo de nuestros desorbitados saludos: "Ta, ya está, ¡ya los escuché!"

El próximo objetivo a detectar, por supuesto entre tanta dama rezagada que seguíamos pasando en nuestra ida y la metódica corroboración de nuestros parciales, era ver retornar a Susana. Ya era hora para verla volver.

Efectivamente, Susana ya regresaba de ese aburrido recorrido, a nuestros desaforados gritos de aliento, ella responde a lo lejos con un gesto de saludo. A la distancia nos imaginábamos su clásico "¡¡¡Fuerzzzzaaaaaaaa!!!", de tantas batallas AAUenses.

El monótono tramo sobre la Av. Ipiranga produce confusiones ahora en la recopilación ordenada de los recuerdos. El regreso por ella, si bien retornamos algo más cansados que a la ida, pareció resultar algo más corto. ¿Habremos cortado camino, Doctor?

Tal vez la incertidumbre a la ida, el hecho de no saber exactamente dónde girábamos en "U", o bien al retornar, el incentivo de dejar esa Avenida para siempre, con el agregado de poder ver y constatar hacia el otro lado que evidentemente no éramos los últimos de la prueba, constituyeron un paliativo a la tan desgastante experiencia.

Podemos citar algunos puntos que recordamos a la ida, aunque tal vez el orden real no se refleje fielmente en el relato. Por ejemplo, vimos una de las damas rezagadas quitándose todas las prendas inferiores a la vista de todos, ensayando infructuosamente una pose escondida junto a un arbusto, para una escala técnica ya obviamente impostergable. Era como orinar en Av. Italia y Veracierto, un domingo, a las 8 de la mañana.

Recordamos también numerosos policías, de ambos sexos, cortando el tránsito en las bocas de los puentecitos que cruzan la avenida. De fondo, se percibía el mayor de los alientos de la desierta Porto Alegre, en lo que refiere a espectadores específicamente, al menos a esa hora y en ese lugar.

Una multitud de bocinazos nos daban aliento a nuestro paso....¿o acaso era una señal de desaprobación por haber partido la ciudad en 8 porciones, por veinticinco tarados que iban corriendo?

Efectivamente era lo segundo. Al igual que Buenos Aires, la ciudad "soportaba" la Maratón casi a disgusto, era inverosímil que cortaran 8 de Octubre a la altura de Propios y todo por culpa del pasaje de unos pocos lunáticos chupando frío con esa poca ropa. "Sáquenlos de la calle de una buena vez, ¿por qué no los paran a ellos ? Déjennos pasar!!!" parecía leerse en el bullicioso "aliento" de los impacientes automovilistas.

Un hecho curioso que notamos, fue que ninguno de los agentes que controlaban el tránsito era adicto a los SMS, un mal ya tan clásico en nuestras latitudes. Lo mismo habíamos notado con la multitud de transeúntes que invadía las calles peatonales y semi-peatonales (buses y gente compartiendo el asfalto) del centro en días anteriores. La gente hacía buen uso de los celulares, pero nunca escribiendo, siempre con el terminal pegado a la oreja. Seguramente lo accesible respecto a nuestras tarifas hace la diferencia en esta costumbre tan criolla.

En ese largo tramo también dejamos atrás diversos "superhéroes", de ambos sexos, la mayoría seguramente eran locales, impecablemente ataviados, luciendo sus bati-cinturones con un sinfín de adminículos, bati-granadas, morteros, pociones mágicas en llamativos recipientes y quién sabe qué otra cosa más portaban en la cintura.

El posterior seguimiento meticuloso de estos personajes, incluso alguna Chica Super-poderosa, nos confirmaría que ya estaban dejando y descartando algunas de sus armas por el camino.

Esto también nos sirvió de recordatorio para echar mano a nuestra añeja riñonera, para ingerir el primer Gel sabor "Morango-Guaraná", en oportunidad de interceptar el puesto de agua más cercano al km 15. La cámara permanecía también allí dentro, inmóvil por decisión propia, para no gastar energías adicionales en banalidades.

Con respecto a la hidratación, la misma se llevaba a cabo mediante unos cómodos vasos de agua con tapa de papel aluminio, al estilo Nativa, un poco más angostos y más altos. La mayoría de ellos estaban a una temperatura prácticamente natural. Eran extraídos casi tibios desde las cajas de cartón. Casi no daban abasto a nuestro paso los numerosos voluntarios encargados de esta importante tarea.

El agua estaba presente cada 3km y el Gatorade se intercalaba aproximadamente cada 3 ó 4, a partir del km 12, que habíamos dejado atrás ya hacía un buen rato.

Inauguramos entonces esa ingesta con un Gatorade frío sabor pomelo, limón o similar, contenidos en vasos de papel encerado a medio llenar, como es de costumbre. Los 2 primeros puestos parecían suministrar esta sustancia bastante adulterada con agua. Luego el sabor se normalizaría, ya parecía puro a partir del tercero y hasta el final, incluso en otras variantes de sabor más apetecibles.

En algún tramo de la ida, superamos a Mabel del Villa Española, esposa y compañera de equipo de Víctor Amarillo, del cual tampoco teníamos noticias desde que habíamos conversado con él al final de la cena de pastas, donde nos contó de su accidente en oportunidad de la Etapa del Villa. Un anécdota increíble, del cual aún arrastraba notorias secuelas en una mano, entre otras.

Nuestro ritmo seguía siendo totalmente constante. Para alegría y satisfacción nuestra, los parciales que cantaba Fernando encajaban exactamente en lo previsto. No recordamos ahora un parcial que superara los 10 segundos con respecto al ritmo previsto.

Seguía siendo constante también el regreso de atletas por la otra senda, pero ni miras de alcanzar aún el punto de retorno. Superamos también por allí, en algún momento, las extensas instalaciones de una Universidad (lo siento, les debemos el nombre), con un grupo de jóvenes sobre la entrada que nos miraban con un dejo de asombro y algo de indiferencia, todo muy lejano a un aliento o algo parecido.

A esa altura ya habíamos tenido nuestros primeros sobrepasos alternados con otro personaje que se introduce en esta historia, que venía muy parecido a nuestro ritmo. Se trataba de "el loco de la vincha".

Era un brasileño vestido de remera negra que venía, a esa altura, acompañado de algún pacer también local, nada que llamara la atención mayormente salvo por....su corte de pelo.

A la altura de donde cualquiera usaría una vincha para detener el sudor, este hombre tenía el pelo cortito, un perfecto anillo de pulgada y media de ancho, con el pelo bastante raleado, casi cortado a cero.

Bromeábamos con la comparación, como bien acotó Fernando, de las piedras que no dejan crecer el césped en un jardín. La cabeza de ese bayano era tal cual, como que le habían retirado algo de allí, dejando a la vista el pelo que no pudo crecer en la penumbra.

Por allí también divisamos y alentamos a 2 ó 3 uruguayos al pasarlos, identificados con una Estación de Servicio de Capurro (¿?), los cuales veríamos nuevamente luego al terminar.

De la pareja de veteranos uruguayos, compañeros de bus, que vimos en los primeros 2 ó 3 km ni había ni noticias, seguramente habrían aumentado el ritmo e irían ya bastante adelante nuestro como para identificarlos a la distancia.

¡Al fin se observa sorpresivamente el retorno de la interminable Avenida! Retornamos por uno de esos puentes, doblando en "U" a la derecha. Ahora veríamos nuevamente todo ese entorno, pero desde el otro lado, el más glorioso y disfrutable, el de la esperada vuelta.

Desde allí comenzamos a divisar toda la gente que venía detrás, que no era poca, damas muy rezagadas y hombres que poco a poco también comenzaban a padecer el mismo mal.

Al poco rato de haber dado la vuelta, divisamos a Víctor que se puso a la par de su esforzada esposa Mabel. La verdad que nos dio una alegría por ambos, por el hecho que pudieran terminar ese martirio de la Ipiranga juntos.

Fernando se apartaba de la calzada por una segunda escala técnica, la responsabilidad de marcar y mantener el ritmo recaía nuevamente en solitario, con el nuevo temor de tener que seguir solo el resto de la prueba.

Nuevamente la energía eléctrica nos llama la atención, encima nuestro, las columnas de alta tensión emitían unos zumbidos y chasquidos muy llamativos, indicaban una segura descarga por alguna parte, debido a la humedad reinante. No invitaban para nada a correr debajo de ellas. Era curioso ver líneas de quizás 150 ó 500 mil voltios tendidas en medio de la ciudad. Bien de brasileños.

Continuaban los encuentros con el portador de la vincha, con quién hablamos y confirmamos que teníamos las mismas expectativas de tiempo total, por lo que continuamos juntos el trayecto. Resultó ser un corredor local de la propia ciudad.

A nuestro improvisado pelotón, se sumaba ocasionalmente algunos otros corredores, siempre locales. Se trataba de atletas que lográbamos alcanzar y superar, o bien gente que venía incrementando su ritmo, desde el fondo. Como siempre sucede en este tipo de carreras, hay gente que viene, se queda un rato, se va de a poco o se vuelve a retrasar, para luego aparecer nuevamente en los kilómetros siguientes.

Ya a esa altura de la carrera la irregularidad de algunos ritmos llevaban a esas situaciones, aunque llamativamente no era el caso nuestro, pues seguíamos con una curiosa regularidad, si se quiere como nunca antes, sin ninguna ayuda externa, como la de un pacer. Nada de nada, todo salía en forma natural, prácticamente al ritmo de nuestros últimos longs.

Irreversiblemente nos acercábamos ya a la primer media, Fernando ya se había conectado nuevamente con nuestro pelotón de invitados variables, luego de su escala.

Ya el pasaje de atletas por la vía de ida se limitaba a algún caso muy rezagado, o directamente ya no pasaba nadie por allí.

El clima se mantenía constante, cielo totalmente encapotado como para llover, frío y viento desde direcciones totalmente desconocidas para nosotros, ¿sería Pampero? ¿sería Sudestada?. La llovizna había desaparecido, pero siguió latente casi hasta el final. Recordamos unos tímidos amagues de salir el sol, pero no antes del km 32~34.


TERMINAMOS LA MEDIA, MALOS RECUERDOS

Alcanzamos el Mojón 21, y luego la posterior marca especial de haber ya cumplido la primer Media, con el respectivo control de alfombras, más el posterior y cercano puesto de agua del 22. Ya a esa altura habíamos echado mano a la riñonera, en busca del segundo "Morango-Guaraná", que fue consumido por el km 20.

Nuestro pasaje por la media se registraría oficialmente en 01:59:22, lo que llevado a 21097 metros representa que aún teníamos 10 segundos de "crédito" con respecto al pace de 05:40/km pactado, sin olvidar los casi 50 segundos que perdimos al largar. A esa altura éramos unos relojitos y los registros no hacían otra cosa que confirmarlo.

Y ahora..¿ya está? ¿Nos mandamos ahora la "Gran Capo" ya con un bus desde la Ipiranga, o tenemos que seguir corriendo todo el resto?

No pudimos evitar pensar lo que allí comenzaba: la otra mitad. Era perturbador hacer paralelismos con la aún reciente Media de Punta del Este y su magro desempeño, saliendo de una gripe. Era comenzar otra vez esa experiencia, pero con unas piernas ya con un "pre-fondito" realizado de 21k.

En realidad, no comenzaba la segunda parte. Personalmente una vez más pudimos comprobar, al menos así la percibimos nosotros, que la Maratón en realidad se compone de "3 mitades", de distancia diversa.

Estábamos ahora comenzando el segundo tercio, no representa ni el más ameno ni el peor, pero sí el que llamaba casi por primera vez a tomar un poco de conciencia. Ya la primer etapa, el primer tercio "el de correr en piloto automático" había concluido con la derrota del mojón 21.

Estábamos comenzando a recibir señales (simples y débiles por ahora) desde allí abajo, denunciando la presencia de ambas piernas. Nada parecido a amague de calambre ni molestia notoria, pero si obligaba a correr un poco más pendiente de lo que pudiera aparecer.

Digamos correr un poco más expectantes, estábamos ya comenzando el segundo tercio, el de "correr con las piernas, con el piloto en modo manual".

En varias ocasiones tuvimos que blanquear la mente para evitar recordar esa magra experiencia cercana de Punta del Este.

En definitiva, una Maratón no era la suma de 2 Medias, una a continuación de la otra, ni nada parecido. Ya lo habíamos comprobado sobradamente.

Aquella conclusión nuestra en abril de 2005 al concluir nuestra primer Media, precisamente en Punta, llegando a esa cuenta equivocada, ya estaba muy sepultada en el pasado, con varias lápidas de 42km arrojadas encima en forma categórica.

Pero aquel recorrido de Punta del Este 2008, ya de vuelta por la Av. Francia, paralela a la Rambla de la Mansa, hacia la Parada 5 y luego hacia la Brava, todo hecho por dentro, nos venía constantemente a la mente.

Un poco por eso, otro poco por las reiteradas faltas al entrenamiento planificado y quién sabe que otro componente, de a poco fuimos decayendo personalmente en el ritmo durante los kilómetros sucesivos.

Aún no llegábamos al mojón 23-24 cuando en algún tramo logramos interceptar y sobrepasar a Julio C. Barreto, de Nacional. Con su clásico y sonoro paso, el roce de la suela contra el asfalto, la profunda respiración.

Con respecto a su figura, surgió la comparación con una gran maquinaria de vapor, con la sala de máquinas del Titanic y sus calderas trabajando a pleno, bielas subiendo y bajando, el cigüeñal gigantesco girando y vibrando, gente paleando carbón a full.

Nuestro aliento al alcanzarlo, hizo referencia a que él conocía cada cuadra recorrida, cada piedra que pudiera aparecer, a través de las múltiples ediciones que ya había corrido en Porto Alegre. La ciudad ya no podría presentarle ninguna sorpresa a esta altura.

En algún momento no muy claro en los recuerdos, suponemos que fue a partir del km 25-27, Fernando se comenzó a alejar lenta pero irreversiblemente, lo que indicó a las claras que nos estábamos quedando, muy de a poco al principio. El amigo de la vincha, por allí adelante, estaba cada vez más lejos también, era otra prueba innegable de nuestro quede.

En esos kilómetros tomaríamos por algunas calles mas estrechas, más cerradas al menos que la Av. Ipiranga, eran "más barrio" lo que ahora estábamos cruzando.

En alguna parte de ese tramo, alcanzamos a Karina Coyote, compatriota que apareció de entre un mar de brasileños que sufrimos durante unos cuantos kilómetros monótonos y constantes en ese sentido.

La ausencia total de extranjeros a esta carrera fue penosamente notoria. Los uruguayos que fuimos allá no representábamos más del 10% del total, pero parecíamos ser los únicos extranjeros de la prueba, generalmente nos identificábamos claramente en esos diversos idas y vueltas del recorrido, aunque fuera a la distancia.

El aliento a Karina fue inicialmente en vano, pues ella venía con auriculares. Hasta que no la superamos, no se enteró de nada, luego devolvió el saludo amistosamente.

"Arriba, arriba que esto es como correr por la Rambla", le dijimos, ensayando un aliento, diciéndole algo que ni nosotros mismos nos creíamos a esa altura.


¿ QUÉ ES LO QUE QUERÉS ?

Casi coincidentemente con este sobrepaso, un atleta local nos pregunta algo, luego prácticamente nos increpa en busca de una supuesta respuesta. Vaya a saber qué quería saber, haciendo aparatosos ademanes, en un portugués totalmente inentendible.

No nos queda claro si el veterano olvidó su dentadura para correr y por eso no se le entendía nada, o bien si su estado mental ya estaba bastante alterado. Tal vez nuestra mente ya se comenzaba a nublar un poco también. Seguramente fue una combinación de todo ello.

Faltó poco para que nos tomara de nuestra gloriosa casaquilla, a falta de solapas para sacudirnos, para que le contestáramos lo que él quería de una buena vez. Todo un misterio que corchos quería saber. "¡¿¿¡Vocé nao entende!??!" repetía gritándonos a escasos centímetros, casi se frente, como asombrado e implorando al cielo por una respuesta. De terror. "No, hermano, no te entiendo, soy 'estrangeiro'", le llegamos a decir.

No conforme con eso el brasileño, en definitiva apuramos un poco el paso, le dijimos: "No me jodas, no te entiendo un carajo, chau!!!" y nos alejamos de él for ever.

Transitamos ahora por calles que reflotaban quién sabe qué recuerdo sepultado de otras ciudades, por similitudes todas muy subjetivas, obviamente. Estábamos ahora corriendo por la paralela a Gorlero, hacia el Faro, y luego por el centro de Atlántida, en dirección a la Rambla. Un colage de estupideces mentales. Lo cierto es que llegamos a una avenida cercana a un Shopping que nunca visitamos, esa zona tenía un aire -también subjetivamente- bonaerense.

Comenzaban algunas zonas verdes que, a pesar de no haber sido conocidas de día, sino durante la noche (por la Pasta Party), ya nos daba la clara certeza de estar cerca del Patio Gaúcho.

Por lo tanto, nuevamente y de a poquito estábamos quedando cerca de todo, de la largada, llegada, nuestro hotel, otra vez los conitos, todo aquello. Era como completar una vuelta más de un circuito de la AAU, donde a los organizadores se les había ido obviamente la mano con el metraje. Terrible vueltita era la nuestra.

Fernando y el "vincheiro da rúa" -suponemos un poco más adelante-, ya se habían alejado bastante. Aún se divisaba claramente, pero la distancia ya resultaba mental y físicamente indescontable.

Corría, posiblemente, el km 30, donde echamos mano al tercer sachet de Gel. Ahora quedaría en nuestro poder solamente uno, previsto para el km 36-38, de otra marca. Este último era Power-Gel, "Frutos Tropicais", mientras que los anteriores eran marca Excel. Brasileños todos, pero adquiridos en Montevideo.

Transitamos ahora por algunas "calles de Pocitos" y volvemos a pasar por el corte con la avenida que inició la largada, que era por lejos el lugar donde había más espectadores, incluso muchísimos uruguayos. Todo por no decir que era casi el único sitio que demostraba interés por la Maratón de todo el territorio brasileño.

Volvemos a la zona de conitos, el conocido aerocarril, luego de haber pasado por debajo de algún puente o viaducto, en algún momento, suponemos que un poco antes.

Los recuerdos por momentos se fragmentan, es difícil, a unos cuántos días de haber vivido todo ésto y tal vez en un estado físico-mental del momento no ideal para retenerlos, realizar una narración en el perfecto orden en que sucedió.


¿Y ESTA GENTE DE DÓNDE SALIÓ?

Imprevistamente comenzamos a ver gente corriendo muy fuerte, casi al lado nuestro. Nos pasaban como postes, iban muertos de la risa. Los ritmos eran notoriamente más altos, miramos incrédulos sus dorsales, para constatar si era gente de la Maratón o una competencia paralela de 100 metros llanos y notamos que eran muy raros, pues poseían una barra y un dígito agregado al final.

Ellos transitaban a la izquierda de los famosos conitos y nosotros a la derecha, como quien dice entramos en esa trayectoria en forma totalmente involuntaria.

Seguramente todo se había armado así para que se pudiera llevar a cabo la Maratón por postas simultánea, en ese tramo preciso del circuito, había incluso otros mojoncitos pero ahora a nuestra izquierda, que despistaban bastante al principio, pues iban del 1 al 9. Para éso eran los famosos conitos y recién ahora lo acabábamos de descubrir.

La "3ª Maratona Revezamento" suponemos que se realizaba en un circuito de 10km, hecho que luego por supuesto ni intentamos confirmar. Pero era claro que esos atletas voladores estaban en otra cosa y ahora nos sucedía al revés que con las damas rezagadas que lográbamos pasar, esto nos dejaba la moral a la altura del asfalto.

La diferencia de ritmos era notoria y para colmo, corrían paralelo a nosotros, a escasos metros. Analizarles detenidamente el dorsal era el único elemento que nos permitía separar una realidad de otra, en definitiva no podíamos estar tan muertos para que nos pasen o nos crucen así, al menos a ese momento de la carrera.

Nuevamente recorríamos el primer tramo de aquel ida y vuelta inicial, que nos llevaba nuevamente hacia el acceso de entrada a la ciudad. Allí logramos divisar a Gustavo "Veloz" Martínez de UF, quien a nuestra invocación de aliento, nos contestó: "¡¡No tan 'Veloz'!!"

Por suerte, en esta segunda ida hacia allá doblamos bastante antes que la primera vez. A la vuelta, en definitiva ya era la cuarta vez que pasábamos por allí, pudimos divisar nuevamente a Carlos Rutero Krul, al amigo de Ribeirao Preto, a JC Barreto, etc, todas las caras y camisetas que lográbamos identificar entre tanto desconocido local.

Como variante, ahora este regreso no nos conduciría otra vez a las inmediaciones de la largada/llegada, doblando a nuestra izquierda. Ya nuevamente estábamos allí cerca de la "palmera con pies", que visitó Fernando en la primera vuelta por allí.

Esta vez seguiríamos derecho, directo hacia la Costanera, pasando nuevamente por las inmediaciones de la llegada, pero desde el otro lado, por atrás.


INDEFECTIBLEMENTE SOLOS

En ese momento transitábamos por el km 32 ó 33. Fernando ya nos había tomado una ventaja considerable, que impedía verlo con claridad a la distancia, mucho menos en medio de esto recorridos para nada rectos.

La última vez que lo habíamos visto fue en el ida y vuelta -ahora más corto- que habíamos repetido. Como teníamos claro que nos dirigíamos al último ida y vuelta, estábamos seguros que lo volveríamos a ver. De esta forma, más o menos podríamos calcular cuánto nos habíamos rezagado al momento, al menos con respecto a él, que parecía aún mantener el ritmo original pactado.

En esos momentos, el sol insistía en asomar entre las abundantes nubes, pero esto fue un simple amague y solo duró un rato, pues ya al culminar la carrera el cielo volvió a quedar cerradamentre gris hasta la noche.

Lo que no teníamos muy claro a ese momento era cuántos km de ida constituían ese largo -e interminable, a esa altura de carrera- desplazamiento hacia el encuentro con el Beira-Río, el emblemático estadio del Inter de Porto Alegre.

Lo único claro era cuántos kilómetros faltaban en total. Se realizaba el cruce por la zona cercana a la meta, ahora por el otro lado, por la propia parte de llegada y no de largada como las veces anteriores.


¿OTRA VEZ NOS ALEJAMOS?

En definitiva, transitábamos ahora cerca del ansiado asfalto final que nos llevaría al maldito arco. Éso no hacía otra cosa que incrementar aún más la ansiedad por saber cuándo daríamos la vuelta en forma definitiva hacia el verdadero y definitivo final de la carrera.

La mayor concentración de espectadores se encontraba allí, sobre el nacimiento de esa avenida desde la Costanera, con la pequeña rotonda posterior previa a la llegada.

Divisamos allí un sinfín de uruguayos alentando, con banderas, a viva voz, incluyendo también el aliento de aquellos atletas que ya habían finalizado, como PS Coyote, como Andrés "La Bestia" Romero. Hacía "años" que ya habían llegado.

Nos brindaron su aliento, fue un último empuje anímico para poder terminar un nuevo y ridículo alejamiento con respecto a la meta. No nos pueden hacer eso al final, hasta llegábamos a ver el arco y aún faltaban 8 km !!!.

"Qué hacemos, Doctor, seguimos por esos 8, tomando a la derecha con la gilada, o....giramos ahora a la izquierda, en la rotondita y ya estamos prontos?"

Pensándolo más fríamente ahora, tal vez tenía algo en común con la primer Maratón de Colonia, la del 2006, donde ya todo parecía conducirnos hacia la meta, dentro del centro de la ciudad, luego del Supici, pero sin embargo teníamos que girar en sentido contrario a la llegada, para seguir recorriendo algunos kilómetros que aún estábamos debíendo.

Pero este caso resultaba ser peor, pues los mojones superados a ese momento indicaban que aún quedaban esos 8 km para recorrer. Distancia que una vez que hicimos cuentas y tomamos plena conciencia, la comenzamos a comparar con trayectos harto conocidos de nuestros entrenamientos cotidianos, como hacemos siempre a esta altura de cada M.

Al poco rato de iniciar la búsqueda del retorno que no aparecería nunca, ya veíamos venir a Fabiana Coyote Bugna, obviamente con un tiempo excelente. Aún descontándole los 20 minutos de ventaja iniciales que la organización le otorgó, a nosotros nos quedaría "toda una vida" para llegar a ese punto.

A los pocos minutos pasó también Gonzalito Coyote, quién también estaba confirmando un tiempo excelente, ya sin portar esos 20 minutos de ventaja.


EN ALGÚN MOMENTO HABRÁ QUE RETORNAR

Continuábamos buscando el puesto de hidratación propicio para ingerir el último Gel, intentando calcular constantemente cuántos kilómetros de ida restarían, pero todo basado en las caras que volvían.

Nuestra turbiedad mental no nos permitió, a esa altura, intentar mirar los mojones de la vía de regreso. Era "la justa" para obtener un saldo exacto de ida que restaba por recorrer.

En todo momento teníamos la ilusión de ver a la distancia la gorrita amarilla de Fernando, ya volviendo, señal indefectible de que ya no nos faltaría una eternidad para volver.

Este tramo de ida, en lo personal, fue por lejos la peor parte de la carrera, especialmente en lo anímico. En vez de acercarnos, nos estábamos alejando cada vez más de la llegada, hacia un indefinido punto de retorno, al menos dentro de los parámetros mentales que podíamos manejar.

Algún puesto de agua y Gatorade mitigó ese penoso recorrido, en uno de los cuales aprovechamos para ingerir el último Gel sabor "Frutos Tropicais", que estaba exquisito. Tal vez nuestro esófago y estómago, ávidos desde hace rato por algo un poco más sólido, se quedaron con todo ese sabor, pues a las piernas no llegó prácticamente nada. Casi ni una mísera señal.

Vemos retornar también a Ramón "X" Parodi, nuestro coyuntural compañero de habitación, quien parecía volver a un ritmo algo inferior al que él hubiera deseado. Esa aparición nos descolocó un poco. No estábamos para nada seguros si era que él venía bien y a nosotros nos faltaba aún un montón, o habría caído en su ritmo vertiginosamente y nosotros estábamos ya por dar la famosa vueltita para regresar.

¡¡Qué va, nada que ver!! Recién aparecería el majestuoso Beira-Río con una imponente bandera roji-blanca flameante. La cara más visible del estadio luciría orgullosamente la leyenda "Campeao do Mundo".

Con respecto a nuestras suertes, el coloso de cemento acrecentó aún más las expectativas de ver el retorno por fin, presuntamente cercano, pero no fue así.

Este tramo es obviamente el que más nos cuesta narrar ahora, pues también es el que más quisimos olvidar en aquél momento. Nos resulta imposible ahora evaluar por qué mojones íbamos transitando, sin hacer un pormenorizado e infructuoso estudio sobre el mapita que nos fue entregado conjuntamente con el kit.

Por alguna parte del final de esa ida, recordamos haber alentado a algún uruguayo que otro, como lo hicimos con todos los que vimos y durante toda la prueba. Inclusive con uno que lucía la clásica Nike amarilla con el mudo cartelito blanco atrás. Ese clásico estigma que nos identifica universalmente, un espacio previsto para la frase con la que nunca se llenó. Nos quedó mirando, ni siquiera fue capaz de levantar un dedo ante el aliento. Y bueno, allá él, suerte en pila. ¿Acaso era argentino? Supongo que lo hubiera dicho...


AL FIN, ¡¡¡ VOLVEMOS !!!

Atención, ya se divisa el retorno, es una experiencia increíblemente reconfortante, como el mágico aerosol luego de una terrible patada, al borde de la cancha. Aparece una extensísima rotonda con un plano algo inclinado hacia la izquierda.

Es decir, bajaríamos a circunvalarla en sentido anti-horario y luego la dejaríamos atrás, trepando nuevamente en repecho hacia la senda contraria a la que veníamos. Ojo, cualquier repechito de un simple grado se haría sentir a esa altura, pero la alegría de estar volviendo del Mato Grosso a la propia ciudad superaba cualquier recorrido. Y el repecho no era la gran cosa tampoco, para nada, simplemente que se recuerda porque nuestro último tramo era costero y por consiguiente totalmente plano.

Por allí superamos, antes de circunvalar, un último e inesperadísimo puesto de control. Era una alfombra celosamente custodiada por una única persona. Más que una alfombra, parecía un felpudito, pero en definitiva a esa altura de carrera la fila de atletas estaba tan diluida que alcanzaba perfectamente para controlarnos a todos.

Por allí estaba el mojoncito del km 38. Este control podría llegar a resultar la frutilla para la torta de la decepción que posiblemente vivió un atleta brasileño que conocimos en el hotel. No nos estamos refiriendo al "doble veterano del Gusano Alain", sino al otro atleta que coincidió con nuestra estadía en el hotel.

Nos referinos al super atleta de elite que nos contó a todos sobre sus aventuras maratonísticas en Boston, Nueva York, etc. Lo detonante del relato lo constituiría un testimonio posterior de Ramón "X", nuestro compañero de cuarto, quien aseguraba haber visto a este prestigioso atleta internacional in fraganti, cortando camino a través de uno de los puentecitos de la Av.Ipiranga, ahorrándose así una cantidad impresionante de kilómetros!!! Lamentable, ya ni en eso somos los campeones...

Volviendo al relato de los últimos kilómetros, lo amplio y despejado de la rotonda nos permitió volver a divisar a lo lejos a Fernando, antes de tomar la senda de regreso. Detrás de él, un veterano parecía ir envuelto en nuestro pabellón. No recordamos exactamente si se trataba de una bandera, o una remera que se asemejaba a ésta, pero de una forma o de otra era el más uruguayo de todos, identificable ya desde muy lejos.

Ese encuentro a la distancia nos dio nuevos bríos, pues si bien la rotonda era bastante grande, Fernando venía aún a muy buen paso, por lo tanto nosotros no habíamos decaído tanto como pensábamos.

Pero ya en ningún momento se nos pasó por la cabeza poder batir las 4 horas, a esa altura el sentimiento era LLEGAR y nada más. Pero en algún lugar del corazoncito, latía íntimamente la esperanza de por lo menos no hacerlo en peor forma que en Buenos Aires, es decir, no superar las 4 horas 15 minutos.

Cualquier puesto de hidratación sirvió de excusa creciente para parar a caminar, al menos estrictamente mientras bebíamos. Una vez que dejábamos de beber volvíamos a trotar, pero entonces los sorbos eran cada vez más largos, lentos y espaciados, ja, ja, ja...lo que le dicen "trampas al solitario".

En todo momento pensábamos que vendríamos a casi 07:00min/km, por lo que parar a caminar no significaría empeorar mucho nuestro ritmo. Pero en definitiva no fue así. Si bien perdimos totalmente la regularidad de los primeros 28-30km, hechos a 05:40, por allí vendríamos en el entorno de los 06:00~06:15/km, pero no lo sabíamos ni siquiera lo imaginábamos, pues hacía rato que estábamos ignorando el GPS por las constantes pérdidas de señal que habíamos tenido en las zonas menos abiertas del circuito.

La única referencia era buscar esos pequeños mojones al costado del camino, los cuales inexorablemente nos llevarían por ese -ahora un poco menos interminable- retorno, hacia la meta final.

Si bien ahora sabíamos exactamente cuántos eran y por dónde íbamos a recorrer nuestros metros finales y esto no es anímicamente un hecho menor, la falta de piernas cada vez mas creciente, por insuficiente entrenamiento, convicción previa, etc, etc, vaya a saber uno qué factores intervinieron en ello, hicieron bastante penoso también el regreso.

Volvimos por supuesto a encontrarnos, como en todo ida y vuelta anterior, con los uruguayos que venían un poco detrás nuestro, Carlos, JC Barreto y algún otro conocido "de vista".

Pero ahora también lográbamos visualizar toda esa gente que venía bastante más atrás, dado lo largo de este retorno final. Estábamos yendo desde la Escollera Sarandí hasta el Parque Rodó y ahora retornando a ella nuevamente, donde estaba la meta.

Se veía muchísima gente que caminaba y trotaba intermitentemente. Algunos ya ni siquiera alternarían, era solo caminar lo de ellos a esa altura, y en algunos casos lo hacían hasta charlando animadamente entre ellos.

Realmente debe ser muy penoso tener que terminar la M así todo caminando, de corrido, les faltaba toda una vida para alcanzar aquella maldita rotonda, ubicada cerca del límite con la República Bolivariana de Venezuela !!!

ESTAMOS AHÍ, A UN PASO

Ya nos quedan tan solo un par de kilómetros, es como ir desde el Puente Carrasco a casa, pensábamos, "¡¡¡estamos ahí al toque!!!". Los cada vez más abundantes espectadores nos hacen saber, a nuestro paso, la inminente cercanía de la llegada, también lo hacen los atletas que vuelven atrás a buscar a sus amigos.

Por allí vino el aliento de los Coyotes, de Leonardo, de Andrés, quién incluso nos acompañó unos metros e improvisó una foto del cadáver antes de cerrar el cajón.
Fue un nuevo ingrediente para sustituir la falta de glucógeno muscular y glucosa hepática, cuyos indicadores estaban ya ambos en cero, con sus sonidos intermitentes de alarma. El motor ya fallaba constantemente, como si quedara poca nafta en el tanque y las sacudidas del recorrido provocaban la entrada de aire a la manguera de salida, arrastrando toda la basura del fondo.

Por lo menos pudimos evitar o al menos controlar, ya desde el km 32~33 y hasta el final, algunos amagues de calambres, alterando un poco el paso, la pisada, el desplazamiento de la pierna afectada, levantando más, levantando menos, qué se yo, algo que uno tiene que ir aprendiendo si se mete en ésto y en definitiva no se preparó como corresponde.

La única molestia irreversible, hace varios kilómetros, era sobre la uña del dedo gordo derecho. Estaba seguramente ya herida de muerte, no había forma de acomodar la media sin detenerse, solamente flexionando los dedos repetidamente como nos ha alcanzado en otros casos similares.

Pero esto tampoco impediría seguir, no era nada del otro mundo. En definitiva, en la actualidad sigue tan ennegrecida como luego de esa carrera. Sin llegar a estar negra-negra, ni se cayó, ni se mejoró, solamente quedó ahí, como recuerdo de la batalla librada, pasando a hacer juego con algunas otras compañeras dañadas en los longs de preparación.

Nos acercamos a la pequeña rotonda que nos conduce a la meta, ya casi se percibe, se adivina el arco luego de la curvita a la derecha, la multitud alentando. Con muchos uruguayos allí presentes, hace que uno no sienta nada, NO PAIN, es el memorable momento del arribo, todo pasará y pero éso quedará, ese sentimiento de alivio y emoción, el de la tarea cumplida.


¿MI TIEMPO? YO QUÉ SÉ, QUIERO COMERRRRRR

Resultaron ser 4 horas, 4 minutos y monedas de una mezcla total de sensaciones, como siempre. Trotar por nuevos escenarios, acompañados de gente que quizás nunca volveremos a ver y ni siquiera recordar.

Luego vendría el cambio gradual de "city tour" a "trote conciente" y por último, la abrupta conexión directa entre la mente, el corazón y el asfalto, ya las piernas no cuentan. Las "3 mitades" de siempre de una maratón.

Como jamás nos sucedió en otras batallas similares, nuestros ojos se hidrataron abruptamente, seguramente con un fluído más salado que nunca, or la falta de glucosa. Pero esas lágrimas no se debieron para nada a la emoción de arribar por sí, tampoco por estrecharse en posteriores abrazos con los amigos que ya llegaron o llegarían, ni tampoco por el tiempo impuesto, pues no teníamos una idea clara, a pesar de haber detenido apropiadamente el GPS, pero ni haberlo mirado. Los 2 relojes del arco (tiempos de hombres y mujeres), no hacían otra cosa que provocar vómitos ante cualquier intento de calcular cuál era en definitiva nuestro tiempo.

Tampoco era una conmoción por la tarea cumplida, por haber sumado un nuevo gran mojón, como todo haría pensar. Tampoco por formar parte humildemente del mosaico de atletas que representó al paisito allá tan lejos. No, nada que ver.

La gran emoción, el estado de euforia descontrolada que nos embaucó en gran forma y que a la postre tambaleó nuestra voz al teléfono, en comunicación con nuestra familia desde la propia largada recientemente alcanzada, se debió a un motivo con muchísima menos trascendencia de lo esperado.

FUE LA EMOCIÓN POR SIMPLEMENTE TERMINAR AQUÉL SUFRIMIENTO DE UNA BUENA VEZ, DE NO TENER QUE CORRER NI TROTAR NI UN SOLO METRO MÁS !!!

El solo hecho de pensarlo nos llenaba de satisfacción, casi hasta las lágrimas, nuestra única o máxima preocupación ahora solo sería comer todo aquello que nos habían obsequiado al llegar, salvo la medalla, obviamente.

Una ingesta tardía que sustituiría la tan esperada fruta que de antemano se sabía que no iba a haber y que nosotros a pesar de ello esperamos insólita y estúpidamente durante toda la carrera, no habiéndola procurado de antemano y transportado por nuestra cuenta en la riñonera. En esa memorable y arbolada avenida, comimos las bananas, cereales, una exquisita magdalena con bastante miga y hasta un juguito. ES-PEC-TA-CU-LAR.

Pero en definitiva, una parte del botín que acumulamos en forma tan angurrienta, lo donamos a algunas "crianças" que demandaban alimento por allí, "aprovechándose" de la turbiedad mental de muchos de nosotros.

Sin embargo si ahora miráramos en retrospectiva, el "sufrimiento" fue mucho más leve que para las anteriores maratones. Ya en Buenos Aires habíamos terminado realmente bien, bastante mejor que en las anteriores, incluso sin luego haber podido descansar ni una sola hora de esa tarde.

Y en POA por suerte terminamos muy bien también, a pesar del pesado viaje posterior de 11-12 horas, al otro día estábamos trabajando como si se tratara de un lunes posterior a una etapa de la AAU, no fue mucho más que eso.

Es mucho más seguro que la primer carrera de 10km que corrimos allá en el 2004 nos melló mucho más que cualquiera de estas 4 maratones, resultando cada vez más "inocuas" para nuestro desgastado chasis. Y eso nos lleva a pensar, que "nada se pierde, que todo se acumula", aunque de a poquito, cada metro entrenado sirve y no se pierde así nomás si uno luego no se hace el loco por demasiado tiempo.

Pero también nos viene siempre a la mente la idea de que no nos hemos aún esforzado lo suficiente, como le debe pasar a unos cuantos, siempre nos queda la idea que aún no alcanzamos nuestro tope físico ni mental, que debemos no ser tan vagos al respecto.

Ni hacer grandes pausas de descanso total luego de una M o durante el propio inicio del año, ni tampoco deberíamos saltearnos tantos días de salida como hicimos para POA.

Hasta nos cuestionamos esa misma tarde seguir repitiendo este plan casi para primerizos que ya repetimos 4 veces. Ya queremos, ya estamos para "algo más".

Volviendo al momento de la llegada, luego de los saludos y fotos de rigor, siempre esperando atentamente por algún amigo más que estaría ya al llegar, como Carlos Rutero Krul, JC Barreto, etc, retornamos caminando al hotel, por el mismo camino que al llegar, sin pena ni gloria, pero ahora con cierto peso en el pescuezo, nos traíamos la medallota.


LA HISTORIA VUELVE A REPETIRSE....Y VAN...

Y también tendríamos el resto del día totalmente libre, especialmente desde el punto de vista mental. Ahora nuestra mayor preocupación era hacer las valijas.

Esta M ya pasó, en el horizonte ya se comienza a vislumbrar la próxima, este año hay unas cuántas al alcance de las piernas, ya comenzaría nuevamente la ansiedad por ver cuándo comenzar específicamente a entrenar para ellas, con qué plan, cuáles serían los cómplices para hacer los longs, etc, etc.

Ese fue el pensamiento predominante durante la reparadora ducha posterior en el hotel. Hacía una hora y media festejábamos con gran emoción el esperado final de todo ese sufrimiento y ahora, ya estábamos nuevamente con la cabeza metida en determinar cuándo sería la próxima dosis.

Si esto no se trata de una poderosa droga, que alguien nos lo aclare y explique. A veces llegamos sinceramente a pensar si esto no resultará realmente perjudicial mental y físicamente, esto va en serio.

Pero al tratarse de un ejercicio físico, por más mal que lo estemos llevando adelante, no podría ser tan dañino, verdad ?

A veces, al analizar lo monotemático de nuestras charlas, al intentar "oírse desde afuera", hablando con otros pares cercanos, nos hace pensar totalmente lo contrario. Vienen a nuestra cabeza las palabras tan acertadas del Marciano Durán, todo lo que expresa sobre "Esos locos que corren", con total conocimiento aparente del tema. Cualquiera que se encuentra sumergido en estas tinieblas, se debe sentir plenamente identificado con esas líneas.

Y ya no se encuentra consuelo en drogas más suaves. Ni por asomo, como bien podría ser el Campeonato de 10k de la A.A.U. Ya nada sería igual al regresar de una M, una vez más. Es lo mismo de siempre, pero cada vez es peor, más penosamente adictivo y de efectos crecientemente pasajeros.

¿ Cuándo es la próxima ?, ya no soporto más y al escribir y revivir todo ésto, mucho menos !!!

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